domingo, 6 de octubre de 2013

EL PALACIO DE LOS CONDES DE MIRANDA EN PEÑARANDA DE DUERO

Archivo: Escudo de Peñaranda de Duero opt.svg
Armas de la Villa de Peñaranda de Duero
Diseño: Maxxl2

El Palacio de los Condes de Miranda, también conocido como de Zúñiga o Avellaneda es un edificio renacentista del primer tercio del siglo XVI, situado en la localidad burgalesa de Peñaranda de Duero.
Peñaranda de Duero
Vista de Peñaranda de Duero
Foto: Javier Zori del Amo
Se debe su construcción a D. Francisco de Zúñiga y Velasco, tercer Conde de Niranda del Castañar, atribuyéndose su autoría, aunque con dudas, a Francisco de Colonia o a Nicolás de Vergara
Los Avellaneda eran señores de la villa desde el S. XIV, contando con gran cantidad de tierras en la zona. Emparentados con los Zúñiga, señores de Miranda, convirtieron el pueblo de Peñaranda en el centro de su mayorazgo. Ya en la segunda mitad del S.XV se había reconstruido el Castillo pero serían el tercer conde y su esposa los que, con la construcción del palacio, iniciarían una serie de obras que renovaron la fisonomía de Peñaranda transformándola en una villa condal.
Bajo su patronazgo se iniciaron las obras del Monasterio de las Franciscanas Concepcionistas y del Hospital de la Piedad, destinado a los pobres de la comarca. A la muerte del conde en el año 1536, su esposa, Dª María Enríquez de Cárdenas, promovió la fundación de la colegiata de Santa Ana, situada enfrente del palacio y que configuraría con este y con las viviendas destinadas a la servidumbre, la plaza como el principal espacio público de la villa.
La influencia de la familia se extendió hasta el cercano Monasterio de Santa María de la Vid donde a partir de 1516, siendo abad del mismo D. Íñigo López de mendoza, hermano de D. Francisco de Zúñiga, se iniciaron obras de ampliación de la capilla mayor del Monasterio para dedicarle a panteón familiar.
Archivo: Palacio de Avellaneda.  Peñaranda de Duero .. jpg
Vista exterior de la portada del Palacio con el Castillo de la villa ducal
Foto: 3Félix
Con el sexto conde de Miranda, D. Juan de Zúñiga y Avellaneda, creado Duque de Peñaranda por Felipe III en 1608, y con su mujer Dª María de Zúñiga y Avellaneda, el palacio vivió su momento de mayor esplendor. Además de continuar con las obras iniciadas por sus antecesores fundó extramuros de la villa el convento del Carmen. Las estancias de los condes en la villa, favorecieron que se asentasen en ella personajes relacionados con la casa condal o que estaban a su servicio, creando una pequeña corte en torno al palacio.
Sería a su muerte cuando el palacio empezó su decadencia. La vinculación de la familia a la Corte y el asentamiento de está en Valladolid y Madrid hicieron que el palacio dejase de ser utilizado habitualmente e incluso que los bienes muebles de más valía se llevasen a otras residencias.
En 1636 se trasladaron a la colegiata las reliquias guardadas en la capilla del palacio. En 1640 se desmontó una fuente de alabastro situada en el jardín para su traslado a la residencia del duque en Madrid.
El palacio no se libró de los estragos que causó la invasión francesa y en los años siguientes el desinterés o falta de medios de sus dueños lo dejaron en manos de administradores que lo expoliaron con impunidad.
En 1829 murió sin descendencia Dª Mª del Carmen Josefa de Zúñiga último miembro del linaje, pasando el palacio por distintas manos hasta recaer en la Casa de Alba y de ésta en los administradores del palacio a finales del S.XIX (1891), que se hicieron con él junto con otras propiedades de los Alba en la zona.
Archivo: Peñaranda de Duero - Palacio de los Condes de Miranda 5.jpg
Escalera interior del Palacio
Foto: Zarateman
Conocemos el estado de abandono y el saqueo a que fue sometido el edificio, por los testimonios aportados por distintos viajeros que visitaron Peñaranda a lo largo del S. XIX.
Rodrigo Amador de los Ríos (1888) al describirle habla de elementos decorativos hoy desaparecidos (azulejería de las paredes, policromía de los artesonados del patio,…), así como del deterioro que sufría y de su uso como pajar y almacén de leña. De su relato se deduce que en la fecha de su visita el artesonado de la escalera había desaparecido. 
El arquitecto Vicente Lampérez y Romea en 1911 denunciaba el estado de abandono y el expolio continuado que había sufrido el edificio. Por su parte, Arthur Byne se refiere a su uso como granero y taller de carretas, mencionando que en la caja de la escalera de la que había desaparecido la balaustrada se había colocado un aserradero.
Con todo, la mayor amenaza para el palacio llegó en 1925, momento en que Arthur Byne ofreció a William Randolph Hearst  su compra para proceder a su desmantelamiento y traslado a América, a pesar de estar en esas fechas oficialmente protegido, ya que el 11 de agosto de 1923 el gobierno lo había declarado Monumento Nacional. Finalmente, hacia 1940 pasó a manos del Estado.
