Armas de la ciudad de Turín
Diseño: Angelus
El Palacio Real Turín está situado en la muy céntrica plaza del Castillo (Piazza Castello), el corazón de la capital del Piamonte, en el Norte de Italia.
Turín fue la capital de la Casa de Saboya desde el siglo XII hasta el XIX. El Palacio Real fue teatro de la política piamontesa durante al menos tres siglos, representando el corazón de la corte saboyana, símbolo del poder de la dinastía desde 1645.
El Palacio Real de Turín fue, originariamente, un palacio episcopal, con el nombre de Palazzo di San Giovanni, funciones que desempeñó hasta finales del siglo XVI.
Poco se salvó de esta residencia, aunque debía ser lujosa, puesto que Manuel Filiberto de Saboya, cuando decidió trasladar la sede ducal de Chambery a Turín en 1562, lo escogió como su resicencia personal, expropiando a su legítimo propietario, después de haber pasado algunos años en el vecino Palazzo Madama, el cual no reunía entonces condiciones suficientes para ser elevado a funciones de corte.
Fachada del Palacio Real de Turín
Por ello, en el siglo XVI, el palacio de San Juan se convirtió en Palacio ducal de Turín, un cambio que marcó profundamente la arquitectura de la plaza y de la propia ciudad: la geografía urbanística de la capital saboyana relegó el edificio como límite de la muralla que la rodeaba, haciendo de él un blanco fácil para un hipotético ataque. Carlos Manuel II amplió la ciudad partiendo de un lateral del propio palacio, creando así la via Po y llegando hasta la plaza Vittorio Veneto.
El Palacio Real fue erigido para la Madama Reale Cristina de Francia en el siglo XVII por los arquitectos Carlo y su hijo Amedeo di Castellamonte. Cristina de Francia era regente del ducado a la muerte de Víctor Amadeo, y apreciaba mucho este lugar. Fue, de hecho, decisión suya reconstruir el palacio después de los desastres provocados por el sitio de 1640, que dañaron considerablemente el edificio. Carlo di Castellamonte y su hijo Amedeo realizaron gran parte de la fachada y de los interiores, si bien su obra se ha visto modificada con posterioridad por los retoques ordenados por los soberanos de la misma dinastía a partir de 1722, en honor a los matrimonios de sus primogénitos.
La época dorada propiamente dicha tiene su origen en las grandes celebraciones que siguieron al final de los trabajos de reconstrucción y que se puede considerar ya a partir de 1656, año del final de la ejecución de la imponente y severa fachada de Amedeo di Castellamonte.
Víctor Amadeo de Saboya
A partir de 1722, año del matrimonio del heredero al trono, Carlos Manuel, con la princesa palatina Cristina Luisa de Baviera- Sulsbach, el lujo volvió a imperar en la residencia. Los trabajos, en esta fase, fueron dirigidos por Filipo Juvara, habiéndose realizado muchos más después de la abdicación de Víctor Amadeo II, cuando el nuevo soberano se dedicó con gran decisión a la vida mundana.
Para las bodas de Víctor Amadeo III con María Antonieta de Borbón fue contratado Benedetto Alfieri, que ya tenía fama como gran arquitecto en el Piamonte. Más tarde, cuando el segundo hijo de Víctor Amadeo III, Víctor Manuel, Duque de Aosta, obtuvo un ala del palacio, fueron Carlo Randoni y Giuseppe Battista Piacenza quienes diseñaron las salas que actualmente se conocen como Appartamenti del Duca D'Aosta.
También Carlos Alberto encomendó obras de remodelación, esta vez para la boda de Víctor Manuel II con María Adelaida de Habsburgo Lorena, ocurrida en 1843: el arquitecto, muy apreciado por Carlos Alberto, fue Pelagio Palagi.
Con el Risorgimento, el palacio permaneció como sede de la nueva monarquía italiana hasta 1865. La gran Escalera de Honor fue ejecutada en este periodo (1862), según un proyecto de Domenico Ferri. Surgió del deseo de Víctor Manuel II de celebrar el nacimiento de la nueva nación, logrando que el palacio fuera digno del título real.
