sábado, 5 de julio de 2014

BLANCA DE BORBÓN, UN DESTINO TRÁGICO

Armas de Castilla y de Borbón propias de la Reina Doña Blanca
Diseño: Heralder
La Reina consorte de Castilla, Doña Blanca de Borbón, nació en la ciudad d Vincennes (Francia). Era hija del duque Pedro I de Borbón (bisnieto de San Luis IX de Francia) y de Isabel de Valois (a su vez nieta de Felipe III de Francia). 
El rey Pedro I de Castilla, apodado posteriormente "el Cruel" o "el Justiciero", venía batallando desde su accesión al trono en 1350 una encarnizada lucha contra sus hermanos bastardos, Fadrique, Alfonso y Enrique de Trastámara, todos ellos hijos del difunto rey Alfonso XI con la sevillana Leonor de Guzmán.
Leonor de Guzmán fue asesinada poco después de la muerte del rey (1351), por órdenes de la reina viuda María de Portugal. Sus hijos entonces levantaron el estandarte de la rebelión contra Pedro I. Viendo el rey cómo sus hermanastros ganaban cada vez más adeptos en las ciudades castellanas, decidió entablar negociaciones con el reino de Francia, el cual podría ser un poderoso aliado para sus fines, no sólo en lo militar, sino también en lo económico.
Años antes, siendo príncipe heredero y con sólo un año de edad (1335), el rey Eduardo III de Inglaterra había entablado negociaciones para renovar la alianza castellano-inglesa y proponer un eventual matrimonio entre el pequeño príncipe y su hija Isabel. Sin embargo, el rey Alfonso XI rechazó dicho compromiso por considerarlo muy prematuro. En 1342 el rey Eduardo III volvió a proponer un enlace con otra de sus hijas, la princesa Juana. El tratado, junto con la promesa matrimonial, fue firmado en 1345. Un mes antes, Castilla había firmado un tratado con Francia, en el cual se contemplaba, para afianzar la alianza, un eventual enlace nupcial. No obstante, dichas tentativas con Francia no dieron fruto y el compromiso entre Pedro y Juana de Inglaterra se formalizó.
Cuando la princesa ya estaba a punto de encontrarse con su futuro esposo, murió víctima de la peste, en 1348. Este hecho propició la ruptura del esperado enlace dinástico entre Castilla e Inglaterra y, aunque Eduardo III tenía más hijas en edad casadera, no se sugirió un nuevo compromiso nupcial.
Dobla de oro de Pedro I
Foto: Louisonze
La reina madre, María de Portugal, y el ayo del rey Pedro, Juan Alfonso de Alburquerque, presionaron al joven soberano para aceptar el enlace con Francia. El Papa Clemente VI, en connivencia con el rey Juan II de Francia, dirigió a la reina diversas misivas desde Aviñón, aconsejándole reforzar la alianza con Francia mediante un enlace matrimonial. La guerra con sus medio hermanos hizo que el rey Pedro I finalmente aceptara los consejos de su madre y de Albuquerque.
En un primer momento, se trataba de que la novia francesa fuera la reina viuda de Francia, Blanca de Navarra, pero ella se opuso a dicho enlace, aduciendo su viudez.
Durante las cortes de Valladolid de 1351, se presentó formalmente una embajada francesa para acordar los términos del enlace real. Se acordó entonces que la elegida fuera una de las hijas del duque Pedro I de Borbón, resultando Blanca, la mayor de ellas, llamada a convertirse en reina de Castilla.
Un hecho curioso es que, a pesar de ir a solicitar la mano de Blanca de Borbón, la delegación castellana, una vez en Francia, volvió a reiterar la petición que ya se hiciera a Blanca de Navarra, pero ella volvió a rechazarla por los mismos motivos. Se desconoce la explicación a este suceso, pero algún reparo pusieron los miembros de dicha delegación a Blanca de Borbón. Pese a las dudas, la petición matrimonial se llevó a cabo.
