Al producirse el estallido de la Primera Guerra Mundial en el verano de 1914, el gobierno de España, presidido entonces por el conservador Eduardo dato, declaró la neutralidad de España en el conflicto.
En los países beligerantes, el servicio postal no militar quedó relegado a un segundo plano y su eficacia se vio reducida, a lo que se le sumó la nula relación diplomática entre los beligerantes, entre los cuales (durante al menos parte de la guerra) no establecieron ningún marco de actuación en relación al intercambio de prisioneros o la repatriación de soldados en estado grave. Ante el aumento lógico del número de muertos, prisioneros y desaparecidos por las acciones militares, muchas familias de todos los países en guerra empezaron a sufrir la angustia y desesperación de no saber nada de sus seres queridos, desconociendo su paradero y si se encontraban vivos o muertos.
Tras el escaso éxito obtenido al dirigir cartas a los gobiernos de sus propias naciones y ante la dificultad de que los estados beligerantes actuasen al respecto, muchas personas decidieron escribir a los países neutrales. Y de todos los países europeos que permanecieron neutrales, aquellos que recibieron las súplicas de muchas familias fueron Suiza (principalmente por ser la sede de la Cruz Roja internacional), España y en menor medida Holanda y Suecia.
España empieza a recibir cartas de familiares angustiados que reclaman ayuda para iniciar los trámites para buscar a sus seres queridos o incluso para ayudar al establecimiento de la paz. Estas familias iban a encontrar pronto un fuerte aliado en la persona del monarca español reinante, S.M. don Alfonso XIII.
Aunque Europa estaba horrorizada por la suerte de cientos de miles de europeos, ningún jefe de estado se decidía a actuar. Pero a finales de 1914, una mujer francesa dirigió al monarca español una carta llena de angustia pidiéndole que por favor encontrase a su marido caído prisionero en Bélgica. Parece ser que el tono de súplica de la misma caló hondo en el Rey, quien decidió mover la maquinaria diplomática española a favor de este soldado. Quiso la suerte que, pasados unos meses, este combatiente fuese localizado con vida. La noticia tuvo una repercusión muy importante en Francia, donde fue altamente publicitada. Este éxito provocó que en la mente de muchas familias desesperadas, el escribir a España era escribir a la esperanza.
Ante la avalancha de correo recibido, Alfonso XIII decidió en 1915 crear en el Palacio Real de Madrid, un servicio que las gestionase y que coordinase todas las acciones necesarias para un proyecto a gran escala. Iba a nacer la “Oficina Pro-Cautivos”, un episodio diplomático y humanitario que sería en un ejemplo en las naciones vecinas. Para conformarla se apoyó en personas de confianza que realizarían las actividades de recepción y gestión en el palacio, y en miembros de su familia, militares y diplomáticos para realizar las búsquedas fuera del país.
Los objetivos definidos por el servicio fueron principalmente: auxilio informativo a las familias, vigilancia sobre los campos de prisioneros, fortalezas y sanatorios, servicio de canje de prisioneros y repatriación de heridos graves, registro y análisis de informes y peticiones, archivado y envío de peticiones a las naciones en guerra.
Para mejor llevar a cabo su a tarea, se dividió su actuación en las siguientes secciones: Servicio de desaparecidos, servicio de información y correspondencia en territorios ocupados, servicio de prisioneros, servicio de repatriaciones de militares heridos graves o enfermos, servicio de repatriaciones de población civil, servicio de internamiento en Suiza, servicio de tramitación de indultos, servicio de conmutaciones de pena, remesa de fondos a individuos o familias que vivían en territorios ocupados y que se hallaban incomunicados durante mucho tiempo en relación con sus familiares y, por último, informes relativos a visitas de inspección realizadas por los delegados españoles a las embajadas en Berlín, Viena y Roma.
Al Palacio Real de Madrid llegaban las cartas y, mediante personal dedicado exclusivamente a ello, se dividía la correspondencia por países o zonas de conflicto, se creaba una base de datos, y se pasaba esta información a la Familia Real, a los militares y a los diplomáticos españoles.
La Familia Real de España jugó una baza importante en las actuaciones, pues S.M. la Reina doña Victoria Eugenia de Battemberg era británica y la madre del monarca, S.M. la Reina doña María Cristina de Habsburgo Lorena, de origen austriaco, lo que sin duda ayudó a que mucha información llegase a estos países gracias a la red de contactos familiar. La tarea de los militares destinados en otros países (tanto como observadores como en acciones diplomáticas) consistió en visitar los campos de prisioneros y los archivos de bajas con el fin de buscar a las personas nombradas en las cartas y de crear al mismo tiempo una base de datos mayor en caso de que fuese necesario. Por último los diplomáticos se encargaban de actuar de enlace entre los militares y España, allanar el camino y presentar este esfuerzo como exclusivamente con fines humanitarios, ya que en algunos países se pensó que podía tener fines de espionaje.
Al Palacio Real de Madrid llegaban las cartas y, mediante personal dedicado exclusivamente a ello, se dividía la correspondencia por países o zonas de conflicto, se creaba una base de datos, y se pasaba esta información a la Familia Real, a los militares y a los diplomáticos españoles.
