SERVUS HISPANIARUM REGIS



jueves, 13 de junio de 2019

UNA MEDALLA DE HOMENAJE A JOSÉ MARÍA GIL ROBLES

Uno de los políticos españoles más recordados del periodo de la Segunda República es sin duda alguna José María Gil Robles. Ministro de la Guerra en 1935, defensor de la monarquía durante el franquismo y eminente jurista, nos ha dejado una importante herencia bibliográfica con títulos tan emblemáticos como: No fue posible la paz o La monarquía por la que yo luché.

José María Gil Robles y Quiñones nació en Salamanca el 27 de noviembre de 1898, siendo hijo de Enrique Gil Robles y de Petra Quiñones Armesto. Se licenció en Derecho en la Universidad de Salamanca a los veintiún años, siguiendo la carrera jurídica y la vocación universitaria ejercidas por su padre. 
Militó desde su juventud en organizaciones políticas y sociales católicas. 
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José María Gil Robles

Se doctoró en Derecho en la Universidad Central de Madrid y obtuvo en 1922 la cátedra de Derecho Político de la Universidad de La Laguna (Santa Cruz de Tenerife), que apenas ejerció. Nuevamente en Madrid, formó parte relevante de la redacción del diario católico El Debate, dirigido por ängel herrera Oria. Fue Secretario de la Confederación Nacional Católico-Agraria y en 1922 se integró en el Partido Social Popular liderado por Ángel Ossorio y Gallardo.
Durante la Dictadura de Primo de Rivera colaboró con José Calvo Sotelo en la redacción del Estatuto Municipal.
Proclamada la IIª República en abril de 1931, formó parte de las candidaturas del Bloque Agrario, siendo elegido diputado en las elecciones celebradas en junio de ese año. Intervino en las Cortes Constituyentes, en las que destacó por su oposición a la política religiosa del nuevo régimen republicano desde su calidad de miembro de la comisión redactora del proyecto constitucional.
Se destacó en su defensa de la línea católica “posibilista” preconizada por el cardenal Francisco Vidal y Barraquer, mostrándose dispuesto a aceptar, con matices, la declaración del laicismo del Estado, siempre que se reconocieran los “derechos de la Iglesia”, incluidos los de las órdenes religiosas.
En el mismo año 1931 pasó a militar en Acción Nacional, creada poco antes por Ángel Herrera Oria y rebautizada en 1932 como Acción Popular, cuando Gil-Robles era ya uno de sus principales dirigentes.
Defendió la postura del accidentalismo, según la cual lo importante no era la forma del Estado (monarquía o república), sino que éste defendiera los intereses de la Iglesia. Esta postura chocó con otras posiciones de las derechas, que se declararon opuestas a la República desde el principio.
A finales de febrero y principios de marzo de 1933 participó en la creación de la Confederación Española de derechas Autónomas (CEDA), al integrar en ella a Acción Popular. En septiembre de 1933 asistió como observador al Congreso de Nüremberg, donde estudió la propaganda nazi. En los discursos electorales de la campaña para las elecciones de noviembre de 1933 afirmó que la democracia era simplemente el «medio» para llegar al estado corporativo.​ Su nuevo partido obtuvo la victoria en los comicios, pero con una escasa mayoría (115 escaños de 450), lo cual le imposibilitaba para formar gobierno en solitario. Apoyó al nuevo gabinete presidido por Alejandro Lerroux (Partido Radical) desde ese mismo mes, así como a los siguientes, encabezados también por otras figuras de ese partido.
Principios de temporada, por Kin.jpg
Lerroux (de picador) y Gil Robles, caricaturizados en el satírico "Gracia y Justicia"
El 6 de mayo de 1935 fue nombrado ministro de la Guerra por Lerroux, cargo desde el que promocionaría a varios militares que terminarían teniendo un gran protagonismo durante la posterior Guerra Civil. Así, ordenó que el general Francisco Franco se hiciera cargo del mando del Estado Mayor Central, el general Emilio Mola volviera al servicio activo y tomara el mando de las fuerzas del Protectorado de Marruecos, el general Joaquín Fanjul fuera nombrado subsecretario y se ascendiera a general de brigada al bilaureado coronel José Enrique Varela. 
Se restablecieron los Tribunales de Honor y se autorizaron los actos religiosos en los cuarteles. Prosiguió en el cargo en el gabinete siguiente, presidido desde septiembre de ese año por el independiente Joaquín Chapaprieta. Su actitud política, contraria a la dirección dada por éste a la economía, provocó su dimisión en diciembre de 1935 y el consiguiente final de su desempeño ministerial.
En los ocho escasos meses que dura su ministerio logra un mínimo rearme, dotando de cascos de guerra a las unidades, proyectando una fábrica de aviones en Guadalajara y potencia la Fábrica de Armas de Toledo, incluyendo en ella a 350 operarios para fabricar 800.000 cartuchos diarios.
Gil Robles durante un mitin en 1935

Después de la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, se convirtió en el jefe de la oposición parlamentaria. Su figura se vio cada vez más eclipsada por los postulados más radicales de José calvo Sotelo, asesinado en la noche del 12 al 13 de julio de ese año. Gil-Robles, que había partido hacia el norte poco antes, abandonó España y se dirigió a Francia. Expulsado de allí por el gobierno de León Blum, pasó a Portugal.
Durante la Guerra Civil encomendó a sus seguidores apoyar al bando franquista, a la vez que entregó los fondos de su partido al general Emilio Mola. Gil-Robles afirmó en sus memorias que no estuvo al corriente de la conspiración militar.
Finalizado en abril de 1939 el conflicto, apoyó la causa monárquica. Fue miembro del Consejo Privado de don Juan de Borbón, conde de Barcelona e intentó llegar a un acuerdo en 1948 con el líder socialista Indalecio Prieto para lograr la instauración de una monarquía parlamentaria en España en lo que se conoció como Pacto de San Juan de Luz.
En 1953 regresó a España, donde apoyó a diversos opositores al régimen. Fue desterrado en 1962 por participar en junio de ese año en una reunión antifranquista en Múnich (el célebre "Contubernio de Múnich), lo que le valió asimismo ser apartado del entorno del conde de Barcelona. El 4 de agosto de 1966 tuvo que declarar ante el Juzgado de Orden Público por haber coordinado y dirigido el libro Cartas del Pueblo Español. Si bien el caso quedó sobreseído, se mantuvo el secuestro de la obra.
Comenzó entonces a escribir una serie de libros de memorias, en el primero de los cuales, No fue posible la paz (1968), intentó explicar las causas que llevaron a la Guerra Civil y justificar su intervención en los acontecimientos anteriores a la misma.
Catedrático de la Universidad de Oviedo desde 1968, fue uno de los abogados de los sindicalistas de Comisiones Obreras (CCOO) en el conocido como "Proceso 1001" y de Vilá Reyes en el "Caso Matesa" de 1969. En 1976 apareció otra de sus obras autobiográficas y de carácter político, La monarquía por la que yo luché.
Tras el fallecimiento de Francisco Franco en 1975, y con el inicio del reinado de Juan Carlos I y la Transición Española, intentó recuperar su papel político defendiendo las posiciones tradicionales de la democracia cristiana europea. Estuvo apoyado en esta tarea por uno de sus hijos, José María Gil Robles y Gil Delgado.
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Sin embargo, el fracaso de su partido, la Federación Popular Democrática (integrado junto al de Joaquín Ruiz Jiménez, Izquierda Democrática, en la Federación de la Democracia Cristiana) en las elecciones de 1977, en las cuales no obtuvo acta de diputado, le apartó definitivamente de la vida política.
Falleció en Madrid el 14 de septiembre de 1980.
En 1998 se le concedió, a título póstumo, la Gran Cruz de San Raimundo de Peñafort.
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Traemos hoy una interesante medalla en homenaje a su persona datada en 1968, momento en el que el jurista y político cumplía setenta años.
Se trata de una pieza circular de bronce en cuyo anverso se muestra la imagen de perfil de José María Gil Robles. Lleva la firma del grabador: "Comendador".
Anverso de la Medalla de Gil Robles
Fuente: www.todocolección.net

El reverso está protagonizado por una figura femenina desnuda, de larga cabellera y ojos cerrados, que empuña, con su mano derecha, la espada de la Justicia; y con la izquierda, la antorcha de la Libertad. Para remarcar esta idea le acompaña una cartela latina con la frase: "Ivstitia et Libertas". Rodea a la imagen alegórica el texto: "A JOSÉ MARÍA GIL ROBLES". En el exergo la data y la motivación conmemorativa: "EN EL LXX ANIVERSARIO DE SV NACIMIENTO. 27.XI.1968"

Reverso de la Medalla de Gil Robles
Fuente: www.todocolección.net

miércoles, 12 de junio de 2019

CARTAS DEL CONQUISTADOR DE CHILE PEDRO DE VALDIVIA AL EMPERADOR CARLOS V (y II)

