domingo, 19 de abril de 2015

LA CARTUJA DE MIRAFLORES

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Vista exterior de la Cartuja de Miraflores

La Cartuja de Miraflores es un monasterio edificado en una loma a unos tres kilómetros del centro de la ciudad de Burgos.
Su origen se remonta al año 1442, cuando el rey Juan II de Castilla decidió donar un palacio de recreo, erigido por su padre Enrique III en 1401, a la Orden de los Cartujos para convertirlo en monasterio. De esta manera, el rey cumplía la voluntad de su padre señalada en su testamento. Los cartujos se instalaron en este sitio hasta que un incendio, acaecido en 1452, provocó la destrucción del palacio. En 1453 se decidió construir un nuevo edificio, el existente en la actualidad, y pasó a llamarse Cartuja de Santa María de Miraflores.
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La Reina Isabel, orante
Foto: Rowanwindwhistler
Las obras fueron encargadas a Juan de Colonia, comenzándose en 1454, siendo continuadas a su muerte por su hijo, Simón de Colonia. Las obras se completaron en 1484 a instancias de la reina Isabel la Católica, hija de Juan II.
Joya del arte Górico final, en su conjunto destaca la iglesia, con portada occidental en estilo gótico isabelino decorada con los escudos de sus fundadores. El templo consta de una única nave cubierta con bóveda estrellada, con capillas laterales, y rematada por un cabecera poligonal.
El retablo mayor, de madera policromada, fue tallado por el artista Gil de Siloé y policromado y dorado por Diego de la Cruz. Se trata sin duda de una de las obras más importantes de la escultura gótica hispana, por su originalidad compositiva e iconográfica y la excelente calidad de la talla, valorada por la policromía.
El espectacular retablo y las tumbas de Juan II e Isabel de Portugal
Foto: Ecelan
El conjunto de sepulcros reales fue obra del artista Gil de Siloé por encargo de la reina Isabel la Católica. Por una parte se encuentra el sepulcro de Juan II e Isabel de Portugal, colocado en el centro de la nave, con forma de estrella de ocho puntas. 
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Sepulcro de los reyes Juan II e Isabel de Portugal, obra de Gil de Siloé
Foto: Ecelan
Y en el lado del Evangelio de la iglesia se encuentra el sepulcro del infante Don Alfonso de Castilla, hermano de la Reina Isabel la Católica. Ambos sepulcros fueron realizados en alabastro y son joyas de la escultura del Gótico tardío.
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Sepulcro del Infante Don Alfonso, por Gil de Siloé
Foto: Ecelan
Relevancia tiene así mismo la sillería gótica del Coro de los Padres, obra de Martín Sánchez, vecino de Valladolid, y la renacentista del Coro de los Hermanos, de Simón de Bueras. En una de sus capillas laterales se encuentra expuesta la escultura de San Bruno, fundador de la orden cartuja, realizada por Manuel Pereira en época barroca. También se puede contemplar una Anunciación, de Pedro Berruguete.
Como consecuencia de la Desamortización de Mendizábal desapareció el culto, hasta que el arzobispo de Burgos Anastasio Rodrigo Yusto, restableció a los cartujos.
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Ángeles tenantes con las armas de la Corona de Castilla 
Foto: Rowanwindwhistler
"De lo bello a lo divino", es una exposición situada en las capillas laterales de la nave central. En ella se muestra al público una variada selección de piezas de alta calidad entre las que se incluyen obras de Pedro Berruguete, Sorolla o Manuel Pereira entre otros. Destaca, entre los muebles litúrgicos exhibidos, un bojarte (tabla para organizar las misas), que procede de la primitiva fundación.
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El cartujo se acuesta muy pronto, entre las 7,30 y las 8,00 de la tarde. Cuatro horas más tarde, a las 11,30 de la noche, se levanta y comienza su jornada. Después de asearse y de rezar un rato en el oratorio de su ermita, a las 0,15 horas, la campana de la torre convoca a los monjes a la oración de la noche en la iglesia. Son los Maitines y los Laudes, oración cantada, compuesta de salmos, lecturas de la Sagrada Escritura y de los Santos Padres, preces y oraciones por las necesidades del mundo y de la Iglesia. Este largo oficio litúrgico de la noche es muy apreciado por los monjes, cuando el silencio de la noche convida a una oración más fervorosa. Se prolonga hasta las 2,15 y 3,00 de la mañana. 

De vuelta a su ermita el cartujo hace una breve oración a la Virgen María en su oratorio y se acuesta sin tardanza. A las 6.30 de la mañana se levanta y dedica esas primeras horas a la oración. A las 8,00 se reúne la comunidad en la iglesia para la Misa, que siempre es cantada. La mañana transcurre en la ermita dedicada al estudio, la lectura meditada de la Sagrada Escritura, el trabajo manual. La comida es a las 11,30 y la tarde sólo se interrumpe para cantar en la iglesia el oficio litúrgico de Vísperas.


Se ha dicho que el cartujo es un ermitaño que vive en comunidad. Pasa la mayor parte del día en su ermita, de donde sólo sale para la Misa, el canto de Vísperas a media tarde y los Maitines y Laudes que se cantan en la iglesia a media noche. En la ermita ora, estudia, trabaja, come y duerme. Todas las ermitas están adosadas al claustro y completamente separadas unas de otras. Junto a la puerta de la ermita hay un ventanillo en el que se deposita la comida. La primera pieza es una amplia habitación, a modo de zaguán, llamada “avemaría” porque siempre que entra el monje reza un avemaría. Junto al zaguán hay un taller donde el monje puede trabajar la madera, torno, encuadernación, etc. Completa la planta baja de la ermita un pequeño jardín donde cultiva sus flores, sus hortalizas, y le sirve a la vez de asueto. En la planta superior se encuentra el oratorio, una pequeña habitación que sirve de estudio, el dormitorio y el servicio.
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Los domingos y fiestas domina la vida de comunidad, ya que todos los oficios litúrgicos se cantan en la iglesia, se come en el refectorio común y hay un rato de recreo. Los lunes cuentan también un paseo de unas cuatro horas de duración por la campiña, fuera del monasterio, en el que se conversa animadamente.
La vida del cartujo tiene que enhebrar cosas tan opuestas como la vida eremítica y la vida comunitaria, la soledad y la vida fraterna, el silencio y la cordialidad. En la síntesis está el equilibrio.


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