domingo, 24 de septiembre de 2017

1529: SOLIMÁN EL MAGNÍFICO FRENADO A LAS PUERTAS DE VIENA

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La ciudad de Viena en 1529 según el mapa circular de Niklas Meldeman
El sultán Solimán el Magnífico accedió al trono de la Sublime Puerta el año 1520. Con grandes fuerzas en los Balcanes, pidió al rey Luis II de Hungría  que le rindiera tributo. El monarca magiar hizo matar a los embajadores otomanos como respuesta. Posteriormente solicitó apoyo al emperador Carlos V, pero éste tenía comprometidas sus tropas en Italia en respuesta a las agresiones de Francisco I de Francia , quien había prometido en carta escrita al sultán turco estando preso en Madrid, que abriría un segundo frente en el oeste de Europa para que los otomanos avanzaran por el este.
A la muerte de Luis II en la batalla de Mohács ante los turcos (28 de agosto de 1529), el archiduque Fernando de Austria, hermano menor del Emperador y cuñado del rey húngaro, reclamó el trono y fue elegido rey de Hungría. Ante tales noticias, los otomanos decidieron entrar en Austria y llegaron ante Viena el 27 de septiembre de 1529. Se desconoce con precisión el número de efectivos turcos ya que las estimaciones van desde 90.000 hasta 200.000 hombres.
Muerte de Luis II en la batalla de Mohács (1529)
Los defensores austriacos de la ciudad (poco más de 20.000 hombres) recibieron poca ayuda exterior, aunque a la postre fue relevante. Ésta se componía de tropas venidas de distintos lugares de Europa, pero tenía su núcleo fuerte en 1.500 lansquenetes alemanes  dirigidos por el conde Nicolás de Salm, veterano de la batalla de Pavía, y 700 arcabuceros españoles enviados por la reina viuda María de Hungría, hermana de Fernando. Estos últimos destacaron en la defensa de la zona norte de la ciudad, impidiendo al enemigo establecerse en las vegas del Danubio.
Los otomanos, a pesar de su superioridad numérica, estaban mal equipados para un asedio y su tarea fue obstaculizada por la nieve y las inundaciones. Nicolás de Salm ordenó almacenar en la Viena todas las provisiones disponibles, quemar todas las edificaciones exteriores a la antigua y desgastada muralla de la ciudad, reforzar ésta, levantar empalizadas en los límites con el Danubio y ordenó la salida de la plaza de los habitantes que no pudieran contribuir a su defensa (niños, mujeres, ancianos y clérigos). Para evitar que el rebote de los disparos hiriera a los defensores, hizo levantar los pavimentos de piedra de la ciudad y edificar con ellos una segunda muralla dentro de la antigua.
Fernando de Austria, como Rey de Romanos en 1531
Las constantes lluvias impidieron que los otomanos utilizaran con efectividad las armas de fuego, que habían contribuido a las tomas de Constantinopla, Rhodas y Belgrado. 
Los jenízaros intentaron sin éxito asaltar las brechas de la muralla, pues las alabardas de los lansquenetes alemanes y el tiro eficaz de los arcabuceros españoles, les cerraron el paso. Por primera vez desde su formación como cuerpo militar, los jenízaros se quejaron de perder sus vidas sin nada a cambio, y obtuvieron la promesa de donativos para seguir combatiendo. La falta de provisiones, las bajas (entre 15.000 y 20.000 soldados) y la impotencia, hicieron mella en las tropas otomanas.
Solimán se retiró a mediados de octubre a Constantinopla renunciando a proseguir el asedio. 
Nicolás de Salm, que tenía 70 años en el momento del asalto turco, murió en 1530 a consecuencia de las heridas recibidas. Su sarcófago renacentista se encuentra en la Iglesia Votiva de Viena.
Monumento en Viena a Nicolás de Salm, alma de la defensa de la ciudad en 1529
El Sultán quiso intentar de nuevo la conquista de la ciudad en 1532, pero encontró a los defensores apoyados por un gran ejército bajo el mando del propio emperador Carlos V, y no pudo acercarse a ella.
Con todo y con eso, la amenaza turca se mantuvo con la casi total ocupación del Reino de Hungría, que hizo necesaria la firma de una tragua con los otomanos en 1545.
Habría de transcurrir siglo y medio para volver a contemplar a la ciudad vienesa bajo asedio otomano, concretamente durante el reinado del emperador Leopoldo I, en el año 1683. También en esta ocasión, la acción se saldó con el triunfo de los defensores.

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