Por su gran valor y testimonio, reproducimos la crónica del Padre José Luis Sánchez Vázquez, del Arzobispado Castrense.
"El pasado 29 de enero tuvo lugar en la Academia de Infantería el acto de despedida de los capellanes del Cuerpo Eclesiástico del Ejército; Estuvo presidido por el Teniente General D. Juan Enrique Aparicio Hernández-Lastras, Jefe del Mando de Personal del Ejército de Tierra, al que acompañaron el Arzobispo Mons. Juan del Río Martín, el Vicario de Tierra D. Francisco Bravo Castrillo y un grupo de capellanes del Cuerpo Eclesiástico y del Servicio de Asistencia Religiosa de las Fuerzas Armadas (SARFAS),
Acto de despedida a los Capellanes. Homenaje a los que dieron su vida por España en la Academia de Infantería de Toledo
Foto: ACINF para www.ejercito.mde.es
Fue un acto muy solemne y emotivo en el que los capellanes del Cuerpo Eclesiástico desfilaron ante la Bandera; En el mismo acto el Coronel- capellán D. Francisco Nistal Martínez hizo una glosa sobre los capellanes del Cuerpo Eclesiástico.
Extinción del Cuerpo Eclesiástico del Ejército
Dentro de unos días pasará a la situación de reserva el último Capellán del Cuerpo Eclesiástico del Ejército. Esto no tendría más transcendencia que la personal sino fuera que, con este acto administrativo, se da cumplimiento a la Ley Reguladora del Régimen del Personal Militar Profesional 17/1989 de 19 de julio, que declaraba a extinguir el Cuerpo Eclesiástico del Ejército de Tierra, de la Armada y del Ejército del Aire. Por tanto, con este solemne acto y en inmejorable escenario, se cierra otro capítulo de la historia militar en la que han intervenido unos cuantos cientos de hombres que tenían una doble condición: ser sacerdotes y militares.
El acompañamiento de los Capellanes en los ejércitos es tan antiguo como los propios ejércitos. Las tropas medievales movilizadas para la conquista o defensa de un territorio eran asistidas por obispos y sacerdotes. Así en la Batalla de las Navas de Tolosa estuvo, junto a Alfonso VIII, el arzobispo de Toledo y, según la “Crónica de S. Fernando”, acompañaron a Fernando III, en su conquista de Sevilla, San Pedro Nolasco, Fundador de la orden de la Merced, San Pedro González Telmo y el Beato Domingo de Guzmán, entre otros muchos.
La incorporación definitiva tendrá lugar al organizarse los Tercios de Infantería en 1532 que contará, desde esa fecha, con un capellán estable y permanente, tal y como consta en el primer documento, que data de 1535, del emperador Carlos V.
Las autoridades militares prestas para presidir el desfile de la fuerza
Foto: www.agenciasic.com
Así se irá creando una estructura que culminará con la figura del Vicario General Castrense, creada por petición del Rey Felipe II, en 1571.
Una nueva etapa se iniciará en 1762 con las reformas y reorganización del Ejército llevadas a cabo por el Rey Carlos III que afectaron, también, al Vicariato al aprobar el Papa, Clemente XIII, las peticiones reales.
Otras épocas históricas se desgranan dejando al descubierto las luces y las sombras por las que atravesó y atraviesa este veterano Servicio. De entre las que más brillan están, sin duda, las de los 6 Capellanes que en guerras de ultramar o en África se ganaron, por méritos propios, la cruz laureada de San Fernando; y otros muchos, en otras contiendas, la colectiva, entre otras.
El Cuerpo Eclesiástico del Ejército que hoy se extingue se restableció por Ley hace 75 años, siendo el Cardenal Gomá, Arzobispo de Toledo, el comisionado por Roma y nombrado Vicario General Castrense.
La importancia que la Santa Sede otorga a esta institución queda patente en los abundantes Documentos pontificios y en los nombres que, desde el Cardenal D. Carlos de Borja-Centelles y Ponce de León, en 1705, Primer Vicario General Castrense, hasta el Arzobispo, D. Juan del Rio Martín, actual Arzobispo Castrense, han figurado como Vicarios Generales Castrenses o Arzobispos Castrenses. En total 34. Unos, con la dignidad de Obispos, otros Arzobispos o Cardenales.
Hasta aquí, unas trazas históricas de algunos nombres, fechas y hechos. La otra historia, la del día a día, también incompleta, duerme ya en apretadas carpetas de algún archivo donde se custodian las hojas de servicio. Solo un pequeño resto la llevamos en el recuerdo y en el corazón, y sentimos la enorme alegría y orgullo de haber formado parte de este Cuerpo.