También envié a mi maestre de campo Francisco de Villagra, por tener práctica de las cosas de la guerra
y que ha servido mucho a V. M. en estas partes, para que a los indios destas [de éstas] provincias los
echase hacia acá y me tomase lengua de las de adelante; y desde entonces tengo a Francisco de
Aguirre, mi capitán, desa [de esa] parte del río Mauli [Maule] en la provincia de Itata, con gente, que tiene
aquella frontera y no da lugar que los indios de por acá pasen a la otra parte, y si los acogen los castiga;
y estará allí hasta que yo vaya adelante; y viéndose tan seguidos, y que perseveramos en la tierra, y que
han venido navíos y gente, tienen quebradas las alas y ya de cansados de andar por las nieves y
montes, como animalias [anomalías] determinan de servir; y el verano pasado comenzaron a hacer sus
pueblos y cada señor de cacique ha dado a sus indios simiente, así de maíz como de trigo, y han
sembrado para simentarse y sustentarse, y de hoy en adelante habrá en esta tierra grand [gran]
abundancia de comida, porque se hacen en el año dos sementeras, que por abril y mayo se cogen los
maíces, y allí se siembra el trigo, y por diciembre se coge, y torna a sembrar el maíz.
Como esta tierra, estaba tan mal infamada, como he dicho, pasé mucho trabajo en hacer la gente que a
ella truje [traje], y toda la acaudillé a fuerza de brazos de soldados amigos que se quisieron venir en mi
compañía aunque fuera a perderme, como lo pensaron muchos, y por lo que hallé prestado para
remediar a los que lo hobieron [hubo] menester, que fueron hasta quince mill [mil] pesos en caballos,
armas y ropa, pago más de sesenta mill [mil] en oro, y el navío y gente de socorro que me trajo mi
teniente. Debo por todo lo que se gastó ciento y diez mill [mil] pesos, y del postrero que vino me adeudé
en otros sesenta mill, [mil] y están al presente en esta tierra doscientos hombres, que me cuesta cada
uno más de mill [mil] pesos puesto en ella; porque a otras tierras nuevas van por la buena fama a ella los
hombres, y desta [de ésta] huyen todos por la mala en que la hablan dejado los que no quisieron hacer
en ella como tales: y así me ha convenido hasta el día de hoy para la sustentar, comprar los que tengo a
peso de oro, certificando a V. M., que no tengo de toda esta suma que he dicho acción contra nadie de
un solo peso para en descuento della [de ella], y todos los he gastado en beneficio de la tierra y soldados
que la han sustentado por no podérseles dar aquí lo que es justo y merecen, haciéndoles de todo suelta
[entrega]; y haré lo mesmo [mismo] en lo de adelante, que no deseo sino descobrir [descubrir] y poblar
tierras a V. M., y no otro interese[tengo otro interés], junto con la honra y mercedes que será servido de
me hacer por ello, para dejar memoria y fama de mí, y que la gané por la guerra como un pobre soldado,
sirviendo a un tan esclarecido monarca, que poniendo su sacratísima [sacrosanta] persona cada hora en
batallas contra el común enemigo de la Cristiandad y sus aliados, ha sustentado con su invictísimo
[invicto] brazo y sustenta la honra della [de ella] y de nuestro Dios, quebrantándoles siempre las
soberbias que tienen contra los que honran el nombre de Jesús.
Demás desto [de ésto], en lo que yo he entendido después que en la tierra entré y los indios se me
alzaron, para llevar adelante la intención que tengo de perpetuarla a V. M., es en haber sido gobernador
en su Real nombre para gobernar sus vasallos, y a ella con abtoridad, [autoridad] y capitán para los
animar en la guerra, y ser el primero a los peligros, porque así convenía; padre para los favorecer con lo
que pude y dolerme de sus trabajos, ayudándoselos a pasar como de hijos, y amigo en conversar con
ellos; zumétrico [simétrico] en trazar y poblar; alarife en hacer acequias y repartir aguas; abrador
[labrador] y gañán en las sementeras; mayoral y rabadán en hacer criar ganados; y, en fin, poblador,
criador, sustentador, descubridor y conquistador. Y por todo esto, si merezco tener de V. M. el abtoridad 
[autoridad] que en su Real nombre me ha dado su Cabildo y vasallos, y confirmármela de nuevo para
con ella hacerle muy mayores servicios, a su cesárea voluntad lo remito.
Y por lo que yo me persuado merecerla mejor, es por haberme, con el ayuda primeramente de Dios,
sabido valer con doscientos españoles tan lejos de poblaciones de cristianos, habiendo subcedido
[sucedido] en las del Perú lo pasado, siendo tan abundantes de todo lo que desean los soldados poseer,
teniéndolos aquí subjectos [sujetos, arraigados], trabajados, muertos de hambre y frío, con las armas a
cuestas, arando y sembrando por sus propias manos para la sustentación suya y de sus hijos; y con todo
esto, no me aborrecen, pero me aman porque comienzan a ver ha sido todo menester para poder vivir y
alcanzar de V. M. aquello que venimos a buscar: y con esto, rabian por ir a entrar esa tierra adelante,
para que pueda en su Real nombre remunerarles sus servicios. Y por mirar yo lo que al de V. M.
conviene, me voy poco a poco: que aunque he tenido poca gente, si toviera [tuviera] la intención que
otros gobernadores, que es no parar hasta topar oro para engordar, yo pudiera con ella haber ido a lo

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buscar y me bastaba; pero por convenir al servicio de V. M. y perpetuación de la tierra, voy con el pie de
plomo, poblándola y sustentándola. Y si Dios es servido que yo haga este servicio a V. M. no será tarde,
y donde no, el que viniere después de mí, a lo menos halle en buena orden la tierra, porque mi interese
[interés] no es comprar un palmo della [de ella] en España, aunque toviese [tuviese] un millón de
ducados, sino servir a V. M. con ellos y que me haga en esta tierra mercedes, y para que dellas [de
ellas], después de mis días, gocen mis herederos y quede memoria de mí y dellos [de ellos] para
adelante. Y tampoco no quisiera haber tenido más posibilidad, si no fuera tanta que hobiera [hubiera]
para dejar y llevar, porque a no ir con ella adelante, mientras más gente hobiera [hubiera] más trabajos
pasara en la sustentar. Con la que he tenido, aventurando muchas veces sus vidas y la mía, he hecho el
fruto que ha sido menester para tener las espaldas seguras cuando me vaya a meter de hecho adonde
pueda poblar y perpetuarse lo poblado.
Sepa V. M. que desde el valle de Copayapo [Copiapó] hasta aquí hay cient [cien] leguas y siete valles en
medio, y de ancho hay veinte y cinco por lo más, y por otras, quince y menos, y las gentes que de las
provincias del Perú han de venir a estas, el trabajo de todo su camino es de allí aquí, porque hasta el
valle de Atacama, como están de paz los indios del Perú, con la buena orden que el Gobernador Vaca
de Castro ha dado, hallarán comida en todas partes, y en Atacama se rehacen della [de ella] para pasar
el grand [gran] despoblado que hay hasta Copoyapo [Copiapó], de ciento y veinte leguas, los indios del
cual y de todos los demás, como son luego avisados, alzan [vierten] las comidas en partes que no se
pueden haber, y no sólo no les dan ningunas a los que vienen, pero hácenles [les hacen] la guerra. Y
porque ya en esta tierra se pueden sustentar todos los que están y vinieren, atento que se cogerán de
aquí a tres meses por diciembre, que es el medio del verano, en esta cibdad  [ciudad] diez o doce mill
hanegas [mil fanegas] de trigo y maíz sin número, y de las dos porquezuelas y el cochinillo que salvamos
cuando los indios quemaron esta cibdad [ciudad], hay ya ocho o diez mill [mil] cabezas, y de la polla y el
pollo tantas gallinas como yerbas, que verano y invierno se crían en abundancia. Procuré este verano
pasado, en tanto que yo entendía en dar manera para enviar al Perú, poblar la cibdad [ciudad] de la
Serena en el valle de Coquimbo, que es a la mitad del camino, y hase [se ha] dado tan buena maña el
teniente que allí envié con la gente que llevó, que dentro de dos meses trujo de paz todos aquellos
valles, y llámase el capitán Juan Bohón: y con esto pueden venir de aquí adelante seis de caballo del
Perú acá, sin peligro ni trabajo.
Como dieron la vuelta el capitán Juan Baptista de Pastene, mi teniente, por la mar, y mi maestre de
campo por la tierra de donde los había enviado, y que los indios comenzaban a asentar y sembrar, por
poder ir yo adelante a buscar de dar de comer a doscientos hombres que tengo, que en lo repartido a
esta cibdad [ciudad], que es de aquí hasta Mauli [Maule], no hay para veinticinco vecinos, y es mucho,
porque son treinta leguas en largo y catorce o quince en ancho, y porque me puedan venir caballos y
yeguas para la gente que tengo, que en la guerra y trabajos della [de ella] me han muerto la mayor parte
que truje [traje], eché este verano pasado a las minas los anaconcillas [yanaconas] que nos servían, y
nosotros con nuestros caballos les acarreábamos las comidas, por no fatigar a los naturales, hasta que
asienten, trabajando éstos que tenemos por hermanos, por haberlos hallado en nuestras necesidades
por tales, y ellos se huelgan [solazan] viendo que hacen tanto fructo [fruto], y en las mazamorras
[desmontes o relaves] que han dejado los indios de la tierra donde sacaban oro, han sacado hasta veinte
y tres mill [mil] castellanos, con los cuales y con nuevos poderes y crédito para que me obligue en otros
cient mill [cien mil], envío al capitán Alonso de Monroy, para que tome segundo trabajo, a las provincias
del Perú; y por responder a aquella tierra al Gobernador Vaca de Castro, que le he hallado en todo lo
que al servicio de V. M. ha convenido como aquí digo; y para que haga saber a los mercaderes y gentes
que se quisieren venir a avecindar, que vengan, porque esta tierra es tal, que para poder vivir en ella y
perpetuarse no la hay mejor en el mundo; dígolo [lo digo] porque es muy llana, sanísima, de mucho
contento; tiene cuatro meses de invierno, no más, que en ellos, si no es cuando hace cuarto la luna, que
llueve un día o dos, todos los demás hacen tan lindos soles, que no hay para qué llegarse al fuego. El
verano es tan templado y corren tan deleitosos aires, que todo el día se puede el hombre andar al sol,
que no le es importuno. Es la más abundante de pastos y sementeras, y para darse todo género de
ganado y plantas que se puede pintar; mucha y muy linda madera para hacer casas, infinidad otra de
leña para el servicio dellas [de ellas], y las minas riquísimas de oro, y toda la tierra está llena dello [de
ello], y donde quiera que quisieren sacarlo allí hallarán en que sembrar y con que edeficar [edificar] y

