Se desconoce el lugar real de nacimiento de Isidoro aunque su familia era originaria de Cartagena. Era hijo de Severiano, el cual pertenecía a una familia hispano-romana de elevado rango social; su madre, en cambio, era de origen visigodo y, según parece, estaba lejanamente emparentada con la realeza. Su familia se distinguió por su contribución a la conversión de los reyes visigodos (arrianos) al catolicismo.
Al parecer, la familia de Isidoro huyó a Sevilla tras la conquista bizantina al ser éstos defensores del rey Agila I frente a Atanagildo, aliado de los bizantinos.
Fueron hermanos de San Isidoro: San Leandro, su inmediato predecesor en el arzobispado de Sevilla y oponente del rey Leovigildo (llegó al arzobispado al inicio del reinado del nuevo rey, el ya católico Recaredo); San Fulgencio, que llegó a ser obispo de Cartagena y de Astigi (hoy Écija), y Santa Florentina, de la que la tradición dice que fue abadesa a cargo de cuarenta conventos. Los cuatro fueron canonizados y se les conoce colectivamente como los Cuatro Santos de Cartagena, siendo los patrones de la diócesis cartagenera. Isidoro también fue hermano de Teodora o Teodosia, reina de la Hispania visigoda por su matrimonio con el rey Leovigildo.
San Isidoro muestra una obra suya a su hermana Santa Florentina
San Isidoro se formó con lecturas de S. Agustín de Hipona y de S. Gregorio Magno; estudió en la escuela catedralicia de Sevilla donde aprendió latín, griego y hebreo. Al morir su hermano Leandro, arzobispo de Sevilla, lo sucedió en el gobierno de la diócesis, y su episcopado duró 37 años (599-636). Vivió en una época de transición entre la decadencia de la Edad Antigua y del mundo romano, y el nacimiento de la Edad Media y de las nuevas nacionalidades de influencias germanas. En ese contexto, se propuso recomponer las debilitadas estructuras culturales de España, y desplegó todos sus recursos pedagógicos para contrarrestar la creciente influencia de las culturas consideradas bárbaras. Propició el desarrollo de las artes liberales, del derecho y de las ciencias, y en el IVº Concilio de Toledo, iniciado el 5 de diciembre del 633, estableció las bases de un decreto que impuso una política educativa obligatoria para todos los obispos del reino.
La maestría de San Isidoro en griego y hebreo le dio reputación de ser un estudiante capaz y entusiasta. Su propio latín estaba afectado por las tradiciones locales visigodas y contiene cientos de palabras identificables como localismos hispanos.
Braulio de Zaragoza e Isidoro de Sevilla
En una época de desintegración de la cultura clásica, de violencia e ignorancia entre las clases dominantes, Isidoro impulsó la asimilación de los visigodos, que ya llevaban dos siglos en Hispania, a fin de conseguir un mayor bienestar, tanto político como espiritual, del reino. Para ello, ayudó a su hermano en la conversión de la casa real visigoda (arrianos) al catolicismo e impulsó el proceso de conversión de los visigodos tras la muerte de su hermano (599). Presidió el segundo sínodo provincial de la Bética en Sevilla (noviembre de 618 o 619, durante el reinado de Sisebuto), al que asistieron no sólo prelados peninsulares sino también de la Narbonense (que formaba parte del reino visigodo de Toledo) y Galia.
En las actas del concilio se establece totalmente la naturaleza de Cristo, rebatiendo las concepciones arrianas.
San Isidoro, Doctor de la Iglesia Universal
Siguiendo las directrices establecidas por Isidoro en Sevilla fue prescrito el estudio del griego y el hebreo, y se alentó el interés por el estudio del Derecho y la Medicina.
Afirmó que la Iglesia era libre e independiente, pero que estaba ligada mediante una solemne lealtad al rey. Para muchos autores fue uno de los primeros pensadores en formular la teoría del origen divino del poder regio: Dios concedió la preeminencia a los príncipes para el gobierno de los pueblos.
Fue canonizado en 1598, y en 1722 el papa Inocencio XIII lo declaró doctor de la Iglesia. En el año 2001 fue declarado patrón de Internet.
Los restos mortales de San Isidoro se encuentran actualmente en la Basílica de San Isidoro de León donde fueron trasladados desde su sepulcro en Sevilla en 1063. Ese año el monarca leonés Fernando I obtuvo las reliquias del rey de la taifa de Sevilla, al-Mutamid, tributario suyo. Existen también algunas reliquias suyas en la catedral de Murcia.
