domingo, 13 de diciembre de 2015

EL MONASTERIO DE LA CARTUJA DE SEVILLA, LUGAR COLOMBINO

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Exterior de la Cartuja de Sevilla
Foto: Sergio Lora Villar

El espacio que hoy ocupa el Monasterio de Santa María de las Cuevas (Cartuja de Sevilla) era utilizado por los almohades en el siglo XII como lugar destinado a hornos alfareros de cocción. Los musulmanes aprovecharon su situación junto al río Guadalquivir y la abundancia de arcillas, que extraían labrando cuevas (más tarde continuarían con la extracción de arcilla también los alfareros de Triana), y existe una leyenda de alrededor del año 1248 que cuenta que se halló una imagen de la Virgen María en una de las cuevas (se supone que la escondieron durante la época musulmana) . Tras el hallazgo y la reconquista cristiana por Fernando III el Santo,  se construye la Ermita Santa María de las Cuevas para venerar el icono. A finales del siglo XIV, era dirigida por la Orden Franciscana.
Con el tiempo aumentó la devoción hasta llegado el año 1400 en que se transforma en Monasterio, fundado por el entonces Arzobispo de Sevilla, don  Gonzalo de Mena y Roelas, ayudado por el noble Ruy González de Medina. Los franciscanos fueron trasladados al Aljarafe y al terreno se añadieron extensas propiedades. Al ser miembro de una de las familias de más renombre dejó huella en el monumento plasmando el escudo heráldico familiar en las entradas y principales estancias.
La muerte del Arzobispo deja el conjunto en una difícil situación pues los fondos donados por Gonzalo de Mena fueron utilizados por el regente don Fernando de Antequera (durante la infancia de Juan II) para sufragar sus campañas militares.
Años más tarde, otro miembro de la aristocracia sevillana, el Adelantado Mayor don Perafán de Ribera, de la Casa de Alcalá, subvencionó la construcción de la iglesia y se responsabilizó del mantenimiento del monasterio siempre que tuviera derecho a ser enterrado en el edificio y sus armas heráldicas ocuparan el lugar de las del Arzobispo. También la familia de los Veraguas aportó bienes para su supervivencia.
A finales del siglo XV se establece en el monasterio la Orden de los Cartujos.
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Fachada gótica de la iglesia monacal
Foto: Anual
La Cartuja tuvo dos hospederías, una en el exterior del edificio dando a la Huerta Chica, hoy escritorios de la antigua fábrica de loza, donde se acogía a los parientes de los frailes, a los que iban de camino y a los peregrinos que se iban allí para hacer prácticas de piedad o ejercicios espirituales, y otra, en la que los monjes tenían dispuestos algunos departamentos con hermosos salones, que se encontraba cerca de la biblioteca y alojaba a personas de calidad, hombres de estudio y artistas. Allí residió Felipe II cuando visitó el monasterio, donde pintaron cuadros Zurbarán y Pacheco y donde el entallador Duque Cornejo realizó algunas obras. Probablemente allí fue también donde Colón residió durante las largas temporadas que pasaba en Sevilla. El monasterio sirvió como retiro espiritual de Felipe II, el resto de reyes españoles que estuvieron de paso por Sevilla y personas de renombre como Arias Montano y Santa Teresa de Jesús.
Hasta comienzos del siglo XIX, la Cartuja fue un monasterio más donde se practicaba la oración, ayuno y el silencio (reflejado en los cuadros de Zurbarán que se conservan en el Museo de Bellas Artes de Sevilla). Era austero en sus cenobios, pero destacaba su gran decoración que fue aportada por sus benefactores desde los principios de su existencia, hasta que se sucedieron los hechos de la invasión por tropas francesas.
El mortífero terremoto de Lisboa de 1755 afectó gravemente al edificio. En 1810 durante la invasión francesa fue saqueada, haciendo desaparecer todo rastro decorativo, y utilizada por el ejército extranjero como cuartel general. La iglesia la convirtieron en cuadra.
Los cartujos fueron expulsados durante la invasión, huyeron a Portugal para regresar en 1812.
Entre los visitantes destacados, sobresale Cristóbal Colón y su familia, que eran amigos íntimos de Fray Gaspar Gorricio (albacea testamentario y consejero espiritual de sus hijos), del que recibió apoyo mientras se encontraba en Sevilla preparando sus expediciones al Nuevo Mundo. Colón consultó documentos en la biblioteca del monasterio para preparar la defensa de sus argumentos en Salamanca antes de realizar su primer viaje.