El Palacio Real de Turín visto por Canaletto
Con una gran cantidad de mobiliario y de bienes personales, los Saboya se mudaron al Palacio del Quirinal en Roma, dejando su primera residencia, simplemente, como alojamiento para sus visitas a Turín. El traslado de la capital a Roma redujo drásticamente la importancia del lugar.
Posteriormente fueron ejecutados trabajos para la boda de Humberto II con María José de Bélgica, en 1930.
Con la caída de la monarquía en 1946, estos alojamientos fueron objeto de abandono, lo que requirió que muchas zonas tuvieran que ser profundamente restauradas, como por ejemplo, los apartamentos del duque de Aosta.
Detalle de las puertas de bronce del Palacio Real de Turín
Foto: Anassagora
La fachada del Palacio es sobria, de apariencia austera, en línea con la arquitectura barroca de toda la plaza. Tiene una longitud de 107 metros y 30 m de altura media. Destacan la geometría y el equilibrio de los dos pabellones laterales, diseñados por los Castellamonte, que ven comprometida su simetría por la elevación majestuosa, a la izquierda, de la capilla del Santo Sudario.
Sus habitaciones están decoradas con ricos tapices y una colección de jarrones chinos y japoneses. A lo largo de dos siglos trabajaron aquí artistas de gran maestría.
Definido generalmente como piano nobile, está dominado por un estilo áulico, con la finalidad de subrayar la importancia de la dinastía. Destaca el salón chino (Salotto Cinese), obra de Beaumont, ya activo en aquel periodo en la Gran Galería, que de él toma su nombre, en la Armería Real y en la imponente Galería de Daniel, del siglo XVIII.
Debe destacarse también el apartamento de invierno del rey y la Sala del Trono.
Se accede a la segunda planta gracias a una de las obras maestras del arquitecto Filipo Juvara, la llamada Scala delle Forbici («escalinata de las tijeras», de 1720). En ella el maestro mesinés ofrece una de sus más geniales realizaciones y, al mismo tiempo, más fascinantes: una imponente escalera en mármol, que parece volar hacia lo alto, ligera y sinuosa. La escalera descarga todo su peso sobre las paredes laterales, las del muro exterior del palacio, de forma que no pese en exceso sobre el pavimento, realizado en madera, un material que difícilmente habría soportado el peso del mármol. Juvara mantiene, en este caso, las grandes ventanas que se proyectan sobre el patio trasero del palacio, de manera que se dote el ambiente, por sí poco espacioso, de una fuente de iluminación externa eficaz.
La Galería de Daniel en una fotografía de 1870
Posee notorio interés la gran Sala de Baile, con grandes tapices representando la Historia de Don Quijote, y está ligada con la igualmente fascinante Pequeña Galería de Beaumont (Picola Galleria del Beaumont), que tenía la función de paso hacia el ala de Víctor Manuel I.
Obras de Palagio Pelagi son las tres antecámaras (Tre Anticamere): Sala del Cuerpo de Guardia, Sala de los Staffieri y Sala de los Pajes, y las alas destinadas, a servir de salas privadas a la princesa María José: techos y pavimentos conservan rastros de los diseños del arquitecto preferido de Carlos Alberto de Saboya.
La Armería Real se encuentra en una de las alas del palacio, en el lado norte de la plaza del Castillo. Alberga una amplia colección de armas, incluyendo ejemplos de los siglos XVII y XVIII. Fue inaugurada en 1837 por Carlos Alberto. El proyecto nació en 1833, después de la inauguración de la Real Pinacoteca (actual Galería Sabauda) ideada por el mismo Carlos Alberto. La Galería de Beaumont quedó privada de las telas que la adornaban y progresivamente se fue convirtiendo en lugar en el que coleccionaban las armas los Saboya.
Entre las piezas más interesantes, destaca la armadura de torneo de Manuel Filiberto de Saboya, la armadura de Otón Enrique de Baviera y la armadura ecuestre de Carlos Manuel I, además de una pistola de Carlos V. Notable es la colección de banderas de los ejércitos saboyano e italiano (cerca de 250) y la sección de las armas y armaduras orientales.
Una imagen histórica de la Armería del Palacio Real de Turín