lunes, 19 de mayo de 2014

CCLº ANIVERSARIO DE LA ACADEMIA DE ARTILLERÍA DE SEGOVIA (1ª PARTE)

Diseño: Heralder y Revista Minerva

El Baile de Gala de Santa Bárbara en la Academia, los cultos a la Santa Patrona en la Iglesia de San Miguel, la lección del 2 de Mayo junto al monumento a Daoíz y Velarde, los Caballeros Cadetes dando escolta a Nuestra Señora de la Fuencisla o al Santísimo el día del Corpus, o a caballo por las calles siguiendo a su instructor, los amigos que pasaron por sus aulas y hoy sirven a España en sus diversos destinos, la espectacular Biblioteca... Son muchos los recuerdos que se agolpan en la cabeza de quien esto escribe, y mucha la gratitud que los segovianos debemos al Real Colegio-Academia de Artillería. Sirva esta entrada de hoy, y la de mañana, como pequeño homenaje y felicitación por esta efemérides tan llena de brillantez.

En efecto, Su Majestad el Rey presidió el pasado viernes en Segovia, los actos conmemorativos del 250º aniversario de la Academia de Artillería, el centro de formación militar activo más antiguo del mundo. Al acto de celebración en el Alcázar de Segovia también acudieron el ministro de Defensa, Pedro Morenés, el jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra, Jaime Domínguez Buj y otras autoridades civiles y militares.
Su Majestad el Rey firmando en el Libro de Honor de la Academia de Artillería bajo la atenta mirada del General Director
La Academia es la heredera y continuadora del Real Colegio de Artillería que fundara Carlos III. Bajo el lema "250 años de innovación", esta institución militar ha organizado un amplio programa de actos, conferencias y exposiciones a lo largo de todo este año, con el objetivo de dar a conocer su historia y la importante contribución de los artilleros al desarrollo de la sociedad española.