Claustro del siglo XV
Foto: José Luis Filpo Cabana
El Almirante hizo uso de las estancias del edificio para hospedarse mientras estaba en la ciudad, hecho decisivo para elegir la isla de la Cartuja como sede de la Exposición Universal de 1992. Gaspar le prestó su ayuda y conocimiento de las Sagradas Escrituras para la redacción del Libro de las Profecías, que el Almirante dedicó a los Reyes Católicos. Colón tenía abundante correspondencia con Gorricio y le enviaba, además, importantes archivos, joyas y dinero propio para que los guardara, patrimonio que luego fue reclamado por sus herederos. Gaspar era un fraile sevillano de ascendencia italiana, de la ciudad de Novara.
Otro amigo cartujo de Colón fue el padre Diego Luján, natural de Madrid. Fue hijo de Sancho de Padilla, rico-hombre de Enrique IV, y nieto de los Adelantados de Castilla. Los lujanes tenían parentesco con los condes de Paredes, los Almirantes de Castilla y los Almodóvar. Diego Luján había desempeñado importantes cargos en la cartuja de Cazalla, el Paular y Jerez y fue 3 veces prior de la cartuja sevillana.
Otra amistad suya en el monasterio hispalense fue Rodrigo de Marchena, hijo del alcalde mayor, y que probablemente era familiar del fraile de la Rábida Antonio Marchena, quien, junto con Juan Pérez, ayudaron enormemente a Colón para la consecución de sus objetivos.
La Cartuja poseía también el Señorío de Casalengua. Esta posesión constaba de una próspera aldea poblada con señorío y vasallaje, con terrenos para la agricultura y la pesca. En esta aldea pasó colón largas temporadas antes y después del 1492, en compañía de Luján y Gorricio.
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Monumento a Colón en La Cartuja
Foto: CVH
En 1502, en los preparativos de su cuarto viaje, Colón escribe una carta al Papa Alejandro VI dándole cuenta de sus descubrimientos y de la necesidad de rescatar el Santo Sepulcro. Le indicaba la necesidad de que fueran a las tierras descubiertas frailes benitos, jerónimos, cartujos y otros para predicar.
El Almirante propuso que los cartujos fundaran un monasterio en La Española y propuso a Gaspar Gorricio como prior y que este fuera acompañado de otros seis frailes para que instruyeran a los habitantes de esos territorios. Sin embargo, los cartujos se negaron, porque los priores de la orden estaban obligados a reunirse periódicamente para elecciones generales y nombramiento de sus cargos, lo que se hacía difícil si los priores se iban tan lejos.
El 20 de mayo de 1506 fallece Cristóbal Colón en Valladolid, de manera casual, ya que se encontraba de camino a la Corte itinerante de Fernando el Católico. Sus funerales se celebraron en la Iglesia de la Antigua y se depositó su cadáver en el Convento de San Francisco de la ciudad. Su hijo Diego Colón mandó trasladar los restos de Colón al monasterio de la Cartuja, probablemente, por el cariño que sentía Colón hacia este lugar. Los restos fueron entregados a la comunidad cartuja de Sevilla el 11 de abril de 1509. El traslado fue realizado por un primo de Cristóbal Colón, Juan Antonio Colón, que a su vez fue mayordomo de Cristóbal y de su hijo Diego. Sólo existían en el Monasterio de Santa María de las Cuevas dos bóvedas funerarias: la de los Ribera, en la iglesia grande, y la de los Henríquez, en la capilla de los Duques de Alcalá, sita en el claustrillo. Probablemente se situaron los restos en la de los Henríquez hasta que, en 1523, se finalizó la capilla de Santa Ana. También se ha dicho que en la capilla de Santa Ana se enterró también a su hermano Bartolomé Colón, sin embargo es probable que esto sea una errata, y que se refirieran a la tumba de su hermano Diego.
El 24 de febrero de 1526 fallece el hijo de Colón, también llamado Diego, en el municipio de la Puebla de Montalbán, en Toledo, cuando se dirigía a Sevilla para asistir a las bodas de Carlos V con Isabel de Portugal. Su cadáver fue trasladado al monasterio junto con el de su padre y su tío. El último Colón enterrado en la capilla de Santa Ana fue el sobrino nieto de Cristóbal Colón, Luis Colón y Toledo, tercer Almirante de la Mar Océana, quien permutó los cargos de virrey y gobernador de las Indias por los de duque de Veragua y marqués de Jamaica. Los restos Don Luis fueron trasladados a Santo Domingo a comienzos del siglo XVII.
