Dábamos cuenta en la entrada de ayer de la conmemoración en honor de los soldados del Reino de las Dos Sicilias caídos en el Volturno. Hoy vamos a recordar aquellos decisivos combates que supusieron el punto culminante de la guerra de conquista librada contra un Reino italiano próspero, libre e independiente.
Denominamos como Batalla del Volturno a una serie de operaciones militares realizadas entre septiembre y octubre de 1860 en el marco de la invasión garibaldina del Reino de las Dos Sicilias que desembocaron en una batalla mantenida los días 1 y 2 de octubre de ese año.
Se enfrentaron las tropas de las Dos Sicilias al mando del rey Francisco II y los "camisas rojas" de Garibaldi con apoyo piamontés, con victoria defensiva de los invasores, en las proximidades del río Volturno, entre las ciudades de Capua y Caserta.
La derrota por parte de los borbónicos imposibilitó su regreso a Nápoles, por lo que fue decisiva para el proceso de unificación italiana bajo el control del Piamonte.
S.M. el Rey Francisco II de las Dos Sicilias
La derrota por parte de los borbónicos imposibilitó su regreso a Nápoles, por lo que fue decisiva para el proceso de unificación italiana bajo el control del Piamonte.
S.M. el Rey Francisco II de las Dos Sicilias
El 6 de mayo de 1860 Garibaldi partió de Quarto, cerca de Génova con 1000 hombres, para conquistar el Reino de las Dos Sicilias para la Casa de Saboya y lograr la unificación italiana bajo el rey Víctor Manuel II. El 11 de mayo desembarcó en Marsala, Sicilia, y con la ayuda de soldados piamonteses y sicilianos independentistas, aumentó su ejército y pudo tomar Palermo el 8 de junio.
El Reino de Piamonte se declaraba en contra de la expedición garibaldina oficialmente, pero en verdad la apoyaba con soldados y sus servicios de inteligencia.
Creyendo las palabras del gobierno piamontés, Francisco II quería llegar a una alianza con Víctor Manuel II, pero mientras tanto Garibaldi avanzaba. De esta forma artera y sin escrúpulos, en un histórico ejercicio de cinismo político en nombre de sus propios intereses, el Piamonte-Cerdeña invadió el Reino de las Dos Sicilias, estado soberano e italiano, sin previa declaración de guerra.
Creyendo las palabras del gobierno piamontés, Francisco II quería llegar a una alianza con Víctor Manuel II, pero mientras tanto Garibaldi avanzaba. De esta forma artera y sin escrúpulos, en un histórico ejercicio de cinismo político en nombre de sus propios intereses, el Piamonte-Cerdeña invadió el Reino de las Dos Sicilias, estado soberano e italiano, sin previa declaración de guerra.
El 18 de agosto de 1860 las tropas garibaldinas saltaron al continente y en 17 días estuvieron a las puertas de Nápoles.
Para evitar un bombardeo dentro de la ciudad con pérdidas civiles, Francisco II decidió abandonar con su ejército la capital para dirigirse a Capua. En las orillas del río Volturno se iba a decidir si Francisco II regresaba a Nápoles o si Garibaldi conseguía la caída del Reino meridional.
En el centro de la acción de batalla, se situaba Caserta, donde Garibaldi asentó su base de operaciones. En la zona oeste estaban colocadas las defensas garibaldinas de San Tammaro y Santa Maria Capua Vetere; en el noroeste tenían fuertes en una zona de colinas. En el noreste se localizaba un pequeño destacamento garibaldino comandado por Pilade Bronzetti. En el extremo este, Nino Bixio defendía el pueblo de Maddaloni y el camino hacia Caserta.
El plan napolitano, tomaba dos direcciones de ataque: la primera al oeste con base en Capua comandada por el general Tabacchi con 4.600 hombres y el mariscal Afan de Rivera con 5.000 hombres. Estas tropas atacarían a las posiciones de San Tammaro y Santa Maria Capua Vetere. La parte este, comandada por Von Mechel con el resto de las tropas, se dirigiría a Maddaloni para luego tomar Caserta.
El general Von Mechel decidió mandar al Coronel Ruiz de Ballesteros con 5.000 hombres para atacar a Bixio y luego volver a unirse con las tropas de Von Mechel para poder tomar Caserta.
