Eduardo III de Inglaterra nació en el Castillo de Windsor el 13 de noviembre de 1312 y fue Rey de Inglaterra y Señor de Irlanda desde el 1 de febrero de 1327. Sus padres fueron el Rey Eduardo II e Isabel de Francia.
En 1320 su padre lo nombra conde de Chester y en 1325 lo designa duque de Aquitania, viajando con su madre a Francia para administrar dicho ducado, quedando allí bajo la tutela de su tío el rey Carlos IV de Francia.
Habiendo regresado a Inglaterra, en enero de 1327, su padre, obligado por el Parlamento y la propia reina Isabel, abdica en su favor, siendo coronado Rey. El 21 de septiembre de 1327, el depuesto rey es asesinado en el castillo de Berkeley donde estaba encarcelado.
La reina Isabel, conocida con el sobrenombre de "La Loba", empuña las riendas del poder como regente del reino, apoyada por su amante, Roger Mortimer hasta 1330 cuando Eduardo III, encolerizado por la ejecución de su tío Edmundo, conde de Kent, ordenada por Mortimer, decide tomar el control del país y ordena la ejecución de éste. La Reina Isabel fue confinarla en el castillo de Hereford, donde morirá en 1358.
Apenas tomado el control total de Inglaterra, el joven rey inicia su lucha contra los escoceses, a los que derrota en la batalla de Halidon Hill (1333), reponiendo en el trono a Eduardo de Baliol, vasallo suyo; pero su victoria dura muy poco y Baliol es nuevamente derrotado. Los posteriores intentos por volverlo a colocar en el trono escocés resultaron inútiles, y como en 1337 Francia acude en ayuda de Escocia, el Rey aprovecha la oportunidad para reclamar lo que, según él, le correspondía: la corona de Francia.
Habiéndose extinguido la rama primaria de la dinastía Capeto a la que pertenecía en Francia (1328), Eduardo argumentó tener mayores derechos al trono francés a través de su madre Isabel, hermana de los últimos reyes de la dinastía: Luis X, Felipe V y Carlos IV. Pero como la Ley Sálica excluye a las mujeres de la sucesión, sube al trono Felipe VI de Valois, miembro de una rama colateral de la Familia Real francesa.
Entonces, el hábil rey inglés afirmó que por la "Fragilitas Sexus", las mujeres estaban, en efecto, excluidas del trono, pero que podían transmitir sus derechos sucesorios a sus hijos.
No obstante, Eduardo acepta el hecho consumado y presta homenaje al nuevo rey por su ducado de Guyena, para asegurar con ello la paz con Francia y la no intervención de este país en los asuntos de Escocia, donde el monarca estaba en una ardua lucha por someter a dicho país, pero fracasa, pues Francia decide seguir apoyando a su aliada escocesa.
Debido a la importancia económica y militar del ducado de Guyena, el rey francés decide poner en apuros a Eduardo al mantener su injerencia en los asuntos del ducado y apoyando la rebelión en Escocia, diplomáticamente primero, y con el envío de tropas después, para mantener su independencia.
Por su parte, Eduardo busca controlar el condado de Flandes, vasallo de Francia, pero cuya industria pañera dependía de la lana inglesa. Primero trata una unión personal, al querer casar a su hijo Edmundo con Margarita, condesa de Flandes y viuda del duque de Borgoña, pero el Papa Urbano VI se niega dar la dispensa para el matrimonio por el parentesco de ambos. Luego Eduardo III apoya la sublevación de Jacobo van Artevelde, y pacta con él, asegurándose el suministro de lana.
El rey francés considera este acto como hostil y procede a confiscar el ducado de Guyena a Eduardo, y éste, en respuesta, reniega del vasallaje prestado al rey, reclamando sus derechos al trono francés y enviando a Paris un desafío en la que escribe una frase que sería famosa: "para Felipe, el que se llama a sí mismo rey de Francia". La Guerra de los Cien Años acababa de comenzar (1337).
El ejército inglés estaba mejor entrenado y equipado con su poderosa artillería y caballería. Gracias a su pacto con los burgueses flamencos, entra en Francia por el Condado de Flandes recibe el apoyo de los flamencos y del Emperador Alemán.