Aquellos 5 durísimos exámenes orales de ingreso ante un tribunal de rigurosos Coroneles Capellanes. El año de prácticas en las que uno quería aprender todo y, sobretodo, terminar apto. Los primeros destinos.., qué más daba el lugar si, ¡la ilusión lo podía todo!. Responsables de lo sagrado sí, pero implicados en la promoción humana, moral y cultural, también. Las clases de extensión cultural, el recreo educativo del soldado (RES), las charlas de formación moral y, hasta el imperio, en ocasiones, era cosa del “Páter”. A la memoria vienen aquellas largas jornadas de desplazamientos para las maniobras con todo tipo de incidencias que, pasado el tiempo, se recordaban con gracia y nutrían el compañerismo. El tiro, que como la santa misa, hasta que no estuviera el Capellán no se iniciaba. Hace 22 años que llegaron las misiones de mantenimiento de paz y allí, como no podía ser de otra manera, también estuvimos con vosotros, al frio y al calor, en el refugio y en las paellas del domingo. Cada época ha requerido su adaptación pero, el paso de los años, ha hecho invariable la misión del Capellán. Ayer y hoy tiene la misma urgencia y la misma actualidad el mandato de Jesús: “id y predicad el evangelio”. Todo, ha sido por esto.
Hace unos días, en un acto similar a este, en Granada, dije que “ser militar no es sólo una profesión apasionante, que lo es. Ser militar es tener el uniforme cosido al corazón. Es un estilo, un porte, un sentimiento y un orgullo que se pega en algún momento a tu vida y se entreteje en el alma para siempre”. Ser Capellán militar es, además, no ser dueño de ese corazón para estar a las órdenes de todos, siempre. Creo, que no digo de más, si digo que, estos descendientes de D. Quijote, vaciados del mundo, a lomos de la Buena Nueva y nutridos de Dios, gastaron los mejores años de su vida, de un lado para otro, conquistando almas o derrochando constancia e implicación allí donde aprieta la fatiga y el sufrimiento. Al recuerdo viene ahora aquellos años duros de terrorismo donde, como el que más, dimos testimonio de valentía y acompañamiento a quienes siempre estarán presentes entre nosotros y en nuestras plegarias, las víctimas.
En este momento, los sentimientos son encontrados. Aunque hace muchos años que sabíamos de esta hora, nos da pena que haya llegado. Las despedidas son siempre amargas. Hay mucha nostalgia que se alivia con los recuerdos y la gratitud. ¡¡GRACIAS!!, es la palabra que sale de nuestro corazón como lava incandescente. Gracias a vosotros, hombres y mujeres del Ejército español, que tenéis sustancia de héroe y alma de niño. Con admiración mutua, agradecemos la acogida, la aceptación y el cariño que siempre nos habéis dispensado. Nos habéis hecho sentir y ser uno más entre vosotros; nos habéis distinguido y significado con continuas muestras de afecto inmerecido. Gracias por vuestra generosidad sin medida que ha ido más allá del compañerismo y de la amistad y ha entrado en el terreno de la familia. Nosotros, siendo testigos de vuestros momentos inolvidables; vosotros, siendo, muchas veces, nuestra única familia acompañando y animando en esas horas de prueba que, también, hemos tenido. Siempre estaremos en deuda con vosotros. Y, por las veces que os defraudamos, que de todo tiene que haber, hoy también os pedimos perdón.
Gracias, por último, a nuestros padres y familia. Sea éste un homenaje, postrero a quienes vivieron, o viven de otra manera, más sacrificada, más silenciosa y menos reconocida públicamente, el compromiso de darnos, contantemente, ánimo y apoyo para ser fieles a nuestra vocación sacerdotal y militar.
La continuidad de los Capellanes del Servicio de Asistencia Religiosa de las Fuerzas Armadas, (SARFAS), con el Arzobispo Castrense al frente es ya un hecho hace años. Nuestras Tropas, en ese ir y venir por los caminos de paz, podrán seguir contando y confiando en sus Capellanes que, herederos del valor y la ilusión de los del pasado, bien preparados y siempre dispuestos, acompañarán con humildad a nuestro Ejército allá donde haga falta.
A ellos les pasamos el testigo que otros, en otro momento nos dieron a nosotros y que lo resumo en una palabra: FIDELIDAD.
Fidelidad al sagrado ministerio, fidelidad a España, a nuestro Rey y al Ejército. A la única bandera roja y gualda, que representa a un pueblo, a una historia y a un proyecto común de futuro.
¡Que Dios nos bendiga y bendiga nuestra Patria!
(José Luis Sanchez Vazquez – Arzobispado Castrense)
No hay comentarios:
Publicar un comentario