La tarde del 30 de septiembre, Garibaldi conocía perfectamente la estrategia enemiga gracias a los oficiales borbónicos traidores y al servicio de inteligencia piamontesa. El lunes 1 de octubre los garibaldinos ya sabían que este era el día en que los napolitanos atacarían.
En efecto, a las tres y media de la mañana del primer día del mes de octubre partieron de Capua las tropas borbónicas para atacar al enemigo. A las cinco se enfrentaron con el pelotón garibaldino colocado en Santa María, el cual no estaba preparado para combatir y se retiró para reorganizarse.
El primer ataque sobre Santa María fue comandado por el mariscal Luigi Tabacchi, quien dividió sus tropas en dos columnas: a la derecha la brigada del coronel Giovanni D'Orgemont y a la izquierda el primer regimiento de granaderos de la Guardia al mando del coronel Gennaro Marulli; en Capua dejó al segundo regimiento de granaderos de la Guardia comandados por Carlo Grenet. Pero D'Orgemont, tomó una mala dirección y no pudo reunirse con Muralli, quien tuvo que mantener apresuradamente sus posiciones en Santa María; en cambio, la brigada de D'Orgemont avanzó exitosamente contra el Convento de los Cappuccini del pueblo.
Mientras tanto, al ala izquierda garibaldina, San Tàmmaro y Carditello, fueron enviados cuatro escuadrones de lanceros comandados por el brigadier Fabio Sergardi y artillería bajo la conducción de Matteo Negri
D'Orgemont lanzó a la vanguardia cuatro campañas del batallón de tiradores al mando del teniente coronel Raffaele Ferrara, contenidas en el segundo batallón de caballería de la guardia conducido por el teniente coronel Giovanni De Cosiron. Los tiradores trataron de conquistar el cementerio de Santa María pero fueron rechazados sufriendo graves pérdidas.
Escena de la Batalla del Volturno
El batallón conducido con bravura y coraje por De Cosiron, expulsó a los garibaldinos hasta las puertas de Santa María Capua Vetere, pero debía esperar al batallón de caballería de D'Orgemont. El asalto sobre el convento del pueblo fue un fracaso; la caballería avanzó disparando alborotadamente poniendo en peligro a los propios hombres de De Cosiron. Bajo los disparos de la artillería enemiga, D'Orgemont envió al teniente Giovanni Giordano con su división de artillería para contrarrestar los cañonazos de los garibaldinos pero también fracasó. La caballería debió retirarse apresuradamente sin protección, sufriendo muchas pérdidas.
Mientras tanto, Negri logró expulsar a los garibaldinos de San Tàmmaro, estos últimos bajo las órdenes de Enrico Faldella. En el lado de los atacantes, el experto coronel de 54 años Gennaro Marulli, comandó a sus granaderos hacia las barricadas enemigas, pero su dificultad de avanzar les ocasionó graves bajas.
Viendo estas dificultades, Tabacchi mandó actuar a la reserva del coronel Grenet. A las ocho de la mañana los granaderos comenzaron a retroceder, en este punto llegaron al campo de batalla el Rey y sus hermanos para animar a las tropas
En el sector de San Angelo, dirigía la ofensiva el mariscal Gaetano Afán de Rivera, palermitano de 44 años y de ascendencia española, que tenía experiencia militar en las campañas sicilianas de 1848 y 1849.
Tenía a sus órdenes a dos comandantes de brigada, también palermitanos y con experiencia militar: el brigadier Gaetano Barbalonga y el coronel Vincenzo Polizzy.
Polizzy inició un avance con la séptima, octava, novena y décima brigadas de cazadores; la brigada número trece y un escuadrón del primer regimiento de húsares. La brigada Barbalonga permaneció en reserva.
A las cinco de la mañana fue la caballería del décimo batallón, al mando del coronel napolitano de 58 años, Luigi Capecelatro, quién abrió el fuego, avanzando por la calle principal del pueblo con el grito viva 'o Re. Pero el ejército garibaldino que defendía entre las casas, diezmó al batallón con descargas de ocho cañones ingleses desde la casina Longo. La caballería ya con 41 caídos y 61 heridos decidió retirarse.