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agua, leña y yerba para sus ganados, que parece la crió Dios a posta [adrede] para poderlo tener todo a
la mano; y a que me compre caballos para dar a los que han muerto en la guerra como muy buenos
soldados, hasta que tengan de que los comprar, porque no es justo anden a pie, pues son buenos
hombres de caballo y la tierra ha menester; y algunas yeguas para que con otras cincuenta que aquí hay
al presente, no tenga de aquí adelante necesidad de enviar a traer caballos de otras partes; y para que
diga a todos los gentiles hombres y súbditos de V. M. que no tienen allá de comer, que vengan con él, si
lo desean tener acá. Y con este viaje, tengo por mí, los caminos y voluntades de los hombres se abrirán
y vernán [vendrán] a esta tierra muchos sin dineros a tenerlos en ella, y cuando no, quien ha gastado lo
de hasta aquí, y espera gastar lo de ahora, lo pagará y gastará otro tanto por acabar de acreditar la tierra
y perpetuarla a V. M.; y el que está como yo al pie de la obra, ha gastado y espera gastar lo que digo y
pasado los trabajos: vea V. M. qué puede hacer el que viniere por el Estrecho [de Magallanes] con gente
nueva.
También envío al capitán Juan Baptista de Pastene, mi teniente por la mar, con algunos dineros y crédito
a traerme por ella armas, herraje, pólvora y gente.
También quiero advertir a V. M. de una cosa: que yo envié a poblar la cibdad [ciudad] de la Serena, por
la causa dicha de tener el camino abierto, y hice Cabildo y les di todas las demás abtoridades
[autoridades] que convenía, en nombre de V. M., y esto me convino hacer y decir. Y porque las personas
que allá envié fuesen de buena gana, les deposité indios que nunca nacieron, por no decirles habían de
ir sin ellos a trabajos de nuevo, después de haber pasado los tan crecidos de por acá. Así que, para mí
tengo que como se haya hecho el efecto porque lo poblé, converná  [convendrá] despoblarse si detrás
de la cordillera de la nieve no se descubren indios que sirvan allí, porque no hay desde Copoyapo
[Copiapó] hasta el valle de Canconcagua [Aconcagua], que es diez leguas de aquí, tres mil indios, y los
vecinos que agora [ahora] hay, que serán hasta diez, tienen a ciento y doscientos indios no más; y por
esto me conviene, en tanto que hay seguridad de gente en esta tierra, con el trato della [de ella], tener
una docena de criados míos en frontería [frontera] con aquellos vecinos, y de lo que aquellos valles
podrán servir a sus amos en esta cibdad [ciudad] de Sanctiago [Santiago] será con algúnd [algún] tributo
y con tener un tambo en cada valle donde se acojan los cristianos que vinieren y les den de comer; y
haránlo [lo harán] esto los indios muy de buena voluntad y no les será trabajo ninguno, antes se
holgarán.
Así que, V. M. sepa que esta cibdad [ciudad] de Sanctiago [Santiago] del Nuevo Extremo es el primer
escalón para armar sobre él los demás y ir poblando por ellos toda esta tierra a V. M. hasta el Estrecho
de Magallanes y Mar del Norte. Y de aquí ha de comenzar la merced que V. M. será servido de me
hacer, porque la perpetuidad desta [de esta] tierra y los trabajos que por sustentarla he pasado, no son
para más de poder emprehender lo [emprenderlo] de adelante; porque, a no haber hecho este pie y
meterme más en la tierra sin poblar aquí, si del cielo no caían hombres y caballos, por la tierra era
excusado venir pocos, y muchos menos por la falta de los mantenimientos, y por mar no pueden traerse
caballos, por no ser para ellos la navegación; y con poblar aquí y sustentar ya Coquimbo de prestado,
pueden ir y venir a placer todos los que quisieren. Y como me venga ahora gente, aunque no sea mucha,
para la seguridad de aquí, y algunos caballos para dar a la que acá tengo a pie, entraré con ella a buscar
donde les dar de comer y poblar y correr hasta el Estrecho, si fuese menester. Así que, este es el
discurso de lo que se ha podido y pienso hacer y las razones porque se ha hecho, aunque en breve
dichas.
También repartí esta tierra, como aquí vine, sin noticia, porque así convino para aplacar los ánimos de
los soldados, y dismembré [desmembré, separé] a los caciques por dar a cada uno quien le sirviese; y la
relación que pude tener fue de cantidad de indios desde este valle de Mapocho hasta Mauli [Maule] y
muchos nombres de caciques; y es que, como éstos nunca han sabido servir, porque el Inga [Inca] no
conquistó más de hasta aquí, y son behetrías, eran nombrados todos los principalejos [ principales], y
cada uno déstos [de estos] los indios que tienen son [de] a veinte y treinta, y así los deposité después
que cesó la guerra y he ido a los visitar; lo comienzo a poner en orden tomando a los principales
caciques sus indios, haciendo como mejor puedo para que no se disipen los naturales que hay, y se
perpetúe esta tierra; y llevaré comigo [conmigo] adelante todos los que aquí tenían nonada [nada], y lo

