martes, 2 de diciembre de 2014

EL GRAN CAPITÁN, VIRREY DE NÁPOLES

Armas del Gran Capitán
Diseño: Paliano

Sobradamente conocido por sus grandes cualidades de táctico y de estratega, Don Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, fue también Virrey de Nápoles en nombre del rey Fernando el Católico.
Esta nueva etapa de su vida comenzó tras la victoriosa batalla de Garellano y la rendición de los franceses en Gaeta. Nápoles quedaba para la Corona de Aragón.
Don Gonzalo Fernández de Córdoba
Terminada la guerra, Don Gonzalo Fernández de Córdoba gobernó como virrey de las tierras napolitanas durante cuatro años, con toda la autoridad de un soberano. Fue instrumento del envío a España como prisionero en 1504 de César Borgia, hijo del Papa Alejandro VI (Rodrigo Borgia) para su custodia en la fortaleza de Chinchilla.
Pero César Borgia logró escapar en 1506 a Navarra. Allí pasó a ser nombrado Condestable de Navarra por su cuñado el rey consorte Juan III de Albret, marido de la reina titular de Navarra Catalina I, quienes luchaban por evitar la absorción de su pequeño reino por una coalición castellano-aragonesa. César Borgia acabaría perdiendo la vida en la batalla de Viana en marzo de 1507. Los beamonteses navarros verían más de un 80% del territorio del reino incorporado a los dominios de Fernando II de Aragón y de su nueva y joven esposa Germana de Foix en 1512 tal como propugnaban y en el interregno 1516-1520, a los de su nieto Carlos I.
Recreación de la figura del Gran Capitán 
Foto: www.elgrancapitan.org
A la muerte de Isabel la Católica, el rey Fernando se hizo eco de ciertos rumores que acusaban a Gonzalo Fernández de Córdoba de apropiación de fondos de guerra durante el conflicto italiano, lo que unido a los temores de que se hiciese independiente gracias a la gran fama y notoriedad adquiridas, acabó con su destitución del mando, y aunque no está demostrado que le pidiese cuentas, Gonzalo, para justificar que lo que se decía de él no era cierto, presentó unas cuentas que se conservan en el Archivo General de Simancas. El detalle de las mismas era tal, que han quedado como ejemplo de meticulosidad en la lengua popular o también para una explicación pedida por algo a la que no se tiene derecho.
La tradición propone la respuesta de Don Gonzalo al rey Fernando, "las cuentas del Gran Capitán", de las que hay varias versiones; la más común diría:
Por picos, palas y azadones, cien millones de ducados; por limosnas para que frailes y monjas rezasen por los españoles, ciento cincuenta mil ducados; por guantes perfumados para que los soldados no oliesen el hedor de la batalla, doscientos millones de ducados; por reponer las campanas averiadas a causa del continuo repicar a victoria, ciento setenta mil ducados; y, finalmente, por la paciencia de tener que descender a estas pequeñeces del rey a quien he regalado un reino, cien millones de ducados.
Pese a sus deseos de volver a Italia, el Gran Capitán no fue llamado a ocupar un nuevo mando en esas tierras. Don Gonzalo entonces, se retiró a Loja (Granada) donde murió en 1515. Sus restos reposan para la eternidad en una cripta del Real Monasterio de San Jerónimo de Granada. Junto al altar, su escultura orante aguarda la consumación de los tiempos.
Lápida de acceso a la cripta de San Jerónimo conteniendo un bello epitafio latino en el que se glosan los méritos del Gran capitán
Foto: Macucal
El Gran Capitán fue un genio militar excepcionalmente dotado, que por primera vez manejó combinadamente la infantería, la caballería, y la artillería, aprovechándose del apoyo naval. Supo mover hábilmente a sus tropas y llevar al enemigo al terreno que había elegido como más favorable. Revolucionó la técnica militar mediante la reorganización de la infantería en coronelías (embrión de los futuros tercios). Idolatrado por sus soldados y admirado por todos, tuvo en su popularidad su mayor enemigo.

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