Entrada a la Academia de Artillería desde la Calle de San Francisco

El Real Colegio de Artillería de Segovia fue inaugurado el día 16 de mayo de 1764, puesto bajo la dirección del conde Félix Gazola e instalado en el Alcázar de Segovia. Se venía a cubrir con esta fundación, la necesidad, tan largo tiempo sentida, de contar con un centro de enseñanza de alto nivel y bien dotado, que recogiese y transmitiese los saberes de entonces, conocimientos técnicos teórico-prácticos de todo tipo, fundamentales para la adecuada preparación de los futuros oficiales del recién creado Cuerpo de Artillería.
El lugar elegido era también muy adecuado, por su proximidad a los Reales Sitios de La Granja y El Escorial así como con la Villa y Corte de Madrid. Cualquier problema que pudiera surgir en la puesta en marcha del Colegio podía ser resuelto con relativa rapidez, directamente con el Rey, o con sus colaboradores más próximos.
El Conde Felice Gazzola, primer Director del Real Colegio de Artillería
No hubo trabas para contratar a los mejores profesores civiles o para destinar a los militares mejor preparados, ni existieron inconvenientes de ningún tipo para traer los medios más modernos y eficaces, con el fin de conseguir que los oficiales que cursaran aquí sus estudios, se encoentrasen perfectamente preparados tanto profesional como humanamente, por lo que la elección de unos y otros se realizó de forma minuciosa.
Los sesenta primeros alumnos que ingresaron (así como los que les precedieron), cuya edad de ingreso oscilaba entre los 12 y 15 años no cumplidos (cifra que será variable en el tiempo), fueron instruidos para ser promovidos al empleo de subtenientes, siempre y cuando hubiesen cumplido al menos los 18 años. Para su ingreso, debían acreditar el correspondiente certificado de nobleza.
Matemáticas, cálculo, geometría, trigonometría, fícica, química, estudios de artillería y fortificación, laboratorio, biblioteca científico-militar, producción editorial propia de libros para la enseñanza, traducción de obras científicas y desde luego investigación empírica aplicada; fueron algunas de las materias y actividades que distinguieron a un Colegio protegido por la Corona y que lo convirtieron en el centro de enseñanza de más entidad en la España del último tercio del XVIII, correspondiente y al nivel de prestigiosas instituciones científicas internacionales con las que se relacionaba.
Institución privilegiada y elitista, de rígidas normas docentes, exigente plan de estudios y dura vida escolar, el Real Colegio creó un tipo nuevo de oficial, culto e ilustrado, que iba a dar carácter singular al Cuerpo de Artillería dentro del Ejercito y tanto en la aplicación de sus conocimientos al servicio de las unidades, como en la ya conocida faceta de dirección de Reales Fábricas y, desde luego, en la enseñanza.
A partir de entonces los oficiales de Artillería intervinieron como auténticos ingenieros de carrera en el proceso de proyecto y diseño, calculo previo y fabricación de cañones, cureñas, municiones y pólvoras, armas blancas y de fuego y también en fortificaciones, puentes y minas, actividades estas luego asumidas por el Cuerpo de Ingenieros, aglutinando en la práctica los saberes científicos antes dispersos y contribuyendo a impulsar la necesaria renovación tecnológica en nuestros establecimientos fabriles.
Naturalmente, en este siglo fueron numerosísimos los tratadistas españoles que escribieron sobre cuestiones relacionadas con la artillería, entre los que es obligado citar a Vicente Gutiérrez de los Ríos, con una prolífica producción tanto de táctica artillera como de investigación humanística y sobre todo a don Tomás de Morla y Pacheco, autor del célebre Tratado de Artillería para uso de la Academia de Artillería de Caballeros Cadetes (1785), impresionante y minuciosa obra que evidencia el alto nivel técnico alcanzado a finales del XVIII, en plena Ilustración, por el Cuerpo de Artillería.
Tomás de Morla y Pacheco
Don Tomás de Morla y Pacheco
Foto: Academia de Artillería
Entre otras actividades desarrolladas por el Real Colegio, cabe añadir los Estudios Sublimes, impartidos a subtenientes y personas civiles que lo deseasen, que se materializaron con la inauguración en 1792 del laboratorio de Química en la Plazuela del Alcázar, para llevar a cabo un curso de Química y Metalurgia. Destaca la dirección del mismo a cargo del ilustre profesor Louis Proust, quien descubrió durante su estancia segoviana la "Ley de las proporciones definidas".
Fue un concepto revolucionario entre la comunidad científica puesto que los adversarios de Proust creían que los compuestos podían combinarse en cualquier cantidad. Hubo de esperarse hasta las investigaciones de John Dalton, con su Teoría atómica, en la que indicaba que todos los compuestos están formados por átomos, para que todo el mundo diera credibilidad a las afirmaciones de Proust.
La ley de las proporciones definidas de Proust, junto con la de la conservación de la masa de su amigo Antoine Lavoisier y la de las proporciones múltiples de John Dalton son la base de la química cuantitativa.
Monolito en honor a Louis Proust
Foto: Cruccone
En noviembre de 1792 culminaron con éxito una serie de pruebas realizadas previamente en Segovia, con una demostración ante el rey Carlos IV de España del vuelo de un globo aerostático con la finalidad de obtener información relativa a las defensas de una plaza o al dispositivo de ataque a una plaza sitiada. En esta demostración participaron los capitanes D. Pedro Fuertes, D. Manuel Gutiérrez y D. César González, los cadetes D. Gesualdo Sahajosa y D. Pascual Gayangos y un grupo de artilleros, todos ellos dirigidos por Louis Proust; y constituye el antecedente más antiguo de lo que, casi 100 años más tarde, sería el Servicio de Aerostación del Ejército.
De ello da fe la carta del Conde de Aranda, por aquel entonces secretario interino de la guerra, dirigida al comandante del Departamento de Artillería de Segovia, D. José Pedraza, informándole del éxito obtenido en el primer vuelo de prueba realizado en El Escorial, en presencia del Rey.
Los héroes del 2 de mayo de 1808, Luis Daoíz y Pedro Velarde fueron alumnos del Real Colegio de Artillería. 
Don Luis Daoíz ingresó como cadete el 10 de febrero de 1782. Su estancia en el Colegio de Artillería se prolongó hasta el 9 de febrero de 1787, demostrando ser un buen estudiante y destacando de manera especial en la esgrima de sable y de espada, obteniendo la graduación de alférez. 
Don Pedro Velarde ingresó como cadete el 16 de octubre de 1793, a los 14 años. Terminó sus estudios como número 2 de su promoción y recibió un ascenso al grado de subteniente el 11 de enero de 1799.
Monumento a Daoíz y Velarde, obra de Aniceto Marinas, en los jardines del Alcázar de Segovia

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