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dejan, con satisfacer a V. M. que particularmente ni por mi propio interese [interés] no haré agravio a
nadie; y si lo que se hiciere les pareciere a algunos lo es, será por el servicio de V. M. y general bien de
toda la tierra y naturales, a los cuales trato yo conforme a los mandamientos de V. M., por descargar su
Real conciencia y la mía. Y para ello hay cuatro religiosos sacerdotes, que los tres vinieron comigo
[conmigo], que se llaman Rodrigo González y Diego Pérez y Juan Lobo [el sacerdote cuyo nombre se
omite era Gonzalo Yáñez], y entienden en la conversión de los indios y nos administran los sacramentos
y usan muy bien su oficio de sacerdocio; y el padre bachiller [abogado] Rodrigo González hace en todo
mucho fructo [fruto] con sus letras y predicación, porque lo sabe muy bien hacer, y todos sirven a Dios y
a V. M.
Así que, invictísimo César, el peso desta [de esta] tierra y de su sustentación y perpetuidad y
descubrimiento, y lo mesmo [mismo] de la de adelante, está en que en estos cinco o seis años no venga
a ella de España por el Estrecho de Magallanes capitán proveído por V. M., ni de las provincias del Perú,
que me perturbe. Al Perú así lo escribo al Gobernador Vaca de Castro, que se hace en todo lo que al
servicio de V. M. conviene: A V. M. aquí se lo advierto y suplico, porque, caso que viniese gente por el
Estrecho, no pueden traer caballos, que son menester, que es la tierra llana como la palma. Pues gente
no acostumbrada a los mantenimientos de acá, primero que hagan los estómagos barquinos [odre]
acedos  para se aprovechar dellos [aprovecharlos], se mueren la mitad y los indios dan presto con los
demás al traste; y si nos viesen litigar [a pelear] sobre la tierra, está tan vedriosa [vidriosa, frágil,
vulnerable]  que se quebraría y el juego no se podría tornar a entablar en la vida. La verdad yo la digo a
V. M. al pie de la letra, y así ella y a su cesárea voluntad halle yo siempre en mi favor; que por lo que
deseo no venga persona que me extraiga del servicio de V. M. ni perturbe en esta coyuntura, es por
emplear la vida y hacienda que tengo y hobiere [hubiere] en descobrir [descubrir], poblar, conquistar y
pacificar toda esta tierra hasta el Estrecho de Magallanes y Mar del Norte, y buscarla tal que en ella
pueda a los vasallos de V. M. que comigo [conmigo] tengo, pagarles lo mucho que en ésta han trabajado
y descargar con ellos su Real conciencia y la mía. Y después desto [de esto] hecho, que es mi principal
contento, y que V. M. tenga noticia de mis servicios y de mí como es justo, pues yo a su cesárea persona
los he hecho y hago y merezca oír y ver por cartas de V. M. que le son aceptos [aceptados] y a mí es
servido de me tener en el número de sus leales súbditos y vasallos y criados de su Real Casa, que no
deseo más. Si la tierra toda V. M. fuese servido darla a otra u otras personas en gobierno, sin dejarme a
mí parte o con la que fuere su Real servicio, digo que, siendo cierto mana de su cesáreo albedrío yo
meteré en la posesión della [de ella] toda, o de aquella parte, a la persona que V. M. me enviara a
mandar por una muy breve cédula firmada de su cesárea mano, o de los señores que presiden en el
Real Consejo destas [de estas]  sus Indias, y hasta que V. M. pueda saber esto y sea servido de me
mandar responder, yo manterné [mantendré]  la tierra como hasta aquí con la abtoridad [autoridad]  que
su Cabildo y pueblo me ha dado: y viendo mandado en contrario desto [de esto], la deporné [depondré] y
me tornaré un privado soldado y serviré al que viniere nuevamente proveído a estas partes en su
sacratísimo [sacrosanto] nombre, con el ánimo y voluntad que en lo pasado lo he hecho y presente hago
a V. M. Y estas mercedes son las que en principio de mi carta digo que he pedir, en satisfacción de los
pequeños servicios que hasta el día de hoy he hecho y de los muy crecidos que deseo hacer toda la vida
en acrescentamiento [acrecentamiento]  del patrimonio y rentas reales de V. M.
Advierto a V. M. de una cosa y suplico muy humillmente [humildemente]  por ella, y es: que siendo
servido de dar esta tierra a alguna persona que con importunación la pida, por haber hecho servicios y
representarlos ante su cesáreo acatamiento, sea con condición se obligue a mis acreedores por la suma
de los doscientos y treinta mill [mil]  pesos que debo y por los cient mill [cien mil] que de nuevo envío a
que me obliguen, que también se gastarán, y de los demás que yo hobiere [hubiere] gastado en
beneficio de la tierra y para su sustentación, porque hasta ahora no he habido della [de ella]  sino son los
siete mill [mil]  pesos que tomaron los indios de Copoyapo [Copiapó]  al capitán Alonso de Monroy la
primera vez y los veinte y tres mill [mil]  que también envío ahora para el útil della [el uso de ella] al Perú;
y esto sólo por no perder el crédito y por ser razonable y por la conciencia, y no quiero salir con más
hacienda de saber que en ello se sirve V. M., porque de nuevo, en calzas y jubón, con mi espada y capa,
tornaría [volvería] a emprender con mis amigos, a quien no he satisfecho lo que es justo y merecen, a
hacer nuevos servicios a V. M.

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Otra y muchas veces suplico a V. M., pues tengo comenzada tal obra, porque no se me haga mala,
hasta que yo envíe la relación y discretión [descripción] de la tierra, y escriba cumplidamente con
mensajeros propios y duplicados despachos, y los Cabildos, ni más ni menos, con relación de todo lo por
mí y ellos hecho en su Real servicio, y le envíe a pedir las mercedes, exenciones y libertades que V. M.
acostumbra dar y merecen los que bien le sirven, sea servido de mandar que no se provea cosa nueva
para acá; y estando proveída, se sobresea, porque así conviene al servicio de V. M., y para mí será tan
grand [gran] merced cual no sabría encarecer ni significar, porque no querría que al tiempo que han de
ser por V. M. acebtos [aceptados] mis servicios, viniese algúnd [algún] traspié, sin querer yo dar causa a
ello, por donde se tornase ante su cesáreo acatamiento al contrario.
Quedé tan obligado al Marqués Pizarro, de buena memoria, por haberme enviado donde V. M. y tenga la
noticia de mis servicios y de mí, que no puedo pagárselo sino con tener, mientras viviere, a sus hijos en
el lugar que a él, y por perder el abrigo de tal padre, que tanto se desveló en el servicio de V. M.
haciendo tan grand fructo [gran fruto] en acrescentamiento [acrecentamiento] de su Real patrimonio,
para que ellos gocen de tan justos sudores: a V. M. suplico humillmente [humildemente] se acuerde
dellos [de ello], haciéndoles tales mercedes que se puedan sustentar como hijos de quien son.
El portador desta [de esta] carta se llama Antonio de Ulloa: es tenido por mí, y estimado por los que le
conocen por sus obras y buenas maneras, por caballero y hijodalgo, y como tal se mostró en estas
partes en su Real servicio, gastando para venirle a servir en ellas la hacienda que él por acá ha ganado y
podido haber; y por ello va adeudado y obligado a pagar en su tierra, por venir en mi compañía y traer
muy buenos caballos y armas para servir en la guerra, como ha servido como muy gentil soldado que es,
prático [práctico, hábil] y experimentado en las cosas della [de ella], y lo ha gastado todo en la
sustentación desta [de esta] tierra, y por esto le deposité en nombre de V. M. dos mill [mil] indios. Y
dejado aparte, es justo los tenga por sus servicios: por ellos y por otras muchas razones que hay, es
merecedor de las mercedes que V. M. fuera servido de le mandar hacer en estas partes, así a él, como a
la persona que a ellas quisiese enviar a que goce por él de los trabajos que ha pasado en el conflicto de
toda esta tierra. Vase [se va] ahora que había de haber satisfacción cogiendo fructo dellos [frutos,
ganancias, de ellos]; y porque la razón que le mueve a irse a su natural es tan justa, le dejo ir, que, a no
tenerla tan grande y serle a él en tanto contentamiento la ida, hasta que yo le satisficiera en nombre de
V. M. sus servicios, o le diera tanta cantidad de pesos de oro como era justo para que allá se pudiera
representar como quien es, no le partiera de mí. Él tuvo cartas de España con el primer navío que aquí
vino de sus deudos, en que le avisaban que su hermano mayor, heredero que quedó de su padre para
sustentar su casa, murió sin dejar hijos, y porque ésta no perezca saliendo fuera de su derecha línea, se
va a casar, por dejar quien después della [de ella] herede, para que no muera la memoria della [de ella].
Y así, dándole de lo poco que tenía, yendo satisfecho, de mi voluntad quisiera darle mucho, le di la
licencia que deseaba; y porque yo estoy de camino y tan ocupado en lo que digo, y no puedo enviar
relación de la tierra hasta que tenga de qué darla buena, escribo con él esta carta para que la presente a
V. M. y sepa en el estado en que quedo y mande proveer a lo que suplico. Y porque dél [de él] se podrá
saber lo demás que yo aquí no digo, ceso, suplicando muy humillmente [humildemente] a V. M. en todo
aquello que de mi parte dijere y suplicare, por quedar confiado dirá y hará como quien es, le mande V. M.
dar todo el crédito que a mi propia persona sería servido de dar.
Porque tenía necesidad el navío de darse carena [reparación] y echar a monte, y no había aparejo para
ello en esta cibdad[ciudad], y en la Serena hay un cierto betume [betún]  que lo da Dios de su rocío y se
cría en unas yerbas en cantidad, que es como cera, y dicen para esto muy apropiado; me voy a ella a
despachar a V. M., y al Cuzco en tanto que se calafetea y pone en orden, por no perder tiempo; y dejo a
mi maestre de campo para que en el entretanto haga se aderece [prepare] la gente para partir en dando
la vuelta, que será como se vayan los mensajeros y navío esté en orden y presto; y ya lo está, y le
despacho, y se parte con el ayuda de Dios y de su bendita Madre, y en la ventura de V. M. A su inmensa
bondad plega [ruega] me la de a mí y llegue a salvamento ante su cesáreo acatamiento esta carta y
elección y fe de la posesión y mensajero, para que entienda V. M. cuál es mi fin en su Real servicio. Y
así he hablado a los caciques y dícholes [ les he dicho] que sirvan muy bien a los cristianos, porque, a no
hacerlo, envío ahora a V. M. y al Perú a que me traigan muchos, y que, venidos, los mataré a todos; que
para qué los quiero, que adelante hay tantos como yerbas que sirvan a V. M. y a los cristianos, y que

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pues son ellos perros y malos contra los que yo traje, no ha de quedar ninguno, y que no les valdrá la
nieve ni enterrarse vivos en la tierra donde salieron; que allí los hallaré; por eso, que vean cómo les va. Y
como ellos me conocen y que hasta aquí no les he dicho cosa que no haya salido; así y héchola [hecha] 
yo de la mesma [misma] manera, temieron y temen en verdad, y respondieron quieren servir muy bien en
todo lo que yo les mandare. Y ni con esto me engañarán, que yo dejaré aquí recaudo hasta que venga
gente y después de seguro lleve toda la que hay, y servirán ellos a la cibdad de Sanctiago [ciudad de
Santiago] con algúnd [algún]  tributo a sus amos y con tener tambos en el camino. Y así me parto y
vuelvo a ella con la bendición de Dios y de V. M., que le suplico me alcance, cuya sacratísima persona por largos tiempos guarde Nuestro Señor con la superioridad y señorío de la cristiandad y monarquía del universo.
Desta cibdad  [de esta ciudad] de la Serena, a 4 de septiembre 1545.- S. C. C. M. Muy humillde súbdito y vasallo de V. M., que sus sacratísimos pies y manos besa.

