El Reino de Baviera (Königreich Bayern) fue un estado alemán que existió como tal desde 1806 hasta 1918.
A consecuencia del Tratado de Presburgo, el Elector Maximiliano I José, de la Casa de Wittelsbach se convirtió en el primer rey de Baviera en 1806.
Los límites modernos de Baviera fueron trazados en 1814 con la firma del Primer Tratado de París, en el que Baviera le cedía el Tirol y Voralberg al Imperio austríaco, en tanto que recibía Aschaffenburg y partes de Hesse-Darmstadt.
Tras Prusia era el estado más importante del mosaico territorial alemán.
Entre 1799 y 1817 el primer ministro Montgelas había realizado una política muy eficaz de modernización y sentó las bases de las estructuras administrativas que sobrevivieron incluso la monarquía y, en lo fundamental, han permanecido hasta hoy.
S.M. Maximiliano I de Baviera
El 26 de mayo de 1818, fue proclamada la Constitución del Reino de Baviera. El Parlamento tendría dos cámaras, una cámara alta compuesta por aristócratas, terratenientes, y altos cargos del gobierno. La cámara baja incluía a los pequeños terratenientes, representantes de las ciudades y de los campesinos. Los derechos de los protestantes fueron salvaguardados en la Constitución con los artículos que apoyaban la igualdad de todas las religiones, a pesar de la oposición por los partidarios de la Iglesia Católica Romana.
En 1825, a la muerte de Maximiliano I, se produjo la subida al trono de Luis I de Baviera.
En su reinado, las artes prosperaron y el rey personalmente ordenó y subvencionó la creación de muchos edificios neoclásicos. Luis I también apoyó el avance de Baviera hacia la industrialización.
En asuntos exteriores, Baviera apoyó a los griegos durante la Guerra de independencia griega con su segundo hijo, Otón I que fue elegido Rey de Grecia en 1832.
S.M. Luis I de Baviera
En cuanto a política interior, las reformas iniciales abogadas por Luis I fuern liberales y reformistas. Sin embargo, después de la Revolución de 1830, el monarca apoyó la reacción conservadora.
En 1837, los católicos romanos del movimiento clerical conocido como los Ultramontanos, controlaron el parlamento bávaro y comenzaron una campaña de reforma de la Constitución, privando de derechos civiles a los protestantes, implantando la censura y prohibiendo la libre discusión de la política interna.
Después de la Revolución de 1848 y la pérdida de popularidad de Luis I, éste abdicó en su hijo, Maximiliano II de Baviera.
Maximiliano II respondió a las demandas del pueblo para que fuera creado un Estado alemán unido, atendiendo a lo pretendido por la Asamblea de Frankfurt.
Nombró ministros de carácter liberal pero la evolución de los sucesos revolucionarios de 1848 le terminó colocando contra los planes unitarios del Parlamento de Frankfurt y rehusó reconocer la constitución imperial impuesta por el mismo. Finalmente apoyó a Austria a restablecer el gobierno federal y llevar adelante una federalización en Hesse y Holstein. Aunque, de 1850 en adelante, su gobierno tendió hacia el absolutismo, evitó ser manejado por la reacción clerical, e incluso incurrió en una fuerte crítica hacia los ultramontanos, invitando a varias personalidades de la cultura y la ciencia a Múnich, sin importar sus opiniones religiosas. Finalmente, en 1859, apoyó los deseos de su pueblo de nombrar un gobierno constitucional moderado.
En 1864 subió al trono su hijo Luis II de Baviera quien se alió con el Imperio Austriaco, oponiéndose a la posibilidad de una Alemania unida bajo el cetro prusiano.
S.M. Luis II de Baviera, el célebre "Ludwig"
Con la derrota de Austria en la Guerra Austro-Prusiana de 1866, los Estados alemanes septentrionales quedaron unificados rápidamente en la Confederación Alemana del Norte, bajo el liderazgo del Rey de Prusia. Baviera, aliada de los austriacos en ese conflicto y derrotada junto a ellos, tuvo que afrontar un cambio diplomático radical.