Por V. Lampérez y A. Byne se tiene noticia de partes del edificio hoy desaparecidas tras las reformas y ampliación iniciadas en los años 50 del siglo XX por el arquitecto Anselmo Arenillas. El palacio, cuya fachada principal mira hacia el este, tenía un cuerpo adosado en forma de U hacia el sur, posiblemente del S.XVIII que contaba con una galería que daba a los jardines, y un ala que prolongaba la fachada hasta la muralla y de la que se ha conservado la puerta plateresca, situada en la actualidad en el lienzo sur entre dos cubos de la muralla. En el lugar de las partes desaparecidas se levantó adosado al palacio una ampliación destinada a escuela de mandos de la Falange.
Por último indicar que entre 1961 y 1963 se llevaron a cabo diversas obras de restauración y consolidación en la plaza mayor y casas de su entorno, dirigidas por el arquitecto Francisco Pons-Sorolla. Éstas se centraron en la nivelación y pavimento de la plaza, fachadas de las casas que la bordean, escalinata de la iglesia, consolidación de lienzos de la muralla del castillo, restauración del ayuntamiento y en el traslado del rollo gótico desde el exterior al interior de la plaza.
Archivo: Palacio de los Condes de Miranda.jpg
Plaza de Palacio de los Condes de Miranda con el rollo jurisdiccional en su centro
Foto: José Luis Filipo Cabana
El palacio es un edificio donde conviven el primer Renacimiento con elementos de la tradición gótica. De planta rectangular se articula en torno al patio porticado. Su amplía fachada se abre a la plaza mayor de la villa, y su parte trasera da a un terreno cercado por un lienzo de muralla construido en los mismos años, donde antaño estuvo el jardín. La fachada concentra los elementos decorativos en la portada y en las ventanas de la planta noble.
La portada, que aparece descentrada en la fachada, es adintelada con jambas de jaspe y está adornada con grutescos. Por encima de ella hay un arco de medio punto flanqueado por dos figuras en cuyo tímpano se hallan los escudos de los Zúñiga y Avellaneda. Sobre este arco una moldura soporta otro de menor tamaño con un busto clásico en su interior representando a Hércules.
Al patio se accede tras atravesar el zaguán, cuyas puertas desenfiladas a la plaza y al interior, marcan un recorrido diagonal en dirección a la escalera, permitiendo su visión desde el exterior. El hueco que da al patio cuenta con una rica decoración en las jambas y el dintel así como con dos columnas de jaspe que sostiene un arco carpanel con forma de guirnalda.
Archivo: Peñaranda de Duero, Palacio de Avellaneda-PM 17592.jpg
El zaguán conduce al patio del Palacio
Foto: PMRMaeyaert
El patio está formado por dos pisos de diferente diseño debidos probablemente, a distintos arquitectos, así el inferior presenta pilares aupados sobre altos podios, decorados con pilastras pseudocorintias que sostienen arcos de medio punto, y el superior de menor altura, columnas y arcos carpaneles con medallones en las enjutas. Mientras que el primero refleja influencias tardogóticas el superior es de estilo renacentista.
Los dos pisos se comunican mediante una escalera monumental de tres tramos a la que se accede a través de un doble arco carpanel dividido por una columna de jaspe. Está cubierta por un espléndido artesonado que en parte es una recreación del primitivo. Originales son los frisos de yesería, la cornisa plateresca adornada con diferentes bustos, la cornisa de mocárabes y los paneles que contienen los escudos de la familia sostenidos por ángeles. El resto de elementos y el techo de casetones se incorporaron en la restauración de la década de 1950.
Archivo: Peñaranda de Duero, Palacio de Avellaneda-PM 17584.jpg
Vista del Patio del Palacio
Foto: PMRMaeyaert
La entrada en la planta principal se realiza a través de un vano adintelado enmarcado por columnas. A su lado una ventana geminada, con asientos, decorada con casetones y en la que sobresale un busto de estilo clásico, se abre a la caja de la escalera.
Alrededor del patio se distribuyen las distintas dependencias. Los salones de la planta noble mantienen la disposición originaria destacando las salas que dan a la fachada principal. De entre ellas destaca el Salón de Embajadores. Como el resto de las salas de esta ala del palacio está decorada con yeserías que alternan motivos mudéjares y platerescos, agrupadas en los frisos y en torno a las puertas y ventanas. Aparte del espléndido artesonado mudéjar que la cubre posee una chimenea de estilo francés y una tribuna tras una celosía calada en donde antaño se colocaban los músicos.
El resto de salas repiten el tipo de decoración tanto en lo que se refiere a las yeserías como a los artesonados. Estos constituyen uno de los mejores conjuntos de los conservados de esta época en España.
El palacio tuvo jardines y huerta que estuvieron decorados con fuentes y esculturas que se conservaron en la casa hasta los años 30 del pasado siglo.

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