Conmemoramos hoy el 105º Aniversario del terrible regicidio acaecido en Lisboa el 1 de febrero de 1908, que costó la vida a S.M.F. el Rey Don Carlos I y al Príncipe Heredero S.A.R. Don Luis Felipe. Un doble crimen que buscaba socavar los cimientos de la monaquía lusa para tratar de imponer un régimen republicano.
Portugal no pasaba a finales del siglo XIX por su mejor momento. La bancarrota se había declarado en dos ocasiones (1892 y 1902) debido a que el tamaño de la deuda pública superaba las riquezas nacionales, causando disturbios industriales, antagonismo con socialistas y republicanos y la crítica de la prensa contra la monarquía. El sistema electoral portugués, a semejanza del practicado en la España de la Restauración, otorgaba preeminencia a dos partidos políticos: regeneradores y progresistas, que se turnaban en el poder mientras el derecho a voto era reducido a varones alfabetizados y con cierta renta mínima, lo cual generaba conflictos con dos nuevos grupos políticos: republicanos y socialistas.
La fuerte humillación resultante del ultimátum británico de 1890 y el descontento con el régimen político auspiciado por la monarquía causaron turbulencia política en Portugal durante los primeros años del siglo XX. El rey Carlos respondió al nombrar a João Franco como primer ministro y subsecuentemente aceptando la disolución del Parlamento, transformando el régimen en una virtual dictadura apoyada por el rey, que sólo aumentó el rechazo de los republicanos.
El Primer Ministro João Franco
Este apoyo a una dictadura no era bien visto ni siquiera por las personas más próximas al rey como la reina madre María Pía, la reina Amalia, el príncipe heredero Luis Felipe de Braganza, y el infante Alfonso, hermano menor del rey. No obstante, Franco era defendido por el secretario particular del rey. La inquietud política hacía que la animosidad personal contra la Casa de Braganza Sajonia-Coburgo y Gotha creciera masivamente.
El 1 de febrero de 1908, la familia real regresaba desde el palacio de Vila Viçosa en el Alentejo, donde habitualmente pasaban un tiempo cazando durante el invierno, a Lisboa.
El Infante D. Manuel, el hijo menor del Rey, había vuelto días anticipadamente a Lisboa antes de completar sus estudios.
S.M.F. Carlos I de Portugal
El carruaje real llegó a Barreiro al final de la tarde, y la familia real se embarcó en el D. Luís en el Terreiro do Paço, en el centro de Lisboa. Al desembarcar en la Estação Fluvial Sul e Sueste, fueron recibidos por miembros del gobierno, incluyendo el primer ministro João Franco, el Príncipe D. Manuel y el hermano del rey Alfonso, duque de Oporto. A pesar del clima de tensión política, el monarca optó por viajar en un coche descubierto, vestido con su uniforme de servicio como generalísimo del Ejército para presentar un aire de normalidad. Los dos príncipes vestían ropas de civil.
De acuerdo con la práctica habitual, fue acompañado por policías armados y un oficial de caballería montada, Francisco Figueira Freire.
En su camino hacia el palacio real, el carruaje con Carlos I y su familia pasó por el Terreiro do Paço donde no había muchas personas y, mientras el carruaje doblaba la parte oriental de la plaza, el primer disparo sonó.
S.A.R. el Príncipe Heredero Luis Felipe
Fuente: Lumastan
Como se informó más tarde, un hombre barbudo, armado con un winchester oculto bajo su abrigo, se arrodilló sobre una rodilla y disparó contra el Rey desde una distancia de unos 8 metros. El disparo impactó en el cuello del rey, matándolo en el acto. Mientras tanto, otro hombre armado abría fuego contra el carruaje, mientras los espectadores corrían presas del pánico.
El primer asesino, identificado posteriormente como Manuel Buiça (profesor y ex sargento expulsado del ejército), continuó disparando. Su segundo disparo rozó el hombro de la Reina, que cayó a la derecha del asiento del carruaje. En este momento, el segundo asesino, Alfredo Costa, un secretario y editor, disparó nuevamente contra el cuerpo del rey. La Reina se puso de pie y trató de atacarlo con la única arma disponible (un ramo de flores), gritando, "Infames! Infames!".
