FEDERICO I Y LAS ÓRDENES DINÁSTICAS DE LOS SERAFINES, DE LA ESTRELLA POLAR Y DE LA ESPADA
Federico I, Rey de Suecia (1720-1751) y Landgrave de Hesse-Kassel (1730-1751), nació en la ciudad de Kassel el 17 de abril de 1676 y fue hijo de Carlos I de Hesse-Kassel y de María Amalia de Curlandia. Recibió en su niñez y juventud una esmerada educación, y realizó viajes de estudios a los Paises Bajos, Dinamarca, Suiza y a diversos estados alemanes e italianos. Tras el estallido de la Guerra de Sucesión Española, Federico fue enviado por su padre como comandante de un ejército que brindaría ayuda a los rebeldes de los Países Bajos. En la guerra Federico luchó al lado del célebre Eugenio de Saboya hasta la firma del Tratado de Utrect en 1713.
En 1715 contrajo matrimonio con la Princesa Ulrica Leonor, hemana del Rey Carlos XII de Suecia.
Tras el matrimonio, Federico participó, acompañando a su cuñado el Rey, en las guerras que Suecia sostenía en Escandinavia y el Báltico (Guerra del Norte). En 1716 combatió en la campaña contra Noruega, donde sería herido gravemente. Tras esa campaña, fue nombrado Generalísimo por el mando militar sueco. Estuvo presente en el asedio de Fredrikshald, donde falleció Carlos XII en circunstancias poco claras.
En su afán por llevar a su esposa al trono sueco, negoció con el consejo de guerra, e intrigó para encarcelar a sus principales oponentes. Tras una elección formal, el parlamento reconoció a Ulrica Leonor como nueva reina de Suecia. Entonces Federico pretendió gobernar conjuntamente con su esposa, en calidad de rey, pero la aristocracia y el parlamento se opusieron rotundamente.
El apego y la confianza que la reina depositó en Federico hicieron que éste influyera fuertemente en los asuntos del gobierno. A través de su título de Generalísimo, Federico adquirió gran poder en el alto mando militar. En política exterior, influyó decisivamente para que se firmara el Tratado de Estocolmo (1720) por el que Suecia cedía diversos territorios a Hannover y una parte de la Pomerania Sueca a Prusia. De esa manera, Federico pretendía obtener el apoyo de Hannover, Prusia e Inglaterra para hacer frente a la Rusia de Pedro I.
En febrero de 1720 Ulrica Leonora abdicó en Federico. La abdicación fue aceptada por el Parlamento y Federico I subió al trono sueco el 3 de mayo de ese año de 1720.
Su capacidad militar era reconocida en todo el país, pero pronto su popularidad se vio tan mermada que su gobierno llegó a ser considerado como uno de los más desastrosos en la historia de Suecia. Esa pérdida de popularidad se debió, fundamentalmente a imposibilidad de detener la embestida militar rusa. En 1721 tuvo que firmar el durísimo Tratado de Nystad por el que Suecia cedía a Rusias los territorios de Livonia, Estonia, Ingria y una parte de Carelia. Suecia perdió de esa manera su papel de gran potencia, y fue desplazada por Rusia, que adquirió la hegemonía en la Europa del norte.
Federico pretendió aumentar el poder monárquico y se opuso tajantemente a una nueva constitución que limitaba la participación del monarca en el gobierno, lo que le atrajo las antipatías del Parlamento. A pesar de ello, y desde 1723, el despotismo monárquico fue sustituído por un mayor control parlamentario. Federico I seguiría sentado en el trono sueco cerca de tres décadas más, pero su papel perdería significación ya que la nueva constitución establecía un sistema parlamentario en el que el monarca conservaba un poder simbólico.
Ante la carencia de hijos legítimos del rey, Adolfo Federico de Holstein-Gottorp fue nombrado por el parlamento príncipe heredero en 1743, en una decisión donde no tuvo nada que ver Federico, que sin embargo mantuvo una buena relación con el nuevo príncipe y su esposa.
El 23 de febrero de 1748 creó las Órdenes de los Serafines, de la Estrella Polar y de la Espada.
Falleció el 25 de marzo de 1751 en Estocolmo. Sus restos se hallan sepultados en la Iglesia de Riddarholmen, Panteón de los Reyes de Suecia.
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