martes, 25 de marzo de 2014

AÑO JUBILAR DE SAN LUIS IX, REY DE FRANCIA

St. Louis


Este año 2014 celebramos el VIIIº Centenario del nacimiento y bautismo en Poissy de San Luis IX, Rey de Francia. Una conmemoración nacional en el país vecino que se extiende a todos los fieles y devotos del santo monarca en todo el mundo.
Del 12 de enero al 23 de noviembre de 2014, el Año Jubilar de San Luis será pródigo en actos y conmemoraciones.


San Luis IX de Francia nació un 25 de abril de 1214 en la ciudad de Poissy. Era hijo de Luis VIII y de la infanta castellana, convertida en Reina de Francia, Doña Blanca de Castilla (hija de Alfonso VIII el de Las Navas). Fue, por tanto, primo hermano del rey castellano Fernando III, el Santo.
Fue proclamado rey a la muerte de su padre, a finales de 1226, y durante los primeros años estuvo bajo la regencia de su madre. Poco más tarde, en 1235, contrajo matrimonio con Margarita de Provenza, hija de Ramón Berenguer V, Conde de Provenza, nieto de Alfonso II de Aragón y bisnieto de Alfonso VII de Castilla. La pareja real tuvo once hijos.

Año Jubilar de San Luis

Educado en la devoción y el misticismo por su madre, Luis IX combinó su tarea de gobierno con un ascetismo que ha sido destacado tanto por la hagiografía católica como por comentaristas laicos (Voltaire llegó a decir que "No es posible que ningún hombre haya llevado más lejos la virtud"). Por momentos parecía un anacoreta, entregándose a prácticas de mortificación como el hacerse azotar la espalda con cadenillas de hierro los viernes, o actos de auto humillación como lavar los pies a los mendigos o compartir su mesa con leprosos.
Perteneció a la Orden Franciscana seglar. Fundó muchos monasterios y construyó la famosa Santa Capilla de París, para albergar una gran colección de reliquias del cristianismo entre las que se hallaban la Santa Lanza y la Corona de Espinas de la Pasión de Cristo.


Veneración de la reliquia de la Corona de Espinas el pasado domingo 23 de marzo en la Colegiata de Poissy
Asistió al I Concilio Ecuménico latino de Lyon (convocado en 1245 y presidido por el Papa Inocencio IV); donde, además de deponer y excomulgar al emperador Federico II se convocó la Séptima Cruzada, de la que se designó comandante en jefe a Luis IX.
Jean de Joinville fue el cronista oficial de San Luis IX. Amigo suyo y camarada en sus campañas de armas, sus escritos han creado la tan popular imagen pacífica y piadosa del Rey, y el propio Joinville prestó testimonio ante el Papa Bonifacio VIII,  que canonizaría a Luis IX en 1297.

Selle majestad de Saint Louis

Sello de San Luis IX depositado en los Archivos Nacionales de Francia

En un aspecto más terrenal, Luis IX tuvo que enfrentarse a Enrique III de Inglaterra, a quien venció en Taillebourg en 1242, firmando luego el Tratado de París de 1259, lo que trajo la paz, que se prolongó durante todo su reinado. Gracias a este tratado confirmó sus conquistas de Anjou, Turena y Maine, conservando solamente el monarca inglés la Guyena.
Más tarde la rebelión de los nobles ingleses contra Enrique III, conocida como Segunda Guerra de los Barones, repercutió en Francia. Con la derrota y prisión de Enrique en la Batalla de Lewes (1264), su esposa, la reina Leonor de Provenza, y su hijo mayor, el príncipe Eduardo, heredero del trono, se refugiaron en Francia, al lado de la reina Margarita -hermana mayor de Leonor-, quien convenció a su esposo Luis IX para que apoyara a Eduardo con un ejército para reconquistar el poder y liberar a su padre.
Luis IX fue el último monarca europeo que emprendiera el camino de las Cruzadas contra los musulmanes. La primera vez, entre 1248 y 1254, en lo que luego se llamó la Séptima Cruzada, San Luis desembarcó en Egipto y llegó a tomar la ciudad de Damieta, pero poco después sus tropas fueron sorprendidas por la crecida del Nilo y la peste. Combatiendo en terreno desconocido para ellos, los franceses, junto con su rey, cayeron prisioneros de sus enemigos y sólo se salvaron pagando un fuerte rescate. 
La Octava, en 1270, llevó a San Luis frente a Túnez, ciudad a la que puso sitio. Si bien al rey lo impulsaban móviles religiosos, no era el caso de su hermano, el bastante más terrenal Carlos de Anjou, Rey de Nápoles, cuyos intereses en Italia, que lo vincularon estrechamente al papado, lo pusieron en situación de acabar con la competencia de los mercaderes tunecinos del Mediterráneo.
La expedición fue un desastre. Buena parte del ejército fue atacado por la disentería, o según el historiador Fernand Destaing de fiebres tifoideas, al igual que el propio San Luis, que murió durante el sitio, sin haber conseguido su objetivo, el 25 de agosto de 1270.
A su muerte le sucedió en el trono su hijo, Felipe III el Atrevido.

Con su muerte, remate de una expedición carente de todo sentido militar, político y religioso salvo el antes mencionado de favorecer a Carlos de Anjou,, se extinguieron las Cruzadas. La lenta consolidación de los Estados monárquicos y el desarrollo cultural y comercial de la época gótica eran hechos incontrastables que alejaron de preocupaciones místicas a los gobernantes de aquel tiempo. Por otro lado, la Europa Occidental había llegado ya a su techo militar y no pudo desalojar a los musulmanes del Norte de África y del Cercano Oriente. Apenas veinte años después de la muerte de San Luis, los cristianos perdieron su última plaza fuerte en Tierra Santa, al caer en manos de los musulmanes San Juan de Acre, en 1291.
En este marco, a pesar de los fracasos temporales y el empeño por empresas que resultaron fallidas y le costaron la vida, su popular imagen dentro y fuera de su país y la encarnación del ideal de monarca cristiano, hacen de San Luis un modelo de gobernante católico y una figura predominante en la Universitas Christiana.




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