viernes, 4 de marzo de 2016

GALERÍA DE MONÁRQUICOS ESPAÑOLES (IV): EUGENIO VEGAS LATAPIE



Eugenio Vegas Latapie nació en Irún en 1907.

Fue hijo de un militar regresado de Cuba y de una maestra francesa, que influyó decisivamente en su pensamiento cristiano. Dotado de una inteligencia privilegiada, se licenció en Derecho a los 18 años, ingresó con 19 en el Cuerpo Jurídico Militar y posteriormente, con tan sólo 22 años, en el Cuerpo de Letrados del Consejo de Estado.

Aún no había cumplido veinticinco años y ya había conseguido una audiencia con el Rey, donde expuso a Alfonso XIII el riesgo que corría la monarquía al desconocerse los argumentos que la hacen preferible a otra forma de gobierno; había provocado en la Academia de Jurisprudencia, reducto republicano, un verdadero alboroto proclamándose monárquico y había sido elegido presidente de la Juventud Monárquica Independiente.
Por aquel tiempo, Charles Maurras había revolucionado las universidades francesas con su Action Française, provocando un retorno masivo al principio monárquico. Vegas se interesó por ese movimiento hasta hacerlo propio, convirtiéndose en el monárquico por convicción que fue toda su vida. Pudo haber sido un investigador o un estudioso de gabinete, pero comprendió que su mentalidad matemática se desarrollaba mejor en la organización y que su fe en unos ideales producía un eficacísimo poder de convocatoria; por eso su labor no fue la de un misionero desde el púlpito sino la de un luchador en la acción política y la formación doctrinal, entendiendo, con su espíritu práctico, que así se influía más eficazmente en la sociedad.
La caída del gobierno Berenguer, con los sucesos que se viven a continuación, producen consternación en Eugenio que, años más tarde, definiría ese momento como «el suicidio de un régimen». El 14 de abril de 1931 se cumplen los peores augurios y cuando Vegas se dirigía a la estación del Norte para despedir a la Reina y las Infantas, un amigo lo localiza desde un coche y le comunica que las personas regias han decidido, en vista de la situación de la calle, tomar el tren en El Escorial, por lo que forma parte del reducidísimo grupo de personas que, en Galapagar, rindió homenaje a Doña Victoria Eugenia al abandonar España.
Un mes después es puesto bajo arresto en el castillo de Badajoz, por entender que había participado en la inauguración del Círculo Monárquico, aunque ese día estuviera ausente de Madrid. Fue la primera persecución que sufrió Eugenio en razón de sus ideas, pero no sería la única, pues, el temeroso presidente del Banco Central le instó a presentar su dimisión de la asesoría jurídica que allí desempeñaba.
Entre octubre y diciembre de 1931 nace la gran obra de Vegas: la Sociedad Cultural y la revista Acción Española con la que, bajo la dirección del marqués de Quintanar, Eugenio cumplía su propósito de tener un instrumento para poder impartir sus ideales. La utilizó con tanta eficacia que esa publicación fue el núcleo de oposición a la República y la tribuna donde los españoles aprendieron a conocer la doctrina monárquica.
El levantamiento del general Sanjurjoel 10 de agosto de 1932 supuso la suspensión de la revista y una orden de detención contra Vegas, que era absolutamente ajeno al intento de golpe de Estado. Eugenio decide expatriarse y tras un viaje rocambolesco llega al País Vasco francés, desde el que, esta vez sí, conspira contra la República, hasta que remite la persecución a los directivos de Acción Española y regresa a Madrid.
Inicia entonces una actividad casi frenética en favor de sus ideales: funda la editorial Cultura Española para publicar obras como la Encuesta sobre la Monarquía de Maurras y Monarquía de Sir Charles Petrie, entre otras muchas; mantiene reuniones con destacadas personalidades, viaja a Roma para el matrimonio de Don Juan, entonces Príncipe de Asturias, y sobre todo alienta la tertulia diaria de Acción Española, que con Maeztu, Pradera, Sainz Rodríguez, Eugenio Montes y Pemán va configurando el pensamiento político. En un editorial decía: «España agoniza de ignorancia desde que olvidó los verdaderos principios religiosos, sociales y políticos».
Con el estallido de la Guerra Civil el 18 de julio de 1936, se mueve para que el Príncipe de Asturias se incorpore al frente en Somosierra, aventura que termina por orden de Mola el primero de agosto en Aranda de Duero. Esos tristes años de contienda se dividen para Vegas Latapié entre sus desengaños ante la resistencia que encuentra para extender la doctrina que defiende en un régimen que podía pensarse favorable a ella -véase su acción desde el organismo oficial Prensa y Propaganda-, y sus incorporaciones a las trincheras para predicar con el ejemplo, donde fue un voluntario más en Somosierra, en la Ciudad universitaria y finalmente, con nombre supuesto, en la 11ª Compañía de la IV Bandera de la Legión, en la que causó baja cuando el general Yagüe se enteró de que tenía a sus órdenes a un capitán jurídico enrolado como legionario.
El 2 de diciembre de 1937 fue nombrado consejero nacional de FET y de las JONS, pero sería destituido al poco tiempo.
Su último intento de volver al frente fracasa porque es considerado un riesgo para el nuevo Estado, y se le destina a Ceuta, destino que oculta un destierro legal. Terminada la guerra, consigue finalmente abandonar la plaza de soberanía y viaja a Roma para instruir en Derecho Público al príncipe de Asturias y aconsejar a Alfonso XIII la abdicación, que al fin se produce en forma de renuncia muy poco tiempo antes de la muerte del Rey. Vegas asiste en Roma al entierro del Monarca junto a los españoles que habían acudido por avión y tren, pues al buque Mallorca no se le autorizó a salir «por razones de seguridad marítima».
La frustración que siente por la política del todopoderoso ministro Serrano Suñer, que es compartida por altos mandos del ejército, le lleva a una intensa actividad conspiratoria con generales distinguidos: Yagüe, Muñoz-Grandes, Orgaz, Aranda, Queipo de Llano...
El escrito de los Generales del 15 de diciembre de 1942 va a suponer que el Gobierno decrete la clausura de Cultura Española y el confinamiento de Vegas en las islas Canarias, pero éste se adelanta a los acontecimientos y se autodestierra uniéndose al Conde de Barcelona en el exilio. Al poco tiempo es nombrado jefe de la Secretaría Política de Don Juan, cargo en el que permanecerá hasta 1947.
Acompañará a don Juan de Borbón, primero en Lausana y después en Estoril.
Ésa es la época de mayor influencia de Eugenio en el campo monárquico. En sintonía con José María Gil-Robles suscita una política de independencia y firmeza ante el Régimen de Madrid: en 1943 se da a conocer el manifiesto de Lausanne y el escrito de los Procuradores, que se traduce en numerosos confinamientos de destacados personajes monárquicos. También se empieza a nombrar representantes del Rey en España y se constituyen el Consejo Privado de la Corona y el Consejo Acción Monárquica.
El año 1946 los Reyes se trasladan a Estoril como una medida de presión ante el Gobierno español y para facilitar la comunicación con el país, y allí se publican las Bases de Estoril, catálogo ideológico de la monarquía por restaurar.
Al año siguiente tiene lugar el referéndum para la Ley de Sucesión y como consecuencia el controvertido Manifiesto de Estoril y las declaraciones de Don Juan a «The Observer», diseñadas para recordar, a las potencias vencedoras en la Segunda Guerra Mundial, la solución monárquica e impedir la entrega de España al aliado Stalin.