Felipe VI envía un ejército para frenarle el paso en el antepuerto de L´Ecluse (Brujas), pero es derrotado. El posterior asalto a Tournai resulta un fracaso inglés, por el agotamiento de las tropas y la falta de la ayuda imperial convenida, por lo que se firman las Treguas de Esplanchin.
La guerra pudo acabar allí, pero la disputa dinástica en el ducado de Bretaña fue la excusa perfecta para volver a la carga. Eduardo III desembarca en Normandía y comienza una feroz cabalgada por Francia. Felipe VI sale en su persecución y lo alcanza en Crêcy, donde, pese a no estar preparados, los ingleses consiguen una aplastante victoria (1346). Al año siguiente los ingleses toman Calais, y la Peste Negra obliga a Felipe VI a establecer una tregua, que durará siete años (1347-1354).
Es en ese momento de tregua cuando Eduardo III decide la creación de la Orden de la Jarretera en 1348.
Al recomenzar la lucha, había dos nuevos líderes en ambos bandos: en Francia, el rey Juan II el Bueno, sucesor de su padre Felipe VI, muerto en 1350, y en Inglaterra, Eduardo, príncipe de Gales, primogénito de Eduardo III, y conocido como el "Príncipe Negro".
Durante los siguientes seis años continuaron las depredaciones inglesas, que Juan II trató de frenar en la batalla de Poitiers (1356), donde fue completamente derrotado, pese a su superioridad numérica, gracias a la brillante acción militar del Príncipe Negro. Además, el propio monarca francés cayó prisionero, ante la total conmoción de Europa.
Entretanto, Eduardo III afirmaba su autoridad en Inglaterra: en 1363, firma un tratado con su cuñado David II, rey de Escocia, por el cual si éste moría sin herederos, la corona pasará a manos suyas. Tres años más tarde, en 1366, Eduardo desconoce la autoridad del Papa en el Reino de Inglaterra, vasallo de la Iglesia desde 1213.
El delfín y ahora rey Carlos V el Sabio, regente del Reino de Francia desde la batalla de Poitiers, aprovecha "la paz" para reorganizar el gobierno central y evitar luchas internas. Es entonves cuando envía a Castilla las famosas "Compañías Blancas", al mando de Bertrand du Guesclin, para apoyar a Enrique de Trastámara en su lucha contra su hermano Pedro I el Cruel. La excusa de Carlos V para intervenir en Castilla fue la muerte de Doña Blanca de Borbón,hermana de su esposa, Juana de Borbón, primera mujer de Pedro I, asesinada por orden suya.
Eduardo III entonces encarga entonces a su hijo el Príncipe Negro defender al rey Pedro I, con lo que la guerra continuaba, pero en diferente lugar. Du Guesclin derrota a los ingleses y Trastámara se convierte en el rey Enrique II de Castilla al matar a Pedro I en los campos de Montiel (1369).
Al no recibir su sueldo de parte del asesinado monarca castellano, el Príncipe Negro exige el tributo correspondiente a sus ducados de Guyena y Aquitania. Carlos V acude en auxilio de ambos ducados, lo que provoca la furia del Príncipe Negro. Esta vez, los franceses obtienen una brillante victoria, con la ayuda de Castilla, en La Rochela, teniendo que firmarse el Tratado de Brujas (1375), en el que Eduardo III tiene que renunciar a todas sus posesiones francesas, conservando solamente Calais, Burdeos y Bayona.
La reina Felipa había fallecido en el castillo de Windsor, el 15 de agosto de 1369. Desde su muerte, el rey cayó bajo el influjo de su amante, la bella Alicia Perrers, la cual, en unión de Juan de Gante, tercer hijo del rey, controlaba el país, aún más desde la derrota en Francia, cuando el monarca, aquejado de senilidad, dejó el poder totalmente en sus manos.
El Príncipe Negro muere en el palacio de Westminster, el 8 de junio de 1376 envuelto en la gloria caballeresca, pero ese fallecimiento supuso un golpe del cual el rey Eduardo jamás se repondría.
Eduardo III falleció en el palacio de Sheen, en Surrey, el 21 de junio de 1377, a los 64 años de edad. Fue sepultado en la abadía de Westminster y sucedido por su nieto Ricardo II, hijo de su amado hijo mayor.
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