Nuestro dilecto José María de Montells y Galán regresa hoy a este su "Salón del Trono" para deleitarnos con una de sus felices ocurrencias literarias. Todo un lujo para los moradores de estos pagos.
Si el título ya resulta sugerente, no dejen de leer, y degustar, estos párrafos llenos de conocimiento, elegancia, fina ironía y buen hacer literario.
OLOR A MENTA
Por José María de Montells
He tenido obreros en casa para cambiar el cuarto de baño o sea, quitar la bañera, poner plato de ducha, que ya le voy teniendo miedo a las caídas, instalar sanitarios cómodos y modernos y revestir las paredes de gresite. En total, dos semanas que me han parecido dos siglos. Y eso que uno de los albañiles, rumano de nación, era algo filósofo y de conversación agradable y amena. Me habló muy cumplidamente de la Transilvania y Valaquia, del Castillo de Bran, el del Conde Drácula, el famoso Vlad El Empalador y se mostró, al tiempo, firme partidario de las infusiones de hierbabuena. En éstas fue, cuando recordé un té moruno, té a la menta, por ser más preciso, que me sirvieron en Rabat, en un cafetín al aire libre desde donde se veía Salé de los piratas.
Resulta que, según mi rumano, Vlad Draculea, Vlad El Dragón, dicho en cristiano, un héroe nacional, también era adicto a la menta. Siempre añadía una pizca a los guisos que con caldo del robusto tinto Fetiasca Neagra del país, le hacía la condesa Bathory, la que necesitaba sangre de jóvenes vírgenes para mantenerse siempre bella. Que yo sepa la palabra menta deriva del nombre latino Mintha, nombre griego de Cocito, amante de Plutón, el dios del inframundo. Para el Dante, Cocito es un río o un lago helado del país de los muertos, por cuyas orillas vagaban los que no podían pagar a Caronte, durante 100 años. Estaba alimentado por las lágrimas de los asesinos, los ladrones y los pecadores.
Vlad Draculea o Vlad "El Dragón"
Como soy un romántico, me gusta más la versión que nos la presenta como una ninfa enamorada del dios del Hades. Sería una hermosa doncella con cabellos color del mar, alta de pechos, la pantorrilla redonda. Entre romanos aparece como una divinidad del medio acuático. Fuera mortal o divina, Cocito amó a Plutón hasta agotarlo. A Plutón, se sabe desde antiguo, se le representa con una luenga y espesa barba y un aire severo. A menudo lleva casco, regalo de los Cíclopes que tenía el poder de hacerle invisible. Cuando se sienta sobre su trono de ébano o azufre lleva en su mano derecha un cetro negro, una horca o una pica. A veces tiene llaves en sus manos, para indicar que las puertas de la vida se cierran para siempre para los que llegan a su reino de sombras. También es frecuente verle en su carro tirado por cuatro corceles negros. Uno en su inocencia no le ve demoníaco. De insaciable apetito sexual, encontró la horma de su zapato en Cocito, que de continuo exigía al dios del averno que apagase su sed amatoria. No sabía yo que la menta tuviese propiedades afrodisíacas y no parece que las tenga, pero mi rumano me hace señas de que alborota los bajos. A lo mejor es herencia de la ninfa. Lo seguro es que la menta sirve para aromatizar los pescados y escoltar perfectamente al cordero.
Insignia de la Orden del Dragón
Lo que no me comenta el operario es que el Conde Drácula gustaba de una copita de coñac para los postres, después de haberse trajinado un estofado de corzo, con puré de manzana y castañas. Era muy sibarita en lo tocante al condumio y sé de buena tinta que no cataba la sangre, por mucho que lo diga Bram Stoker, ni siquiera en morcilla. Yo, a la hora de la sobremesa, soy más decalvados, el aguardiente de manzana que hacen en Normandía, o de armañac, el agua de vida que bebían los tres mosqueteros por invitación del alférez D´Artagnan, que uno es muy novelero.
Volviendo a Drácula, doctos autores consultados por mí, sostienen que Vlad El Dragón llevaba por símbolo heráldico, el dragón de la Orden del mismo nombre que le había sido concedida por el Emperador Segismundo por su valor frente al otomano. No es del todo cierto. Utilizó el emblema, sí, pero llevó como armas propias las de su padre, esto es: Un escudo de azur, el águila contornada de oro, picada y armada de gules, cargada de una cruz del calvario toda de oro. En el cantón siniestro, un creciente y una estrella de oro. Armerías que recuerdan el escudo de Valaquia.
Armas de Vlad Dracul
El empalamiento de unos cien mil turcos explica el sobrenombre. Una de sus acciones más famosas de empalamiento fue su venganza contra los boyardos, asesinos de su padre y de su hermano mayor. Vlad se puso a la faena en 1459, invitando a los boyardos a una gran cena por festejar la Pascua, rogándoles que acudiesen vistiendo sus mejores galas. Al terminar la cena, Drácula ordenó mandó empalar a los más ancianos, mientras que a los boyardos más jóvenes los utilizó para reconstruir un castillo cercano al río Argeş. Allí murieron de cansancio y agotamiento a lo largo de meses cumpliendo fielmente los designios del vengador.
Vlad era un virtuoso a la hora de organizar empalamientos multitudinarios con formas geométricas. La más común era una serie de anillos concéntricos de empalados alrededor de las ciudades a las que iban a atacar. La altitud de la estaca indicaba el rango que la víctima había tenido en vida. Un ejército turco que pretendía invadir Valaquia se volvió atrás, aterrado, cuando encontró a varios miles de empalados descomponiéndose en lo alto de sus estacas, a ambas orillas del Danubio. Para nuestros cánones, el empalamiento es un método realmente cruel de ejecución, pues consiste en atravesar al ajusticiado con una estaca, penetrándole ésta por el recto, pero para el obrero de mi baño, era la moda de aquellos tiempos, cosas de la historia.
Está en las crónicas, que Vlad, después de empalar enemigos, sembraba a los pies de cada estaca, la planta de la menta asiática, por mor de que el herbáceo aroma ahuyentase al buitre que ya estará volando en círculos en el oscuro cielo.
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