Pedro de Valdivia.



Folio (facsímile) de la carta de Pedro de Valdivia dirigida al Emperador Carlos V el 4 de
Septiembre de 1545.


Bibliografía
1. R. B. Cunninghame Graham, Pedro de Valdivia, Conqueror of Chile,  1926, W.
Heinemann Ltd, Londres (1926)
2. Cartas de Pedro de Valdivia Que Tratan del Descubrimiento y Conquista de Chile.
Edición Facsimilar Dispuesta y Anotada por José Toribio Medina– 1929, Sevilla.
3. Proceso de Pedro de Valdivia I Otros Documentos Inéditos Concernientes a Este
Conquistador, Reunidos I Anotados Por D. Barros Arana, Santiago de Chile, 1894.
4. Carta sobre la muerte del Gobernador Pedro de Valdivia (Archivo de Indias, Sevilla,
Patronato 28, R6, 1740-01-01)
5. Carta de Pedro de Valdivia al Emperador Carlos V, La Serena, 1545, 09-01 (Archivo de
Indias, Sevilla, Patronato 192, N1 R42)



martes, 11 de junio de 2019

CARTAS DEL CONQUISTADOR DE CHILE PEDRO DE VALDIVIA AL EMPERADOR CARLOS V

UN HOMBRE DE ARMAS Y LETRAS: CARTAS DEL CONQUISTADOR DE CHILE
PEDRO DE VALDIVIA AL EMPERADOR CARLOS V

Por Bernardo Pérez de Buerres Ramírez, FRSA, PhD
Presidente Fundación Conde de Monte Alea
Miembro del Cuerpo Colegiado de la Nobleza de Asturias, del Real Estamento Militar del Principado de Gerona.

Pedro de Valdivia nació el 17 de abril de 1497 en la comarca de Villanueva de la Serena, Extremadura. Perteneció a una familia de linaje noble ( hidalgos) con cierta tradición militar
(1). Participó en las campañas de Flandes y las guerras italianas luchando en los ejércitos del
Cesar Carlos.
Marchó en 1535 al Perú en donde ascendió como militar a Teniente Gobernador y Maestre de Campo a las órdenes de Francisco Pizarro a quien apoyó en sus disputas con Diego de Almagro en 1538. En este contencioso participó en la batalla de Las Salinas, tras la cual Pizarro le otorgó una encomienda en el valle de la Canela (Charcas) y una mina de plata en Potosí (1).
Valdivia partió de Cuzco hacia la región de Chile en Enero de 1540 al frente de ciento cincuenta hombres (1). En la travesía le acompañaba una mujer, doña Inés de Suarez (1-3). Organizar la expedición, no le resulto fácil, ya que nadie quería aventurarse en una tierra de difícil acceso donde no había oro. Valdivia financió la expedición con parte de la venta de su hacienda y la mina de plata que poseía (1). Desde Perú, tomaron el camino del Inca, hasta llegar en Octubre al valle de Copiapó. Este camino fue elegido por Valdivia para evitar el camino de la cordillera empleado por la expedición de Diego de Almagro en 1535 donde aquellos sufrieron penurias al cruzar la gélida codillera en busca del oro prometido, (que nunca encontraron), para llegar al valle de Copayapu, denominado actualmente Copiapó.
Qué movía a Pedro de Valdivia a emprender un proyecto que casi todos consideraban insensato? Valdivia, sin embargo pensaba que las desacreditadas tierras del sur eran apropiadas para establecer una gobernación de carácter agrícola, y creía poder descubrir suficientes riquezas mineras, si bien no tan abundantes como en el Perú, pero suficientes para sostener una colonia de la que él fuese Señor. Astuto, infatigable y con gran sentido de la oportunidad, este líder audaz, a menudo imprudente, tuvo la virtud —y acaso la genialidad— de levantar la mirada por sobre riquezas triviales y ver futuro allá donde los demás solo veían dificultades. Esta visión de Valdivia ha quedado plasmada en las cartas que escribió al emperador Carlos V (2).
Pedro de Valdivia llegó al valle del rio Mapocho en Febrero de 1541 donde fundó en las faldas del cerro Huelen, (que llamó cerro Santa Lucia), la ciudad de Santiago de la Nueva Extremadura (la actual Santiago de Chile), que le sirvió de base para la exploración y conquista del resto del territorio. Poco tiempo después, los indígenas de Aconcagua destruyeronSantiago, que no tardó en ser reconstruida. Prosiguió sus exploraciones y en 1544 fundó la ciudad de La Serena, en el valle de Coquimbo, para facilitar las comunicaciones con Perú.
Después de solicitar sin éxito a Perú y a la corte recursos para continuar con la exploración, Pedro de Valdivia se presentó en Lima en 1547. Allí intervino en las guerras civiles al lado del partido del virrey y fue ratificado en su cargo de gobernador de Chile en 1549. Al regresar a Chile y en permanente lucha con los araucanos, Valdivia se dedicó a partir de entonces a reorganizar las poblaciones destruidas por los indígenas, emprendió nuevas expediciones por el territorio chileno y fundó otras ciudades, entre ellas Concepción (1550) y Valdivia (1552). Los enfrentamientos con los indígenas eran durísimos como el mismo Valdivia relata en sus cartas al emperador Carlos. No se rendían fácilmente y se adaptaban a las tácticas de guerra de los españoles (2,5).
Cuando la resistencia indígena parecía sofocada, los caudillos araucanos Caupolicán y Lautaro encabezaron una sublevación general. Sorprendido por los indios en Tucapel (Chile), murió en combate junto con cincuenta de los suyos, el día de Navidad de 1553 (4).
Valdivia era un hombre recto, honrado, severo, aunque sin llegar a cruel, por el gusto de serlo, como lo fueron algunos de su tiempo, pero sin trepidar jamás en cometer actos bárbaros y brutales, como nos parecen a nosotros, si los consideraba necesarios para el bienestar de la colonia. “Su fe en Chile, su suelo, su clima y sus recursos, la ha transmitido a los chilenos de hoy, quienes hasta cierto punto se le asemejan en su sagaz buen sentido, firmeza de carácter y patriotismo sin límites” como describe R. B. Cunninghame Graham (1).
Las cartas de Valdivia, notables de por sí, tanto por su claridad, la amplitud de sus miras y por el conocimiento que manifiestan, a la vez, del país y de sus habitantes, constituyen uno de los relatos más valiosos de los hechos contemporáneos de la gran empresa, la conquista de las Indias, que hayan llegado hasta nosotros (1).




Firma de Pedro de Valdivia

El 4 de Septiembre de 1545 desde la ciudad de la Serena en la Capitanía General de Chile, Pedro de Valdivia dirige una misiva al Emperador Carlos V dándole noticias de la conquista de Chile, de los trabajos padecidos en ella y del estado en que se hallaba la colonia como tan bien su deseo de recibir mercedes honorificas para él y sus hombres por servicios al emperador (5).
El original de la carta se encuentra en el Archivo General de Indias en Sevilla (5). Fue enviada por Valdivia con Antonio de Ulloa al Perú, con encargo de despacharla de allí a España. Lacarta es una detallada descripción que trata de las hazañas del descubrimiento y conquista de Chile y es quizá una de las cartas más importantes que escribió Valdivia de entre las que seconocen y que reproducimos en su integridad más abajo.



Retrato de Pedro de Valdivia, Conquistador de Chile
Óleo sobre tela, copia de Luz Celeste Figueroa de la obra de Federico Madrazo (1860) que se
conserva en la Municipalidad de Santiago de Chile, (Colección del autor).



Escudo de armas de Pedro de Valdivia




La Fundación de Santiago, óleo de Pedro Lira (1858).
La obra muestra a Pedro de Valdivia en la cima del  Huelén (cerro Santa Lucia), señalando
hacia el centro del lugar escogido para fundar la ciudad de Santiago del Nuevo Extremo el 12
de Febrero de 1541.