Avanzaron entonces el octavo y el noveno batallón y en la casina Longo se dio una cruenta lucha cuerpo a cuerpo. En este punto intervino la brigada de reserva Barbalonga, lanzando adelante el undécimo batallón del coronel Federico De Lozza, mientras el coronel Errico Pianell efectuaba una maniobra de apoyo atacando a los enemigos posicionados en el bosque de San Vito, poniéndolos en fuga. Para tomar la casina Longo, conquistando la cima del monte Tifata, fue fundamental un valeroso capitán napolitano de 48 años Ferdinando Campanino, que con unos pocos hombres, entró en el fortín enemigo, capturó los cañones e hizo algunos prisioneros.
Para reconquistar la cima, el garibaldino Medici intentó un contraataque que fue rechazado por la segunda, séptima y octava brigadas de caballería. Entonces Polizzy realizó un feroz ataque sobre los garibaldinos conquistando todo el pueblo después de un baño de sangre.
Tras la situación victoriosa en San Angelo, el mariscal Afàn de Rivera hubiese tenido que mandar sus tropas contra las posiciones garibaldinas de Santa María. En cambió, no dio ninguna orden dejando inoperantes a sus hombres.
Combate de San Martino
Al mismo tiempo que se producía el avance sobre Santa María y San Angelo, en el este se movía la columna de von Mechel formada por 8.000 hombres. En vez de atacar con todas las fuerzas, sin esperar la autorización del mariscal Ritucci, dividió el ejército: le dio 4 regimientos con un total de 5000 hombres al coronel Ruiz de Ballesteros, con la orden de avanzar de Caiazzo a Caserta Vecchia donde se reunirían las tropas para atacar a Caserta. Con el resto de las tropas, von Mechel se dirigió a Maddaloni.
El garibaldino Bixio, había ocupado estratégicamente todos los montes cercanos a esta ciudad con un batallón de soldados piamonteses. Dejó tropas a las afueras de la ciudad y también en el camino que dirigía hacia ella.
Mechel dividió sus tropas en tres columnas y a las ocho de la mañana atacaron el monte Lugano, el monte Caro y los puentes della Valle. En el monte Lugano murió el único hijo del general von Mechel, Emil von Mechel, pero después de duros combates las tropas de Garibaldi se vieron obligadas a retroceder.
Bixio, rodeado por el enemigo abandonó el campo dejando numerosos cañones, pero Mechel dolido por la muerte de su hijo, se detuvo para hacer descansar a sus hombres y esperar la llegada de Ruiz. Así se perdió una buena ocasión para destruir a la división de Bixio.
El general von Mechel
Mientras tanto, Ruiz de Ballesteros marchaba lentamente sin tener contacto alguno con Mechel. Tenía a su disposición el segundo, el cuarto y el octavo regimientos. Mandó a Domenico Nicoletti con el sexto regimiento y algunos soldados del segundo y del cuarto a ocupar Limàtola, mientras que él, con el resto de las tropas se dirigía hacia Caserta. Las tropas de Nicoletti, unos 1.500 hombres vencieron a los garibaldinos de Limàtola y los persiguieron hasta el monte de Castel Morrone donde habían huido. Los napolitanos hubiesen podido continuar su marcha de no ser por la orden de Ruiz que insistió en conquistar Castel Morrone.
Para los borbónicos no fue fácil conquistarlo, los combates comenzaron a las 11 de la mañana y 5 horas más tarde, después de feroces combates, pudieron penetrar en la guarnición enemiga que se rindió después de la muerte de su comandante, Bronzetti.
Ruiz, en vez de ir hacia Maddaloni para ayudar a Mechel, continuó lentamente la marcha hacia Caserta. Por la tarde acampó en Caserta Vechia sin tener información sobre la posición de Mechel.
La batalla continuaba en el oeste: En San Tàmmuro, recuperado por los camisas rojas, las tropas borbónicas volvieron a atacar rompiendo las defensas garibaldinas. La zona izquierda de Santa María estaba desprotegida, y en todo el frente, los napolitanos avanzaron victoriosos.
En este punto, fueron necesarias la fortuna y la habilidad de Garibaldi para dar vuelta la situación, haciendo intervenir a las reservas en el momento justo, aprovechando los numerosos errores de los generales enemigos.