En el altar mayor de la parroquia de La Anunciación de Abla (Almería) también se encuentra una reliquia de San Isidoro, donada por la Curia Romana en el mes de diciembre de 2008 con motivo de la consagración de dicho altar.
El pendón de San Isidoro
Fue un escritor muy prolífico y un infatigable compilador y recopilador. Compuso numerosos trabajos históricos y litúrgicos, tratados de astronomía y geografía, diálogos, enciclopedias, biografías de personas ilustres, textos teológicos y eclesiásticos, ensayos valorativos sobre el Antiguo y Nuevo Testamento, y un diccionario de sinónimos.
Su obra más conocida es las Etimologías (hacia 634), monumental enciclopedia que refleja la evolución del conocimiento desde la antigüedad pagana y cristiana hasta el siglo VII. Este texto, también llamado Orígenes y dividido en veinte libros, con 448 capítulos, constituye una enorme obra enciclopédica en la que se recogen y sistematizan todos los ámbitos del saber de la época (Teología, Historia, Literatura, Arte, Derecho, Gramática, Cosmología, Ciencias Naturales...). Gracias a esta obra, se hizo posible la conservación de la cultura romana y su transmisión a la España visigoda.
Asimismo cabe destacar su obra La Hispania,la cual es una colección de cánones conciliares y epístolas pontificias. Los cánones recogidos corresponden a concilios griegos, africanos, galicanos y españoles, mientras las epístolas pontificadas, más de un centenar, quedan agrupadas por orden cronológico. La riqueza de contenido y universalidad de sus planteamientos confieren a La Hispania un papel de capital importancia, sin parangón posible con cualquier otra colección canónica de la misma época. La Hispania fue precedida desde mediados del siglo VI por un índice formado por el extracto de los cánones, y constó de tres recenciones: la Isidoriana, correspondiente a la redacción primitiva, la Juliana de la época de San Julián de Toledo) y la vulgata, o edición más difundida y utilizada, que habría de ser bien conocida en las Galias y que influyó además en otras colecciones canónicas posteriores.
S. Isidoro de Sevilla escribió diversas obras históricas, siendo la más importante Etimologías, una extensa compilación en la que almacena, sistematiza y condensa todo el conocimiento de la época. Otra obra, pero de menor importancia es su Historia de los Godos, Vándalos y Suevos.
Página de una edición de las Etimologías de 1489
Según cuenta la leyenda, en 1063 Fernando I guerreó por tierras de Badajoz y Sevilla, e hizo tributario suyo al rey taifa de Sevilla. De él consigue la entrega de las reliquias de Santa Justa, pero cuando su embajada llega a Sevilla a recogerlas, no las encuentra. Sin embargo, una vez en Sevilla, el obispo de León, miembro de la embajada, tiene una visión mientras duerme, gracias a lo cual encuentran milagrosamente las reliquias de San Isidoro. El retorno se hace por la Vía de la Plata. Cerca ya de León, la embajada se interna en tierras pantanosas, sin que los caballos puedan avanzar. Al taparles los ojos a los caballos, éstos salen adelante dirigiéndose hacia la recién construida iglesia de los Santos Juan y Pelayo, que desde entonces se llamará de San Isidoro.
Isidoro fue muy leído durante la Edad Media y Renacimiento (al menos diez ediciones fueron impresas entre 1470 y 1530). Su influencia fue enorme entre sus contemporáneos. Braulio, obispo de Zaragoza y amigo de Isidoro, le describió como el hombre elegido por Dios para salvar a los hispanos de la marea de barbarie que amenazaba con inundar la civilización clásica en Hispania. El VIII Concilio de Toledo (653) manifestó su admiración por la figura de Isidoro con las siguientes elogiosas palabras: «El extraordinario doctor, el último ornamento de la Iglesia Católica, el hombre más erudito de los últimos tiempos, el siempre nombrado con reverencia, Isidoro». Este tributo fue ratificado por el XV Concilio de Toledo, celebrado en 688. Entre sus discípulos se encuentra Ildefonso de Toledo.
Todos los escritos históricos medievales de España estuvieron basados en las obras de Isidoro. Hasta el siglo XII, fue transmitido mediante traducciones de fuentes árabes, siendo una de las fuentes principales para la penetración en Europa de los trabajos de Aristóteles y otros griegos.