Las inhibiciones en política internacional que anteriormente había tenido Baviera hacia Prusia cambiaron radicalmente, al igual que las de muchos de los Estados alemanes del sur, después de que el emperador francés Napoleón III comenzara a hablar de la necesidad de Francia de "compensación" de su pérdida en 1814, que incluía al Palatinado Bávaro como parte de sus demandas territoriales.
Luis II de Baviera firmó una alianza con Prusia, en 1870, contra Francia, que fue vista por los alemanes como el enemigo más grande a una Alemania unida. Al mismo tiempo, Baviera incrementó sus lazos políticos, legales y comerciales con la Confederación Alemana del Norte. En 1870 estalló la Guerra Franco-Prusiana. El ejército bávaro fue puesto bajo el mando del Príncipe heredero prusiano y se dispuso a luchar contra el ejército francés.
Con la derrota y humillación de Francia ante las fuerzas alemanas combinadas, fue Luis II de Baviera quién propuso que el rey Guillermo I de Prusia que fuera proclamado emperador alemán o “Káiser" del Imperio Alemán ("Deutsches Reich") conocido como Segundo Reich, lo que ocurrió en 1871 en Versalles.
Los territorios del Imperio Alemán fueron unificados bajo el cetro del Rey de Prusia, incluyendo los Estados de la Confederación Alemana del Norte y todos los Estados alemanes del sur. El Imperio también incluyó el territorio antes francés de la Alsacia-Lorena, anexionado en gran parte debido al deseo de Luis II de mover la frontera francesa lejos del Palatinado.
Desilusionado de gobernar en la época en que le había tocado, Luis II se fue retirando cada vez más de la capital constitucional, Múnich, en que debía residir un número mínimo de meses al año, cumpliendo tan sólo el mínimo exigible, y haciendo que sus ministros se dirigieran al célebre castillo de Neuschwanstein, donde residía habitualmente, para firmar las leyes propuestas por éstos.
La vida excéntrica del rey y su personalidad melancólica, condujeron a un dictamen médico que lo declaró, finalmente, incapacitado para gobernar (aunque se ha sugerido que ésta no fue sino una estratagema familiar para arrebatarle el trono). Pasó sus últimos días bajo atención psiquiátrica. Su muerte tuvo lugar en el lago de Starnberg el 13 de junio de 1886.
Le sucedió su hermano Otón II quien sufría una grave enfermedad mental desde el año 1875. Fue confinado en el Castillo de Fürstenried con supervisión médica cuando empezó a mostrar signos de graves trastornos mentales, que aconsejaron apartarlo del gobierno y continuó la Regencia que ya había sido instaurada en la persona de su tío, el Príncipe Leopoldo, durante los últimos días del rey Luis II de Baviera. Leopoldo sirvió como Príncipe Regente hasta su muerte. Su hijo, Luis, se convirtió en regente tras la muerte del anterior.
El 4 de noviembre de 1913, la constitución de Baviera fue enmendada para incluir la incapacidad mental como una de las causas de deposición del monarca. De esta forma, Otón perdió la corona en favor de su primo que pasó a asumir el título de rey con el nombre de Luis III de Baviera.
S.M. Otón II de Baviera
El 13 de noviembre del mismo año, Luis III hizo público un documento por el que liberaba a sus oficiales civiles y militares de sus juramentos al Rey. El nuevo gobierno republicano formado por Kurt Eisner interpretó eso como una abdicación.
En febrero de 1919, Kurt Eisner fue asesinado. Temiendo que él pudiese ser otra víctima, Luis III huyó a Austria, de donde pasó a Liechtenstein y luego a Suiza. Luis y su familia volvieron a Baviera en abril de 1920 y vivieron en el Castillo de Wildenwart. Allí permaneció hasta septiembre de 1921, cuando en un viaje Hungría falleció en octubre de aquel mismo año.
El 5 de noviembre de 1921, el cuerpo de Luis III retornó a Múnich junto con el de su esposa (fallecida en febrero de 1919). Tuvieron un funeral de Estado, siendo enterrados en la cripta de la catedral.
S.M. Luis III, último monarca reinante en Baviera
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