Eugenio, que tiene quebrantada la salud, es consciente de que su política es contestada por importantes personalidades españolas, que prefieren una postura menos enérgica, por lo que tras serena meditación el 23 de Septiembre de 1947 presenta su renuncia a la Secretaría Política.
Don Juan contesta a su carta de dimisión, con otra caríñosísima en la que le dice: «Has postergado durante tanto tiempo y en forma verdaderamente inhumana todos tus intereses personales y tus deberes familiares», y tras confirmarle que le tiene «un enorme aprecio y agradecimiento por su lealtad sin límites», concluye que ya que ha decidido «retirarse por ahora de la política activa», le pide sea el preceptor del Príncipe. «No hay hoy en España quien haya acumulado con su trabajo, un caudal de doctrina sana monárquica, como tú, y tengo un deber en procurar que ese tesoro no se pierda para España y la Monarquía».

Eugenio se instala en Friburgo, ciudad del centro escogido para el Príncipe de Asturias, y el heredero vive con él y recibe clases de español e historia para completar las enseñanzas del colegio. Los fines de semana ambos viajan a Lausanne para visitar a la Reina Victoria.
El verano siguiente tiene lugar la entrevista en pleno mar Cantábrico entre el Conde de Barcelona y el General Franco, que va a modificar la educación programada para Don Juanito. En octubre, discípulo y maestro regresan desde Friburgo a Estoril y Vegas se despide del Príncipe con estas palabras: «Si alguien se atreviera a decir a V. A. que le he abandonado, sepa que no es verdad. No han querido que yo siguiera a su lado y me tengo que resignar. Que Dios le bendiga y que rece alguna vez por mí, desea y le pide su fiel servidor, que le quiere con toda el alma».

La vida política de Eugenio termina en esa fecha; tiempo después regresó a España y cuando conoció el movimiento de La Cité Catholique, renovó la lucha de toda su vida pero concretándola al campo doctrinal. Verbo es la publicación que contempló esa su última etapa y las tertulias vespertinas de Gurtubay 5, la tribuna apasionada donde los jóvenes acudíamos para conocer las razones de la Monarquía y los principios del Derecho Público Cristiano.
Desde 1949 residió en Santander y posteriormente se convirtió en asesor jurídico del Banco Central.
Su autobiografía Memorias politicas. El suicidio de la monarquia y La Segunda Republica apareció en 1983 y reveló su desilusión con su carrera política.
Falleció en Madrid el 19 de septiembre de 1985

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