Portada de "Le Petit Journal" recreando el regicidio
Los asesinos volvieron su atención hacia el Príncipe Heredero, Luís Felipe, que había intentado disparar con un revólver oculto pero fue alcanzado en el pecho. La bala, de un revólver de calibre pequeño, no fue fatal, dando tiempo al Príncipe a disparar cuatro tiros rápidos a sus atacantes. Sin embargo, cuando Luís Felipe se puso de pie, se hizo más visible al atacante con el rifle, quien alcanzó al Heredero de Portugal con un disparo en la cabeza. El joven príncipe D. Manuel, protegido por su madre durante los hechos, trató de detener la hemorragia con un pañuelo, pero rápidamente se empapó con la sangre de su hermano.
Como los disparos continuaban en la plaza, la reina Amélia volvió a ponerse en pie para pedir ayuda.
La condesa Figueiró, el vizconde Asseca y el Marqués de Lavradio subieron al carruaje para defender al Príncipe Heredero.
El Príncipe Manuel fue alcanzado en el brazo, y el cochero recibió un golpe en la mano. El asesino Buiça intentó disparar otra vez pero fue detenido por la intervención de Henrique da Silva Valente, un soldado del 12º de Infantería que había aparecido en la plaza en medio de los hechos.
Durante su breve enfrentamiento con Buiça, Silva Valente recibió un disparo en la pierna, pero fue capaz de distraer al asesino. El oficial de caballería Francisco Figueira volvió a montar en su caballo y le disparó a Costa, que fue capturado después por agentes de policía. Buiça, herido en la pierna, intentó escapar pero fue capturado también.
Otra visión del regicidio
Los asesinos fueron muertos a tiros en el lugar por guardaespaldas y posteriormente reconocidos como miembros del Partido Republicano.
El cochero, Bento Caparica, fue capaz de dirigir el carruaje al Real Arsenal Naval, donde se declaró al Rey y al Príncipe Heredero al trono oficialmente muertos en la enfermería.
Cuando el Infante D. Afonso llegó al Arsenal, acusó a João Franco de la responsabilidad por la tragedia. La reina madre, María Pía de Saboya llegó también al Arsenal y se reunió con la reina Amélia. Ambas lloraban desconsoladamente y mientras la primera decía: "Han matado a mi hijo", la reina Amélia respondía: "Y al mío también".
Placa conmemorativa del regicidio de 1908 en el Terreiro do Paço
Fuente:Lijealso
Convencida de que los trágicos sucesos formaban parte de un golpe de Estado , la población de Lisboa se encerró en sus casas, dejando la ciudad desierta. Sin embargo, las tropas fueron acuarteladas y la situación se mantuvo en calma.
Esa noche, la Reina, la Reina Madre y el nuevo rey, Manuel II de Portugal, estuvieron bajo vigilancia en el Palacio das Necessidades con el temor de un nuevo intento contra sus vidas.
La opinión pública de Europa se conmocionó, debido a la popularidad rey Carlos y la forma en que se planeó el asesinato. El monarca británico Eduardo VII, amigo del Rey y del Príncipe asesinados dijo: "Ellos asesinaron a dos caballeros de la Orden de la Liga en la calle como perros y en su propio país a nadie le importa "!
El Illustrated London News publicó una serie de fotografías de la procesión funeraria y demás ceremonias comentando con extrañeza sobre la aparente indiferencia de las masas en las calles.
(Enlace a una grabación de época con imágenes de los funerales de estado)
El asesinato del rey Carlos I y del Píncipe Heredero supusieron el principio del fin para la monarquía constitucional en Portugal cuya existencia quedó truncada por la revolución del 5 de octubre 1910.
El jovencísimo Manuel II reinó durante 33 meses de agitación creciente y demandas de reforma. No se puede negar que la actitud débil y permisiva del Gobierno fue un incentivo para que el Partido Republicano intentara otro golpe de Estado. El regicidio de 1908 no cambió la forma de estado, pero sentaró las bases para ello.
Los asesinatos siguen siendo controvertidos en Portugal. En 2008, el gobierno socialista de la Tercera República Portuguesa se negó a participar en las ceremonias de conmemoración del centenario del regicidio, prohíbiéndose la participación de personal militar y funcionarios del gobierno.
El jefe de la Casa de Braganza, Dom Duarte Pío, Duque de Braganza, presidió las ceremonias, realizando una ofrenda floral en el lugar donde se produjeron los asesinatos y asistiendo a la celebración de una misa en su memoria en la Iglesia de São Vicente de Fora, donde están enterrados S.M.F. Don Carlos I y S.A.R Don Luis Felipe.
Tumbas de S.M.F. Don Carlos I y su hijo el Príncipe Heredero Don Luis Felipe en la Iglesia de São Vicente de Fora
Fuente: Lumastan
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