En 1542 los restos de Colón fueron exhumados para llevarlos rumbo a Santo Domingo, aunque después volvieron a su ubicación definitiva en la Catedral de Sevilla.
Hernando Colón, hijo de Cristóbal Colón, según la tradición, plantó un ombú, planta arborescente que todavía puede ser visitada en el conjunto. Según otras versiones de esta historia, sería plantada por el propio Cristóbal Colón.
El ombú de La Cartuja
Foto: Anual
Los restos del hermano de Cristobal Colón, Diego Colón, se encuentran en la actualidad en el Museo de la Fábrica de loza de La Cartuja de Sevilla, situado en las instalaciones actuales de la Factoría. Gracias a estos restos se ha podido demostrar donde estaban los del almirante.
La marquesa viuda de Pickman mandó colocar un monumento a Cristóbal Colón en 1887 en los jardines.
Entre 1835 y 1836 se produjo la expulsión de los monjes de manera permanente, finalizando con cuatro siglos de vida en comunidad, era el periodo de la Desamortización de Mendizábal que decretó la extinción de las órdenes religiosas.
El comerciante Charles Pickman, procedente Liverpool y afincado en Sevilla para continuar con el negocio familiar, y contando con la financiación del banquero sevillano Juan Pedro La Cave Soulé, constituyó la sociedad y alquila primero el monasterio, que estaba abandonado y maltrecho, en 1838, comprándolo en 1840, para transformarlo en 1841 en lo que más fama y renombre ha dado al lugar, una fábrica de loza y porcelana china decorada a la manera inglesa haciéndose en poco tiempo la preferida por la clase acomodada, ya fuera para darle un uso particular como para adornar alacenas de todo el mundo, piezas que aún hoy día se pueden encontrar en perfecto estado de conservación en muchos casos.
1.2 Entrada de La Cartuja de Sta.  María de las Cuevas, Isla de La Cartuja.  Sevilla..JPG
Entrada de la Fábrica
Foto: Roberto Chamoso
La primera pieza que salió de la fábrica fue un palanganero con jarra que fue regalado al socio capitalista Juan Pedro La Cave, y que en la actualidad conservan sus familiares. Al principio de su funcionamiento la fábrica se adaptó al edificio siendo respetuoso con el mismo, pero la demanda de producción de loza terminó por utilizar todos los restos edificados sin piedad. En esta fecha es cuando se levantan los diez hornos de botella que dan originalidad al conjunto monumental de los que sólo quedan en pie cinco y unas cuantas chimeneas. La fabricación de loza y porcelana estuvo funcionando en el monasterio hasta 1982, fecha en que es desalojado.
Plato de la Cartuja de Pickman.JPG
Los clásicos diseños de La Cartuja
Foto: CVH
Fue declarado Monumento Nacional en 1964 y expropiado por el ministerio de Obras Públicas transfiriéndose en 1982 al gobierno de Andalucía.
Desde 1986 el gobierno autónomo de Andalucía se propuso restaurar y rehabilitar el conjunto y así poder recuperarlo para uso y disfrute de los ciudadanos, mostrando el esplendor que tuvo de su pasado monástico, militar y fabril. Para poder hacer efectiva sus pretensiones se creó en 1989 el Conjunto Monumental de la Cartuja de Sevilla, cuya misión era proteger el monumento, convirtiéndolo en centro de investigación y difusión cultural al tiempo que lo acondicionó con instalaciones expositivas para que formara parte de la Exposición Universal de 1992, de esta manera comenzó una nueva fase histórica para el monumento.
Las chimeneas de la Fábrica de La Cartuja, símbolo de la Exposición Universal de 1992
Foto: Lobillo
Con la Exposición Universal de Sevilla de 1992, además de cambiarse la infraestructura urbanística, también se recuperó en todo lo que pudo el monumento para la ciudad (sobre todo arquitectónico), sus huertos y jardines, aunque gran parte de su patrimonio ya estaba perdido el recinto recuperó parte de su belleza. Durante la Expo’92 fue el emblema de la muestra, sede del Pabellón Real, lugar de recepción de gobernantes y monarcas de todo el mundo.
A partir de 1997 comenzó a funcionar como museo al convertirse en sede el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, asumiendo para sí la gestión del personal y las colecciones que han sobrevivido del Conjunto Monumental de la Cartuja así como del Museo de Arte Contemporáneo de Sevilla. Por decreto pasó a ser un Organismo Autónomo dependiente de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. También alberga el rectorado de la Universidad Internacional de Andalucía.

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