Al Emperador Carlos V
La Serena, 4 de Septiembre de 1545
S. C. C. M: [Sacra, Católica, Cesárea Majestad].
Cinco años ha que vine de las provincias del Perú con provisiones del Marqués y gobernador don
Francisco Pizarro a conquistar y poblar estas de la Nueva Extremadura, llamadas primero Chili [chile], y descobrir [descubrir] otras adelante, y en todo este tiempo no he podido dar cuenta a V. M. de lo que he hecho en ellas por haberlo gastado en su cesáreo servicio. Y bien sé escribió el Marqués a V. M. cómo me envió, y dende [desde] ha un año que llegué a esta tierra envié por socorro a la cibdad [ciudad] del Cuzco al capitán Alonso de Monroy, mi teniente general, y halló allí al gobernador Vaca de Castro, el
cual asimesmo [asimismo] escribió a V. M. dando razón de mí, y otro tanto hizo el capitán Monroy, con relación, aunque breve, de lo que había hecho hasta que de aquí partió, y tengo a muy buena dicha hayan venido a noticia de V. M. mis trabajos por indirectas, primero que las importunaciones de mis cartas, para por ellos pedir mercedes, las cuales estoy bien confiado me las hará V. M. en su tiempo, con aquella liberalidad que acostumbra pagar a sus súbditos y vasallos sus servicios; y aunque los míos no

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sean de tanto momento cuanto yo querría, por la voluntad que tengo de hacerlos los más crecidos que ser pudiesen, me hallo merecedor de todas las mercedes que V. M. será servido de me mandar hacer y las que yo en esta carta pediré; en tanto que los trabajos de pacificar lo poblado me dan lugar a despachar y enviar larga relación de toda esta tierra y la que tengo descubierta en nombre de V. M., y la voy a conquistar y poblar, suplico muy humillmente [humildemente] me sean otorgadas, pues las pido con celo de que mi buen propósito en su real servicio haga el fructo [fruto] que deseo, que ésta es la mayor riqueza y contentamiento que puedo tener.
Sepa V. M. que cuando el Marqués don Francisco Pizarro me dio esta empresa, no había hombre que
quisiese venir a esta tierra, y los que más huían della [de ella] eran los que trajo el adelantado don Diego de Almagro, que como la desamparó, quedó tan mal infamada, que como de la pestilencia huían della [de ella]; y aún muchas personas que me querían bien y eran tenidos por cuerdos, no me tovieron [tuvieron] por tal cuando me vieron gastar la hacienda que tenía en empresa tan apartada del Perú, y donde el Adelantado no había perseverado, habiendo gastado él y los que en su compañía vinieron más de quinientos mill [mil] pesos de oro; y el fructo [fruto] que hizo fue poner doblado ánimo a estos indios; y como vi [ví] el servicio que a V. M. se hacía en acreditársela, poblándola y sustentándola, para descobrir[descubrir] por ella hasta el Estrecho de Magallanes y Mar del Norte, procuré de me dar buena maña, y busqué prestado entre mercaderes y con lo que yo tenía y con amigos que me favorecieron, hice hasta ciento y cincuenta hombres de pie y caballo, con que vine a esta tierra; pasando en el camino todo grandes trabajos de hambres, guerras con indios, y otras malas venturas que en estas partes ha habido hasta el día de hoy en abundancia.
Por el mes de abril del año de mil quinientos treinta y nueve me dio el Marqués la provisión, y llegué a este valle de Mapocho por el fin del año de 1540. Luego procuré de venir a hablar a los caciques de la tierra, y con la diligencia que puse en corrérselas [en recorrerlas], creyendo éramos cantidad de cristianos, vinieron los más de paz y nos sirvieron cinco o seis meses bien, y esto hicieron por no perder sus comidas, que las tenían en el campo, y en este tiempo nos hicieron nuestras casas de madera y paja con la traza que les di, en un sitio donde fundé esta cibdad de Sanctiago [ciudad de Santiago] del Nuevo Extremo, en nombre de V. M., en este dicho valle, como llegué a los 24 de febrero de 1541 .
Fundada, y comenzando a poner alguna orden en la tierra, con recelo que los indios habían de hacer lo que han siempre acostumbrado en recogiendo sus comidas, que es alzarse, y conociéndoseles bien en el aviso que tenían de nos contar a todos; y como nos vieron asentar, pareciéndoles pocos, habiendo visto los muchos con que el Adelantado se volvió, creyendo que de temor dellos, esperaron estos días a ver si hacíamos lo mesmo [mismo], y viendo que no, determinaron hacérnoslo hacer por fuerza o matarnos; y para podernos defender y ofenderlos, en lo que proveí primeramente fue en tener mucho aviso en la vela [vigilancia], y en encerrar toda la comida posible, porque, ya que hiciesen ruindad, ésta no nos faltase; y así hice recoger tanta, que nos bastara para dos años y más, porque había en cantidad.
De indios tomados en el camino, cuando vine a esta tierra, supe cómo Mango Inga, señor natural del
Cuzco, que anda rebelado del servicio de V. M., había enviado a avisar a los caciques della [de ella]
cómo veníamos, y que si querían nos volviésemos como Almagro, que escondiesen todo el oro, ovejas, ropa, lana y algodón y las comidas, porque como nosotros buscábamos esto, no hallándolo, nos tornaríamos. Y ellos lo cumplieron tan al pie de la letra, que se comieron las ovejas, que es gente que se da de buen tiempo, y el oro y todo lo demás quemaron, que aún a los propios vestidos no perdonaron, quedándose en carnes, y así han vivido, viven y vivirán hasta que sirvan. Y como en esto estaban bien prevenidos nos salieron de paz hasta ver si dábamos la vuelta, porque no les destruyésemos las comidas, que las de los años atrás también las quemaron, no dejando más de lo que habían menester hasta la cosecha.
En este medio tiempo, entre los fieros [las provocaciones, bravatas] que nos hacían algunos indios que no querían venirnos a servir, nos decían, que nos habían de matar a todos, como el hijo de Almagro, que ellos llamaban Armero, había muerto en Pachacama al Apomacho, que así nombraban al gobernador Pizarro, y que, por esto, todos los cristianos del Perú se habían ido. Y tomados algunos destos [de estos] indios y atormentados, dijeron que su cacique, que era el principal señor del valle de Canconcagua

