lunes, 13 de abril de 2015

EL EDICTO DE NANTES

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El célebre Edicto de Nantes (1598)
Foto: Asamblea Nacional de Francia

El Edicto de Nantes era firmado un 13 de abril de 1598 en aquella ciudad francesa por el rey Enrique IV de Francia. Fue un decreto que autorizaba la libertad de conciencia y una libertad de culto limitada a los protestantes calvinistas (hugonotes). La promulgación de este edicto puso fin a las Guerras de Religión que convulsionaron Francia durante la segunda mitad del siglo XVI.
El Edicto de Nantes consta de cuatro documentos:
1) Una primera patente (llamada brevet) promete una subvención anual de 45.000 escudos para cubrir las necesidades del culto protestante y la remuneración de los «ministros» (pastores).
2) El edicto propiamente dicho, formado por 92 artículos públicos. Declarado «perpetuo e irrevocable», solo podría ser revocado por un nuevo edicto real.
3) Los 56 artículos secretos o “particulares”, firmados el 2 de mayo de 1598, los cuales trataban de la aplicación práctica del edicto en casos locales concretos.
4) Una segunda patente aseguraba a los protestantes 150 «lugares de refugio» concedidos para 8 años, entre ellos 51 plazas fuertes (llamadas «plazas de seguridad») guardadas por regimientos protestantes. Prorrogada en 1606, 1611 y en 1615, esta patente fue suprimida por Luis XII en la Paz de Alés de 1629.
Los tratados de paz anteriores constituyeron la estructura básica del acuerdo, pues sirvieron de base a dos tercios de los artículos. No obstante, a diferencia de los tratados anteriores, la redacción de este edicto tardó bastante. Su inusitada extensión se explica por el hecho de que aclaraba las dificultades con minuciosidad.
Garantizaba la libertad de conciencia en todo el reino y aseguraba también la libertad de culto en aquellos lugares y castillos en los que los protestantes ya estaban instalados desde antes de 1597.
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Placa conmemorativa en la ciudad de Nantes
Foto: HommeVyi
El edicto de Nantes fue el primer acuerdo entre católicos y hugonotes que realmente fue aplicado y respetado, hasta que se reavivaran los conflictos bajo Luis XIII. Treinta y seis años de guerra civil habían convencido a un número creciente de franceses que solo la tolerancia religiosa podía salvar el Reino. El concepto de tolerancia era nuevo: inexistente antes de 1560, adquirió poco a poco su sentido moderno durante las guerras de religión.
El edicto concedía libertad de conciencia a los protestantes franceses en su artículo 6, además de asegurarles la posición de una minoría respetada con derechos y privilegios. Uno de los artículos secretos incluso les garantizaba protección contra la Inquisición cuando viajaran al extranjero. Además, les confería el mismo estado civil de los católicos y el derecho a desempeñar cargos públicos.
Enrique IV
El deseo final del rey era que los protestantes volvieran a la fe católica, pero, entretanto, la convivencia religiosa fue una solución de compromiso: el único medio para que “todos nuestros súbditos puedan adorar y orar a Dios”, dijo el monarca.
En realidad, el edicto favorecía al catolicismo, que fue declarado religión dominante y habría de ser restablecido en todo el reino. Los protestantes debían pagar el diezmo eclesiástico y respetar las fiestas de la Iglesia y las restricciones canónicas sobre el matrimonio. El ejercicio del culto protestante se limitó a zonas geográficas específicas y estaba prohibido donde no se autorizaba expresamente, como en la Corte y a menos de cinco leguas de París, así como en el ejército. El edicto sólo trató la coexistencia entre protestantes y católicos, pero no incluyó las demás minorías religiosas.
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Muro de los Reformadores
Foto: Clément Bucco-Lechat 
Indudablemente, este tratado no fue acogido con agrado. El Parlamento de París obligó a renegociar sus artículos, que pasaron de 95 a 92, antes de ratificarlo el 22 de febrero de 1599, y la mayoría de los parlamentos provinciales lo ratificaron en 1600. El parlamento de Ruan no lo aceptó hasta 1609, y el papa Clemente VIII lo criticó con fuerza.
Los católicos vieron en este edicto un medio para contener a los protestantes, soñando con su desaparición. Por otro lado, los protestantes no consideraban este edicto más que como una pausa en espera de la conversión de los católicos.
El edicto se refirió al protestantismo como una religión, no como una herejía. El reconocimiento de otra religión fuera del catolicismo abrió el camino para el pluralismo religioso, reconociendo que la religión no era el factor determinante en lo relacionado con la lealtad al Estado o la identidad nacional.
Al firmar el edicto, Enrique IV estaba interesado principalmente por la unidad civil. Aunque la Iglesia católica retuvo cierto grado de autoridad, el poder del Estado se vio grandemente reforzado. El monarca juzgaría como árbitro en los conflictos. Las soluciones políticas o legales a los problemas religiosos significaban que la política dominaría sobre la religión.
La vertiente militar del edicto de Nantes, es decir, la posibilidad, para los protestantes, de conservar algunas plazas fuertes militares, fue revocada por Luis XIII, con la promulgación del Edicto de Gracia de Alés, el 28 de junio de 1629. Este decreto prohibió las asambleas políticas y suprimió los lugares seguros de los protestantes, permitiendo, no obstante, la libertad de culto en todo el reino, salvo en París.
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Revocación del Edicto de Nantes en 1685
A partir de 1660, fue emprendida por Luis XIV, en todo el Reino, una política de conversión de los protestantes al catolicismo. Este plan de conversión se llevaba a cabo por medio de unos misioneros, reforzado con diversas presiones.Esta política de conversiones más o menos forzosas resultó eficaz, cuando menos oficialmente, aunque la práctica clandestina del protestantismo siguió manteniéndose incluso dentro de las familias recién convertidas al catolicismo.
Para acabar con esta política, el texto religioso del edicto de Nantes fue revocado por el mismo Rey Sol en 1685 mediante el Edicto de Fontainebleau. El protestantismo fue prohibido en todo el territorio francés a partir de aquel momento.

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