El 2 de julio de 1352 se firma el tratado de alianza entre Francia y Castilla y el contrato matrimonial, el cual es ratificado cinco días después en Francia por el rey Juan II y el 4 de noviembre del mismo año, el rey Pedro hacía lo mismo en Castilla.
El rey de Francia se comprometía a pagar como dote de Blanca la suma de 300.000 florines de oro, los cuales serían entregados a plazos de la siguiente manera:
  • 25.000 florines en la siguiente Navidad.
  • 25.000 florines al abandonar Blanca el reino de Francia.
  • 50.000 florines cada año el día de Navidad hasta completar los 300.000 acordados.

Juan II de Francia
Asimismo, el rey castellano se comprometía a otorgar las villas de Arévalo (Ávila), Sepúlveda y Coca (Segovia) y Mayorga (Valladolid), así como sus rentas, a su futura esposa, en calidad de usufructo. Si dichas rentas no alcanzaban para igualar a las de la reina madre María, debían serle entregadas otras hasta emparejarlas. Si Blanca moría sin hijos, el rey Pedro debería devolver el total de la dote a Francia.
Todas las negociaciones, el pago de la dote, así como el rico ajuar que Blanca llevaría a Castilla, fueron totalmente elaborados y sufragados por el rey Juan II de Francia. El duque de Borbón fue mantenido al margen.
Sin embargo, el rey Juan II se retrasó en el pago de los primeros 25.000 florines para la Navidad, como estaba pactado. La comitiva que debía trasladar a Blanca se demoraría siete meses en llegar a su destino. Durante su ruta hacia Castilla, Blanca se detuvo en Aviñon, donde conoce al Papa Inocencio VI, quien se convertiría en su principal y único defensor.
Blanca nunca deseó el matrimonio, y hasta en tres oportunidades renegó de éste, pero, obligada por el rey Juan II, su padre, su cuñado y hasta por su propia hermana Juana, aceptó su destino.
En enero de 1353 Blanca llega finalmente a Barcelona y en febrero a Valladolid. Sin embargo, al ver que el soberano francés actuaba con total deshonestidad, los 25.000 florines acordados para la Navidad no habían llegado, enviándole solamente los 25.000 florines acordados por la salida de Francia, el rey Pedro decidió retrasar el matrimonio. Además, para ese momento, el rey Pedro ya tenía amores con María de Padilla, la cual ya le había dado una hija.
Aunque muchos historiadores han querido dar al retraso de la boda un sentido romántico, alegando que el rey no quería casarse por el amor a la de Padilla, la realidad bien vendría a ser muy diferente, pues un año más tarde se casó con Juana de Castro, luego de que consiguiera que las autoridades eclesiásticas declararan nulo su matrimonio con Blanca. Todo esto apuntaría a confirmar la falta del pago de la dote como verdadera causa del retraso de las nupcias.
Finalmente, ante las presiones de su madre y de Albuquerque, el rey Pedro decide llevar a cabo la boda.
El matrimonio entre el rey Pedro de Castilla y Blanca de Borbón se celebró en Valladolid el 3 de junio de 1353. Sin embargo, a los dos días de celebrado el enlace, el rey abandona a su esposa, negándose a convivir con ella nunca más.
Aunque se han esgrimido numerosas teorías y leyendas ante el extraño comportamiento del soberano (algunos aseguran el abandono a la reputación de Blanca, la cual habría tenido amores con el hermano bastardo del rey, Fadrique, durante su viaje a Castilla; otros, alegan el amor del rey hacia María de Padilla), lo cierto es que la verdadera causa se podría deducir de la correspondencia entre el rey y el Papa Inocencio VI. En dichas cartas el Papa exhorta al rey a recibir a Blanca como su legítima esposa, pero el rey, en respuesta, aduce que por "ciertas confesiones" hechas por su esposa, se sentía engañado y por ello no podía continuar con el matrimonio.