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[Aconcagua], que los del Adelantado llamaron Chili, tenía nueva dello [de ello] de los caciques de
Copayapo [Copiapó], y ellos de los de Atacama, y con esto acordó el procurador de la cibdad hacer un requerimiento al Cabildo para que me eligiese por gobernador en nombre de V. M., por la nueva de la muerte del dicho Marqués, cuyo teniente yo era, hasta que, informado V. M., enviase a mandar lo que más a su Real servicio conviniese. Y así, ellos y el pueblo, todos de un parecer, se juntaron y dijeron era
bien, y dieron sus causas para que lo acebtase [aceptase], y yo las mías para me excusar, y al fin me
vencieron, aunque no por razones, sino porque me pusieron delante el servicio de V. M., y por parecer me convenía a aquella coyuntura, lo acebté [acepté]. Ahí va el traslado de la elección como pasó para que siendo V. M. servido, lo vea.
Fecho esto, como no creí lo que los indios decían de la muerte del Marqués, por ser mentirosos, para
enviarle a dar cuenta de lo que acá pasaba, como era obligado, había ido al valle de Canconcagua
[Aconcagua] a la costa a entender en hacer un bergantín, y con ocho de caballo estaba haciendo escolta a doce hombres que trabajaban en él; recebí [recibí] allí una carta del capitán Alonso de Monroy, en que me avisaba de cierta conjuración que se trataba entre algunos peones [soldados] que comigo [conmigo] vinieron de la parcialidad del Adelantado, de los cuales yo tenía confianza, para me matar. En recibiéndola, que fue a media noche, me partí y vine a esta cibdad [ciudad], con voluntad de dar la vuelta dende a dos días, y detóveme [detúveme] más, avisando a los que quedaban viviesen sobre aviso, que a hacerlo, no los osaran acometer los indios. Y no curándose desto [de esto], andaban poco recatados, y de día sin armas; y así los mataron, que no se escaparon sino dos, que se supieron bien esconder, y la tierra toda se alzó. Hice aquí mi pesquisa; y hallé culpados a muchos, pero, por la necesidad en que estaba, ahorqué cinco, que fueron las cabezas, y disimulé con los demás; y con esto aseguré la gente.
Confesaron en sus depusiciones [deposiciones, declaraciones] que habían dejado concertado en las
provincias del Perú con las personas que gobernaban al don Diego, que me matasen a mí acá por este tiempo, porque así harían ellos allá al Marqués Pizarro, por abril o mayo; y ésta fue su determinación, y irse a tener vida esenta [exenta] en el Perú con los de su parcialidad, y desamparar la tierra, si no pudiesen sostenerla.
Luego tove [tuve] noticia que se hacía junta de toda la tierra en dos partes para venir a hacernos la
guerra, y yo con noventa hombres fui a dar en la mayor, dejando a mi teniente para la guardia de la
cibdad [ciudad] con cincuenta, los treinta de [a] caballo. Y en tanto que yo andaba con los unos, los otros
vinieron sobre ella, y pelearon todo un día en peso [enteramente] con los cristianos, y le mataron
veintitrés caballos y cuatro cristianos, y quemaron toda la cibdad [ciudad], y comida, y la ropa, y cuanta
hacienda teníamos, que no quedamos sino con los andrajos que teníamos para la guerra y con las
armas que a cuestas traíamos, y dos porquezuelas y un cochinillo y una polla y un pollo y, hasta dos
almuerzas de trigo, y al fin al venir de la noche, cobraron tanto ánimo los cristianos con el que su caudillo
les ponía, que, con estar todos heridos, favoreciéndolos señor Sanctiago [Santiago], que fueron los
indios desbaratados, y mataron dellos grand [de ellos gran] cantidad; y otro día me hizo saber el capitán
Monroy la victoria sangrienta con pérdida de lo que teníamos y quema de la cibdad [ciudad]. Y en esto
comienzan la guerra de veras, como nos la hicieron, no queriendo sembrar, manteniéndose de unas
cebolletas y una simiente menuda como avena, que da una yerba, y otras legumbres que produce de
suyo esta tierra sin lo sembrar y en abundancia, que con esto y algún maicejo que sembraban entre las
sierras podían pasar, como pasaron [la fecha de la destrucción de Santiago fue el 11 de Septiembre de
1541]. 
Como vi [ví] las orejas al lobo, parecióme [me pareció que] para perseverar en la tierra y perpetuarla a V.
M. habíamos de comer del trabajo de nuestras manos como en la primera edad, procuré de darme a
sembrar, y hice de la gente que tenía dos partes, y todos cavábamos, arábamos y sembrábamos en su
tiempo, estando siempre armados y los caballos ensillados de día, y una noche hacía cuerpo de guardia
la mitad, y por sus cuartos velaban, y lo mesmo [mismo] la otra; y hechas las sementeras, los unos
atendían a la guardia dellas [de ellas] y de la cibdad [ciudad] de la manera dicha, y yo con la otra andaba
a la continua ocho y diez leguas a la redonda della [de ella], deshaciendo las juntas de indios, do sabía
que estaban, que de todas partes nos tenían cercados, y con los cristianos y pecezuelas [diminutivo de
piezas, es decir indigenas] de nuestro servicio que trujimos [trajimos] del Perú, reedifiqué la cibdad
[ciudad] y hecimos  [e hicimos] nuestras casas, y sembrábamos para nos sustentar, y no fue poco hallar

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maíz para semilla, y se hobo con harto riesgo; y también hice sembrar las dos almuerzas [porción] de
trigo, y dellas [de ellas] se cogieron aquel año doce hanegas [fanegas] con que nos hemos simentado
[sustentado].
Como los indios vieron que nos disponíamos a sembrar, porque ellos no lo querían hacer, procuraban de
nos destruir nuestras sementeras por constreñirnos a que de necesidad desamparásemos la tierra. Y
como se me traslucían las necesidades en que la continua guerra nos había de poner, por prevenir a
ellas y poder ser proveído en tanto que las podíamos sufrir, determiné enviar a las provincias del Perú al
capitán Alonso de Monroy con cinco hombres, con los mejores caballos que tenía, que no pude darle
más, y él se ofreció al peligro tan manifiesto por servir a V. M. y traerme remedio, que si de Dios no, de
otro no lo esperaba, atento que sabía que ninguna gente se movería a venir a esta tierra por la ruin fama
della [de ella], si de acá no iba quien la trujese [trajese] y llevase oro para comprar los hombres a peso
dél [de él], y porque por do [donde] había de pasar estaba la tierra de guerra y había grandes
despoblados, habían de ir a la ligera a noche sin mesón [posada], determiné para mover los ánimos de
los soldados, llevando muestra de la tierra, enviar hasta siete mill pesos, que en tanto que estove
[estuve] en el valle de Canconcagua [Aconcagua] entendiendo en el bergantín, los habían sacado los
anaconcillas [yanaconas] de los cristianos, que eran allí las minas, y me los dieron todos para el común
bien; y porque no llevasen carga los caballos, hice seis pares de estriberas para ellos y guarniciones
para las espadas y un par de vasos en que bebiesen, y de los estribos de hierro y guarniciones y de otro
poco más que entre todos se buscó, les hice hacer herraduras hechizas a un herrero que truje [traje] con
su fragua, con que herraron muy bien los caballos, y llevó cada uno para el suyo otras cuatro y cient 
[cien] clavos, y echándoles la bendición los encomendé a Dios y envié, encargando a mi teniente se
acordase siempre en el frangente [indefensión] que quedaba.
Fecho [hecho] esto, entendí en proveer a lo que nos convenía, y viendo la grand [gran] desvergüenza y
pujanza que los indios tenían por la poca que en nosotros veían, y lo mucho que nos acosaban,
matándonos cada día a las puertas de nuestras casas nuestros anaconcillas [yanaconas], que eran
nuestra vida, y a los hijos de los cristianos, determiné hacer un cercado de estado y medio en alto, de
mill [mil] y seiscientos pies en cuadro que llevó doscientos mill adobes de a vara de largo y un palmo de
alto, que a ellos y a él hicieron a fuerza de brazos los vasallos de V. M., y yo con ellos, y con nuestras
armas a cuestas, trabajamos desde que lo comenzamos hasta que se acabó, sin descansar hora, y en
habiendo grita de indios se acogía a él la gente menuda y bagaje, y allí estaba la comida poca que
teníamos guardada, y los peones [soldados] quedaban a la defensa, y los de caballo salíamos a correr el
campo y pelear con los indios, y defender nuestras sementeras. Esto nos duró desde que la tierra se
alzó, sin quitarnos una hora las armas de a cuestas, hasta que el capitán Monroy volvió a ella con el
socorro, que pasó espacio de casi tres años.
Los trabajos de la guerra, invictísimo César, puédenlos pasar los hombres, porque loor [honor] es al
soldado morir peleando; pero los de la hambre concurriendo con ellos, para los sufrir, más que hombres
han de ser: pues tales se han mostrado los vasallos de V. M. en ambos, debajo de mi protección, y yo de
la de Dios y de V. M., por sustentarle esta tierra. Y hasta el último año destos  [de estos] tres que nos
simentamos [asentamos] muy bien y tovimos [tuvimos] harta comida, pasamos los dos primeros con
extrema necesidad, y tanta que no la podría significar; y a muchos de los cristianos les era forzado ir un
día a cavar cebolletas para se sustentar aquel y otros dos, y acabadas aquéllas, tornaba a lo mesmo
[mismo], y las piezas todas de nuestro servicio y hijos con esto se mantenían, y carne no había ninguna;
y el cristiano que alcanzaba cincuenta granos de maíz cada día, no se tenía en poco, y el que tenía un
puño de trigo, no lo molía para sacar el salvado. Y desta [de esta] suerte hemos vivido, y toviéranse
[tuviéronse] por muy contentos los soldados si con esta pasadía los dejara estar en sus casas; pero
conveníame tener a la contina [continua, en forma permanente] treinta o cuarenta de caballo por el
campo, invierno y verano y acabadas las mochillas que llevaban, venían aquellos y iban otros. Y así
andábamos como trasgos, y los indios nos llamaban Cupais, que así nombran a sus diablos, porque a
todas las horas que nos venían a buscar, porque saben venir de noche a pelear, nos hallaban
despiertos, armados y, si era menester, a caballo. Y fue tan grande el cuidado que en esto tove [tuve]
todo este tiempo, que con ser pocos nosotros y ellos muchos, los traía alcanzados de cuenta; y para que
V. M. sepa no hemos tomado truchas a bragas enjutas, como dicen, basta esta breve relación.