La Familia Real de España jugó una baza importante en las actuaciones, pues S.M. la Reina doña Victoria Eugenia de Battemberg era británica y la madre del monarca, S.M. la Reina doña María Cristina de Habsburgo Lorena, de origen austriaco, lo que sin duda ayudó a que mucha información llegase a estos países gracias a la red de contactos familiar. La tarea de los militares destinados en otros países (tanto como observadores como en acciones diplomáticas) consistió en visitar los campos de prisioneros y los archivos de bajas con el fin de buscar a las personas nombradas en las cartas y de crear al mismo tiempo una base de datos mayor en caso de que fuese necesario. Por último los diplomáticos se encargaban de actuar de enlace entre los militares y España, allanar el camino y presentar este esfuerzo como exclusivamente con fines humanitarios, ya que en algunos países se pensó que podía tener fines de espionaje.
Debido a la importancia de presentar el trabajo de la Oficina Pro-Cautivos bien ante los países beligerantes (y también los neutrales), Alfonso XIII realizó un esfuerzo notable. Se mostró abierto al diálogo y flexible ante las propuestas que le llegaron procedentes de diversos países. Una de ellas, que aunque no se englobó dentro de la oficina si tuvo cierta repercusión, fue la de buscar un entendimiento entre los países debido a la guerra submarina. Con el fin de evitar el hundimiento de barcos neutrales, Alfonso XIII colaboró en la creación de un organismo que se encargase de inspeccionar los barcos a su salida y llegada a puerto (para señalar que no transportaban armas y evitar caer bajo el fuego de los beligerantes) y de crear un código de señalización de los barcos hospitales. Aunque como medida era un claro paso humanitario hacia adelante, no tuvo mucho éxito, ya que surgieron toda una serie de estratagemas para evitar el control efectivo de la carga transportada.
La oficina, durante sus años de existencia (1915-1921) produjo más de medio millón de documentos, atendió propuestas y peticiones sobre más 250.000 prisioneros y desaparecidos (de entre las cuales más de 5.000 correspondieron a repatriaciones de heridos graves), realizó 2.609 informes sobre campos de prisioneros de la época y 25.000 sobre familias en territorios ocupados por la guerra. Además gestionó medio centenar de peticiones de indulto de pena capital (siendo la mayoría un éxito) y consiguió repatriar a unas 91.000 personas (principalmente tras el cese del conflicto). Hay que señalar que tristemente en muchos casos (más del 70%) los expedientes fueron acabados con la expresión “No hallado” debido a que muchas personas acabaron desaparecidas en el terreno, irreconocibles o en fosas comunes junto a miles de otros soldados. A pesar de esta alta cifra de no hallados, no se puede obviar el enorme trabajo llevado a cabo y la cantidad de angustias e incertidumbres con las que consiguieron acabar. El esfuerzo sin duda, mereció la pena a pesar del alto coste que tuvo (más de un millón de pesetas de la época).
Casi cinco años después de acabada la Gran Guerra, SS.MM. los Reyes don Alfonso XIII y doña Victoria Eugenia, visitaron oficialmente Bélgica. El 4 de mayo de 1923, la pareja real era recibida por la ciudad de Bruselas. El recuerdo del esfuerzo humanitario realizado por la Casa Real de España durante la Primera Guerra Mundial no había sido olvidado y los festejos y agasajos oficiales se vieron acompañados también por el espontáneo reconocimiento agradecido de los ciudadanos.
SS.MM. Alberto I de los Belgas y Alfonso XIII recorren las calles de Bruselas
SS.MM. la Reina Elisabeth de los Belgas y Victoria Eugenia de España en el mismo cortejo
Se acuñó una Medalla en plata para la ocasión en cuyo anverso aparecía una Fama alada con su trompeta en la mano izquierda y una palma en la derecha. Tras ella el remate de la aguja principal de la Catedral de Bruselas (San Miguel y Santa Gúdula) con la imagen del Santo Arcángel. Le rodea la expresión en francés y flamenco: "VILLE DE BRUXELLES- STAD BRUSSEL". Debajo una cartela con la fecha de la visita regia "4 de mayo de 1923".
SS.MM. Alberto I de los Belgas y Alfonso XIII recorren las calles de Bruselas
SS.MM. la Reina Elisabeth de los Belgas y Victoria Eugenia de España en el mismo cortejo
Se acuñó una Medalla en plata para la ocasión en cuyo anverso aparecía una Fama alada con su trompeta en la mano izquierda y una palma en la derecha. Tras ella el remate de la aguja principal de la Catedral de Bruselas (San Miguel y Santa Gúdula) con la imagen del Santo Arcángel. Le rodea la expresión en francés y flamenco: "VILLE DE BRUXELLES- STAD BRUSSEL". Debajo una cartela con la fecha de la visita regia "4 de mayo de 1923".
Anverso de la Medalla
Foto: www.todocoleccion.net
El reverso contiene una inscripción bilingue en francés y flamenco, alusiva a tan solemne ocasión: "VISITE DE LEURS MAJESTÉS LE ROI ET LA REINE D´ESPAGNE. CORTEGE DES DRAPEAUX". Todo ello rodeado por una corona cerrada de hojas de roble con sus frutos.
Anverso de la Medalla
Foto: www.todocoleccion.net
Para conocer más sobre esta faceta de la vida de Alfonso XIII, pueden pinchar sobre el siguiente enlace que les conducirá a un documental de RTVE sobre el particular:
Y después se habla solo de la imperfecto que fue el rey, cómo si alguien lo fuera pero este gesto le honra....¡viva España y viva el Rey!
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