Armas papales de Su Santidad Inocencio VI
Diseño: Odejea
Lo más probable es que, una vez a solas, Blanca haya dicho a su esposo -confiada en que ya eran marido y mujer y por tanto no tenía nada que perder-, que el rey de Francia no disponía del capital suficiente para pagar la dote acordada, lo que además le habría llevado a retrasar su partida desde Francia. El rey Pedro, presionado por su familia y demás consejeros a este enlace, se habría enfurecido con razón ante tal engaño, desquitándose con la única persona que tenía a mano: Blanca. Y corrobora esta creencia el hecho de que el rey Pedro nunca entregara a Blanca las villas y las rentas que se habían pactado y que Juan II nunca reclamara la devolución de los bienes de ella, pues, como ya se dijo, acudió a Castilla con un rico ajuar pagado por el rey francés.
El abandono de la reina desataría una encarnizada guerra civil en el reino de Castilla: por un lado, el bando del rey, apoyado nada menos que por sus hermanos bastardos Enrique y Tello y los infantes de Aragón, bajo la promesa de grandes favores, y por otro, el bando de la reina madre y Albuquerque, al que se unieron numerosos nobles castellanos.
Inmediatamente después de ser abandonada por el rey, Blanca pasó algún tiempo en Medina-Sidonia (Cádiz) junto a la reina madre; pero, cuando estalla la guerra civil en Castilla, el rey ordena que sea enviada al Castillo de Arévalo y luego al Alcázar de Toledo, desde donde ella envía cartas al Papa Inocencio VI en las que dice que el rey Pedro la sometía a grandes privaciones. Algunos historiadores dudan de la veracidad de estas alegaciones.
Gracias a dichas cartas -que rápida y convenientemente se hicieron públicas-, el pueblo toledano se sublevó contra el rey y se puso del bando de Blanca, al que se unen también numerosos nobles. Blanca abandonó el Alcázar, desobedeciendo a su esposo, refugiándose en la Catedral, desde donde organizó a sus adeptos, dándoles ayuda económica para su causa. El rey llegó incluso a caer prisionero en Toro, pero logró huir gracias a la ayuda de su tía Leonor y sus primos los infantes de Aragón, a los que prometió grandes beneficios.
Entre 1355 y 1359 Blanca es confinada en el Castillo Episcopal de Sigüenza, y posteriormente trasladada a El Puerto de Santa María (probablemente al ahora conocido como Castillo de Doña Blanca), para evitar que sea liberada por el bando aragonés (una vez que los infantes de Aragón descubrieran que habían sido engañados por el rey Pedro y nunca recibieran las recompensas prometidas) y fuera bandera de su causa. Entretanto, el rey regresaba al castillo de Urueña (Valladolid) donde se alojaba su amante, María de Padilla, viviendo con ella definitivamente.
En 1361, Blanca fue de nuevo enviada a Medina Sidonia, a fin de mantenerla alejada de los enfrentamientos entre Pedro I y el Reino de Aragón y, al mismo tiempo, el Papa Inocencio VI presionó para que fuera liberada.
Representación de Medina Sidonia, coronada por su fortaleza
Sin embargo, y con sólo 22 años de edad, la reina Blanca de Borbón fue asesinada por orden del propio Pedro I, en la fortaleza de Medina Sidonia.
Tras su asesinato, el cadáver de la reina Blanca de Borbón recibió sepultura en el Monasterio de San Francisco de Jerez de la Frontera, y el sepulcro que contenía sus restos mortales permaneció en la capilla mayor de la iglesia del monasterio hasta que la reina Isabel la Católica ordenó trasladarlo al altar mayor. El sepulcro es de mármol y está adornado con los escudos de Castilla y Borbón.
Inscripción del sepulcro de la Reina Doña Blanca de Borbón en el que se cita la crueldad de su muerte "Occubuit iussu Petri mariti crudelis"
Foto: Lancastermerrin88

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