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De las provincias del Perú escribió el capitán Alonso de Monroy a V. M. cómo llegó a ellas sólo con uno
de los soldados que de aquí sacó, y pobre, habiéndole muerto en el valle de Copayapo los indios los
cuatro compañeros, y preso a ellos, y les tomaron el oro y despachos que llevaban, que no salvó sino un
poder para me obligar en dineros; y dende [desde entonces] a tres meses que estovieron [estuvieron]
presos, el capitán Monroy, con un cuchillo que tomó a un cristiano de los de don Diego de Almagro, que
estaba allí hecho indio, que éste fue causa de la muerte de sus compañeros, y del daño que le vino,
mató al cacique principal a puñaladas, y llevando por fuerza consigo a aquel transformado cristiano, se
escaparon en sendos caballos y sin armas; y cómo halló en ellas al gobernador Vaca de Castro, en
nombre de V. M., con la victoria de la batalla que ganó en su cesárea ventura contra el hijo de don Diego
de Almagro y los que le seguían, y cómo le recibió muy bien y le favoresció [favoreció] con su abtoridad
[autoridad].
Y porque el gobernador en aquella coyuntura tenía muchas ocupaciones, así en justiciar a los culpados,
poner en tranquilidad la tierra y naturales, satisfacer servicios, despachar capitanes que le pedían
descubrimientos, y en dar a V. M. cuenta y razón de todo con mensajeros propios y duplicados
despachos, y la Caja de V. M. sin dinero, y él muy gastado y adeudado, buscó personas entre los
vasallos de V. M. que sabía eran celosos de su real servicio y tenían hacienda, para que me
favoreciesen con ella en tal coyuntura y me la fiasen. Halló uno, y un portugués, y diciéndoles lo que
convenía al servicio de V. M. y sustentación desta [de esta] tierra, interponiendo en todo su abtoridad
[autoridad] muy de veras y con tanta eficacia y voluntad, que me dijo mi teniente conoció dél [de él]
dolerse en el ánima, y si toviera [tuviera] dineros o en la coyuntura que estaba le fuera lícito pedirlos
prestados, se los diera con toda liberalidad para que hiciera la gente, por servir a Dios y a V. M.
Y las personas que favorecieron se llama la una Cristóbal de Escobar, que siempre se ha en aquellas
partes empleado en el Real servicio de V. M.; éste socorrió, con que se hicieron setenta de caballo. Y un
reverendo padre sacerdote llamado Gonzaliáñez le prestó otros cinco mill [mil] castellanos en oro, con
que dio a la gente más socorro; y ambos vinieron a esta tierra por más servir a V. M. en persona. Y
demás desto, viendo el gobernador la necesidad que había del presto despacho deste [de este] negocio
entre los de más importancia, avió a mi teniente, primero, rogando a muchos gentiles hombres que
tenían aderezo y querían ir a buscar de comer con otros capitanes, se viniesen con el mío, por el servicio
que a V. M. se hacía, y a su intercesión vinieron muchos dellos [de ellos], y así le despidió y dijo que
viniese con aquel socorro, que él procuraría enviar otro navío cargado de lo que fuese menester a estas
provincias, como diese algúnd [algún] vado a los negocios.
Viniendo el capitán Alonso de Monroy a cibdad [ciudad] de Arequipa a comprar armas y cosas para la
gente, diciendo a ciertas personas la necesidad que tenía de un navío y como el gobernador Vaca de
Castro había enviado a llamar al maestre de uno para concertar con él viniese a estas partes, y no se
atreviendo el maestre a eso, un vecino de allí, llamado Lucas Martínez Vegaso, súbdito y vasallo de V.
M. y muy celoso de su Real servicio, que tal fama tiene en aquellas partes, sabiendo el que a V. M. se
hacía, y la voluntad del gobernador, por quererle bien, cargó un navío que tenía de armas, herraje y otras
mercaderías, quitándole de las granjerías de sus haciendas, que no perdió poco en ellas, y vino, que
había cuatro meses que por falta dél [de él] no se celebraba el culto divino, ni oíamos misa, y me lo envió
con un amigo suyo llamado Diego García de Villalón, y sabido por el Gobernador, se lo envió mucho a
agradecer y tener en grand [gran] servicio de parte de V. M.
Escribióme [Me escribió] el gobernador Vaca de Castro, entre otras muchas cosas, los ejércitos que el
Rey de Francia había puesto contra V. M. por diversas partes, y la confederación con el turco, que fue su
último de potencia, y que la provisión de V. M. fue tal, que no sólo le fue forzado retirarse, pero perder
ciertas plazas en su reino. De creer es que el temor de no perder el renombre de cristianísimo (a no irle a
la mano) [sic] no fuera parte para que dejara de llegar a ejecución su dañada voluntad.
También me envió el pregón Real de la guerra contra Francia, de que me holgué por estar avisado,
aunque podemos vivir bien seguros en estas partes de franceses, porque mientras más vinieren más se
perderán. También me escribió para que enviase los quintos a V. M. Por ésta se verá lo que en esto se
ha podido hacer, certificando a V. M. estimaría como a la salvación hallar en esta tierra doscientos o

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trescientos mill [mil] castellanos sobre ella para servir a V. M. con ellos, y socorrer a gastos tan crecidos,
justos y sanctos [santos]; y confianza tengo en Dios y en la buena ventura de V. M. poderlo hacer algúnd
[algún] día.
Por el mes de septiembre del año de 1543 llegó el navío de Lucas Martínez Vegaso al puerto de
Valparaíso desta cibdad [de esta ciudad], y el capitán Alonso de Monroy con la gente por tierra, mediado
el mes de diciembre adelante, y desde entonces los indios no osaron venir más, ni llegaron cuatro leguas
en torno desta cibdad, y se recogieron todos a la provincia de los Promaocaes [promaucaes], y cada día
me enviaban mensajeros diciendo que fuese a pelear con ellos y llevase los cristianos que habían
venido, porque querían ver si eran valientes como nosotros, y que, si eran, que nos servirían, y si no, que
harían como en lo pasado; yo les respondí que sí haría.



Reformadas las personas y los caballos, que venían todos flacos por no haber visto desde el Perú hasta
aquí un indio de paz, padeciendo mucha hambre, por hallar en todas partes alzados los mantenimientos,
salí con toda la gente, que vino muy bien aderezada y a caballo, a cumplirles mi palabra, y fui a buscar
los indios, y llegado a sus fuertes los hallé huídos todos, acogiéndose de la parte de Mauli [Maule] hacia
la mucha gente, dejando quemados todos sus pueblos y desamparado el mejor pedazo de tierra que hay
en el mundo, que no parece sino que en la vida hobo indio en ella. Y en esto estábamos por el mes de
abril del año de 1544, cuando llegó a esta costa un navío, que era de cuatro o cinco compañeros que de
compañía lo compraron y cargaron de cosas necesarias, por granjear la vida, y hallaron la muerte;
porque cuando al paraje desta [de esta] tierra llegaron, venían tres hombres solos y un negro y sin batel,
que los indios de Copoyapo [Copiapó] los habían engañado y tomado el barco, y muerto al maestre y
marineros, saliendo por agua, y treinta leguas deste [de este] puerto junto a Mauli [Maule] dieron con
temporal al través, y mataron los indios a los cristianos que habían quedado, y robaron y quemaron el
navío.
El junio adelante, que es el riñón del invierno, y le hizo tan grande y desaforado de lluvias, tempestades,
que fue cosa mostruosa [monstruosa], que como es toda esta tierra llana, pensamos de nos anegar, y
dicen los indios que nunca tal han visto, pero que oyeron a sus padres que en tiempo de sus abuelos
hizo así otro año. Llegó otro navío, que fue el que prometió de enviar el gobernador Vaca de Castro, que
un criado suyo, llamado Juan Calderón de la Barca, por cumplir su palabra, viendo el deseo que tenía su
amo de enviarme socorro de cosas necesarias, y que no se hallaba con dineros para ello, empleó diez o
doce mill pesos que tenía, y cargó y vino con ellas, y el navío se llama Sanct [San] Pedro.
El capitán, piloto y señor del navío, y que le trujo después de Dios y guió acá, se llama Juan Baptista de
Pastene, ginovés [genovés], hombre muy práctico de la altura y cosas tocantes a la navegación, y uno
de los que mejor entienden este oficio de cuantos navegan esta Mar del Sur, persona de mucha honra,
fidelidad y verdad, y que sirvió mucho a V. M. en las provincias del Perú y al Marqués don Francisco
Pizarro, y después de muerto, en la recuperación dellas [de ellas] debajo la comisión del gobernador
Vaca de Castro, el cual le mandó, de parte de V. M. viniese a estas provincias, por ser hombre de
confianza y se empleara en su Real servicio y le conocía por tal; y él se ofresció [ofreció] a venir por
hacerle a V. M. tan señalado, demás de los hechos: con él me envió el Gobernador las nuevas de
Francia, y el pregón contra ella que tengo dicho.
Pasada la furia del invierno, mediado agosto, que comienza la primavera, fui al puerto, y sabiendo la
voluntad del capitán, que era servir a V. M. en estas partes en lo que yo le mandase, y la persona que
era, y lo que había hecho en su Real servicio, que ya yo lo sabía y le conocía del tiempo del Marqués, le
hice mi teniente general en la mar y le envié a descubrir esta costa hacia el Estrecho de Magallanes,
dándole otro navío y muy buena lente para que llevase en ambos, y a que me tomase posesión en
nombre de V. M., de la tierra, y así fue. Lo que halló y hizo, verá V. M. por la fee [fe] que aquí va, y dello
[de ello] la da Juan de Cárdenas como escribano mayor del juzgado destas [de estas] provincias, que en
nombre de V. M. crié, que juntamente le envié por acompañado con él para lo que conviniese para al [el]
servicio de V. M. ...

CONTINUARÁ