Garibaldi, viendo que San Angelo y Santa María estaban perdidos, regresó a Caserta y mandó al combate a las reservas, las cuales llegaron velozmente a Santa María gracias al ferrocarril. Con estos refuerzos, los garibaldinos comenzaron a ganarle terreno a las tropas borbónicas.
A las dos de la tarde, un regimiento borbónico, rodeado por tropas enemigas, debió abandonar el campo de batalla para retirarse a Capua.
Mientras tanto, el rey Francuisco II de las Dos Sicilias, ordenó a Ritucci enviar a la Guardia Real contra Santa María Capua Vetere. Así el primer y el segundo regimiento de granaderos fueron mandados al asalto. La guardia avanzó pero fue sorprendida por los cañones enemigos de Milbitz. Los soldados de la Guardia, incapaces de avanzar, huyeron presa del pánico a pesar del esfuerzo de Nicola Cetrangolo que comandaba el batallón. Inútil también fue la intervención del Rey, que trataba de darles valor. Ya vencida, la Guardia Real se batió en una desordenada retirada.
Desilusionado por el comportamiento de los más ilustres soldados del reino, Francisco II, ordenó el avance de la caballería formada de dos escuadrones del segundo regimiento de húsares guiado por el teniente coronel Filippo Pisacane; los cuales, atacados bajo el terrible fuego de la artillería, cayeron de los caballos y se dieron en fuga. Todos los soldados borbónicos del frente oeste se retiraron hacia Capua.
Mientras tanto, en el sector este, von Mechel se había detenido esperando la llegada de Ruiz de Ballesteros para atacar Caserta. Pero Ruiz no llegaba y, en cambio, se produjo el contraataque de Bixio, quien, reorganizado y con nuevas fuerzas, atacó a las tropas borbónicas. Después de duros combates, como Ruiz de Ballesteros no llegaba, von Mechel no pudo resistir el ataque enemigo y a las tres de la tarde debió retirarse.
El garibaldino Nino Bixio
Mientras tanto, Ruiz estaba en Caserta Vecchia con 5.000 hombres dispuesto a seguir avanzando. Pero por la noche le llegó un mensaje de von Mechel que comunicaba su propia retirada. Reunido con un consejo de oficiales superiores, Ruiz decidió retirarse a Caiazzo; pero no tuvo tiempo de avisar a todas sus tropas, porque algunas de ellas ya estaban atacando a los garibaldinos. Ruiz se retiró en plena batalla dejando desprotegidos a unos 2.000 hombres.
Ya en la madrugada del 2 de octubre de 1860, las pocas tropas napolitanas, ya sin oportunidades de victoria, se rindieron y los 2.000 soldados fueron tomados prisioneros.
La más grande batalla de toda la expedición de Garibaldi había terminado. Las bajas de los invasores ascendieron a 506 muertos y 1.389 prisioneros. Las pérdidas napolitanas: 308 muertos, 850 heridos y 2.507 prisioneros.
Los napolitanos no lograron capturar Caserta, por eso la victoria, a pesar de ser defensiva, fue para los garibaldinos.
Los soldados napolitanos no fueron inferiores en agresividad, coraje y espíritu de sacrificio, salvo la Guardia Real y las tropas de Ruiz de Ballesteros, a quienes se les puede achacar la principal causa de la derrota. Del lado piamontés fue clave la habilidad bélica de Garibaldi quien supo manejar bien sus tropas.
Garibaldi en una fotografía tomada en julio de 1860
Por las numéricas bajas, Garibaldi solicitó ayuda militar al gobierno piamontés y Francisco II quiso aprovechar el estancamiento de los garibaldinos para volver a atacar; pero los generales le aconsejaron reorganizar las fuerzas y entonces se retiró de Capua a Gaeta, perdiendo la última oportunidad de recuperar su trono.
El Piamonte envió más tropas al sur y entonces Francisco II no pudo resistir. Tras soportar un brutal asedio en Gaeta, se vio obligado a abandonar su país, que fue conquistado por el Piamonte.
En el interior del Reino se alzarían numerosas poblaciones que fueron masacradas bajo la excusa de represión del brigantismo.
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