SERVUS HISPANIARUM REGIS



lunes, 6 de noviembre de 2017

LUIS CANDELAS, MODELO DE BANDOLERO ROMÁNTICO

Luis Candelas Cajigal nació en una carpintería de la madrileña calle del Calvario en 1804. Era el tercer hijo de un matrimonio que vivía sin agobios económicos y que dio estudios a Luis en el Colegio de San Isidro. Aquí empezó la leyenda, ya que empezó a hacer bandas, provocar peleas y fue expulsado a causa de que un clérigo le dio una bofetada y él respondió dándole dos. 
A pesar de su separación de la enseñanza, siguió leyendo todo libro que caía en sus manos, teniendo así una formación autodidacta. Desde temprana edad le gustaba vestir bien y tener buenos modales, además de ser alborotador y díscolo, como demuestra que ya a los 15 años hizo su primer robo y poco después fue detenido y apresado en la Cárcel de Villa, por deambular por la Plaza de Santa Ana a altas horas de la madrugada. 
Con 19 años perdió a su padre, replanteándose un poco su vida y dedicándose a ser librero. Pero duró poco esta situación, ya que fue condenado a seis años de cárcel por robar dos caballos y una mula.​ En su primera época de delincuente, entre 1823 y 1830, dicen que se dedicó a conquistar mujeres y vivir a costa de ellas, reconociéndose como un don Juan. Era moreno, bien parecido, de dientes blancos, con patilla ancha y flequillo bajo el pañuelo, bien afeitado, calañés, faja roja, capa negra, calzón de pana y calzado de mucho tirar.
Volvió a los robos y salió triunfante de dos duelos, uno de ellos contra Paco El Sastre, que luego sería su amigo, lo que le hizo respetable en los barrios de Madrid. Para poder costearse sus gastos formó una cuadrilla en 1835, entre cuyos componentes destacaron: Paco El Sastre, Francisco Villena, Mariano Balseiro, Leandro Postigo, Juan Mérida, José Sánchez El del peso, Pablo Maestre, Pablo Luengo El Mañas y los hermanos Cusó (Antonio y Ramón), con los que se reunía en La taberna del Cuclillo, en La Taberna de Jerónimo Morco, en la calle Mesón de Paredes, "La Taberna de la Paloma" en la calle Preciados, la de "Traganiños", en la calle de los Leones y en la taberna de El Tío Macaco, en la calle de Lavapiés. Todas ofrecían el mejor servicio a la banda, buen vino, buenas "cantaoras", buen escondite y buena compañía femenina.
Realizó diversas fechorías, cada vez más arriesgadas y con mayor botín, que por su ingenio y buen humor fueron cantadas por los madrileños con cierto cariño. Tenía una doble vida: indiano adinerado y respetado de día (cuyo falso nombre era el de Luis Álvarez de Cobos, hacendista en el Perú) y truhán de noche, cuando salía por la puerta de atrás de su casa, en el número cinco de la calle Tudescos, convertido en el rey de los bajos fondos.
Se dedicaba a robar, con su máxima de que la fortuna estaba mal repartida, pero nunca llegó a matar a nadie en ninguna de su acciones. Era extremadamente delicado en ellas, no usando la violencia. Siempre vivió bien y nunca gustó de los oficios mecánicos, siendo ésta una de las causas de que se entregara a la delincuencia. Cuando era detenido y apresado, era fácil que se escapara ya que sobornaba a carceleros o, simplemente, lograba fugarse. En una de sus "visitas" a la cárcel, conoció al político Salustiano de Olózaga, al cual ayudó a escaparse, quedando este último muy agradecido a Luis Candelas. Se dice que luego se reencontraron y Salustiano fue el que inició en la masonería al bandolero, ingresándolo en la "Logia Libertad". A partir de este hecho, muchas noches Luis Candelas lucía una capa negra con símbolos masones.
Hubo tres mujeres que marcaron su vida. Se casó en los carnavales de 1827 en la Parroquia de San Cayetano, con Manuela Sánchez, viuda de 23 años que también había pasado por la cárcel.​ Ya en la luna de miel, encontrándose en Zamora, vieron que no eran compatibles y Candelas la abandonó en la Navidad de ese mismo año. Luego tuvo como amante a una chica llamada Lola La Naranjera, que al parecer tenía amigos importantes que conseguían sacar de la Cárcel de la Villa a Candelas tan pronto era allí encerrado como (La Naranjera, personaje a mitad de camino entre la fábula y la Historia, fue según otras tradiciones, favorita del rey Fernando VII). La última de sus amantes importantes, la de su perdición, fue Clara, muchacha de clase media y familia honesta, con la que se fue a vivir a Valencia, donde siguió robando alguna joya para vivir holgadamente.
En esta época el Rey Fernando ya había muerto, la Primera Guerra Carlista estaba en auge y los liberales tenían el gobierno. Cometió el error de hacer dos atracos importantes, asaltando a la modista de la Reina Regente María Cristina en su taller, y al embajador de Francia y su señora en una diligencia.
María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, reina de España.jpg
S.M. la Reina Regente doña María Cristina de Borbón
 Volvió a estar perseguido por la justicia, huyendo con Clara hacia Inglaterra, pero cuando llegaron a Gijón, Clara no estuvo dispuesta a partir, con lo que decidieron volver a Madrid, siendo detenido el 18 de julio de 1837 en el puesto de aduanas del puente Mediana situado en el camino real de Valladolid a Toledo, en el término municipal de Alcazarén, después de pernoctar en esta población, en la posada situada en la calle Real frente a la iglesia de San Pedro. Lo llevaron a Valdestillas y, luego, a Valladolid.
Trasladado a Madrid, acusado por más de 40 robos constatados, fue juzgado el 2 de noviembre, siendo condenado a morir por garrote vil. Pidió clemencia a la Reina Regente María Cristina de Borbón, pero le fue denegada. Murió el 6 de noviembre de 1837 con 33 años. Se le ha atribuido, cuando estaba al pie del garrote, la frase: «¡Adiós Patria mía, sé feliz!».
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Casi podemos escuchar, en la despedida, la voz de doña Concha Piquer cantando las "Coplas de Luis Candelas":
Decidle al señor alcalde,
decidle al corregidor
que yo por Luis Candelas
me estoy muriendo de amor.
Decidle que es un canalla,
decidle que es un ladrón
y que he dejado que robe
con gusto mi corazón.
Que ruede de boca en boca
esta copla que yo canto
como si estuviera loca.
 
Debajo de la capa de Luis Candelas,
mi corazón amante vuela que vuela.
Madrid te está buscando para prenderte
y yo te busco sólo para quererte,
que la calle en que vivo está desierta
y de noche y de día mi puerta abierta.
Que estoy en vela, que estoy en vela
para ver si me roba, ¡ay!, mi Luis Candelas.
 
Anoche una diligencia,
ayer el palacio real,
mañana quizá las joyas
de alguna casa ducal.
Y siempre roba que roba
y yo por él siempre igual,
queriéndole un día mucho
y al día siguiente más.
Y no importa que la gente
mi canción, que va en el viento,
traiga y lleve maldiciente.
 
Debajo de la capa de Luis Candelas,
mi corazón amante vuela que vuela.
Madrid te está buscando para prenderte
y yo te busco sólo para quererte,
que la calle en que vivo está desierta
y de noche y de día mi puerta abierta.
Que estoy en vela, que estoy en vela
para ver si me roba, ¡ay!, mi Luis Candelas.

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