Armas de la Orden Militar y Hospitalaria de San Lázaro de Jerusalén
Diseñadas por el gran heraldista y amigo, Monsieur Mathieu Chaine
Su Eminencia Michele Pennisi, Arzobispo de Monreale, Gran Prior Eclesiástico de la Orden Militar y Hospitalaria de San Lázaro de Jerusalén hizo público el pasado Domingo de Ramos un importante Mensaje de Pascua, válido para lazaristas y para todo el pueblo cristiano, que pasamos a reproducir por su indudable interés:
Armas de Su Eminencia Michele Pennisi como Gran Prior Eclesiástico de la Orden de San Lázaro de Jerusalén
Diseñadas por el gran heraldista y amigo, Monsieur Mathieu Chaine
MENSAJE PASCUAL
"A todos los miembros de la Orden Militar y Hospitalaria de San Lázaro de Jerusalén
Jesucristo, resucitando a San Lázaro y resucitando Él mismo de entre los muertos, se revela como el Señor de la vida, que ha derrotado a la muerte y ha abierto definitivamente la puerta de la vida eterna por la que podemos pasar sin daño.
La resurrección de Lázaro, no es solo el símbolo de la resurrección futura, sino también un don que el Señor Jesús ya otorga a quienes creen. Ahora mismo, en el presente, Jesús es para todos los creyentes esa vida divina, inefable, eterna que no morirá jamás.
El grito con el cual Jesús llama a Lázaro no es solo una invitación a cada uno para salir de la tumba del propio egoísmo, insensibilidad, mezquindad, desesperación, sino también la palabra eficaz que libera realmente y nos hace disfrutar de la verdadera vida.
Así como Jesús lloró por su amigo Lázaro, también llora por mí: yo soy Lázaro, yo soy el amigo, enfermo y amado, que Jesús no acepta que se quiebre. En las lágrimas de Jesús descubrimos el corazón de Dios. La causa de nuestra resurrección está en este amor que se deshace en lágrimas. Resucitamos ahora, resucitaremos después de la muerte, porque amó. El amor de Dios es más fuerte que la muerte.
Nos disponemos a celebrar la Pascua, que es un acontecimiento que implica a todos los cristianos más allá de toda diferencia confesional.
El teólogo ortodoxo ruso P. Florenskij, fusilado el 8 de diciembre de 1937, en una homilía titulada “El inicio de la vida” dice: “En el continuo fluir de los acontecimientos, se ha descubierto un centro, se ha revelado un punto de apoyo: ¡Cristo ha resucitado…! Si el Hijo de Dios no hubiera resucitado, todo el mundo se hubiera convertido en un completo absurdo, y Pilato hubiera tenido razón con sus desdeñosas palabras “¿Qué es la verdad?”. Si el Hijo de Dios no hubiera resucitado, el tesoro más precioso se hubiera definitivamente esfumado y la belleza habría irremisiblemente muerto. Si el Hijo de Dios no hubiera resucitado, el puente que une el Cielo y la tierra se hubiera derrumbado para toda la eternidad. Y nos hubiéramos quedado sin ninguno de los dos, porque no habríamos conocido el Cielo y no podríamos defendernos de la destrucción de la tierra”.
El pastor evangélico D. Bonhoeffer, miembro de la “Iglesia de la Confesión” durante el nazismo, en una carta suya desde la cárcel en 1944, dirigida a un amigo antes de ser ajusticiado, escribe que “la resurrección de Cristo es el verdadero ‘punto de Arquímedes’ a partir del cual es posible mover el mundo… Si Cristo no ha resucitado, el punto de apoyo que rige toda nuestra vida vacila y todo se quiebra; nuestra vida se dirige hacia un sinsentido. Todo discurso que tuviera por objeto a Dios sería una ilusión, toda esperanza se desvanece”.
El profesor anglicano N. T. Wright afirma “Dejar que Jesús tome hoy nuestra vida significa conocer y amar a aquel que ha derrotado a la muerte con el poder del amor y de la nueva
creación. Todos los vasos de agua fresca, todas las minúsculas oraciones, todas las luchas contra los déspotas que oprimen a los pobres, todos los cantos de alabanza o bailes de alegría, todas las obras de arte y la música, nada se ha malgastado. La resurrección lo reafirmará, de un modo inimaginable, como parte del nuevo mundo de Dios. La resurrección no se refiere solo a un futuro glorioso, sino también a un presente lleno de sentido.”
Su Eminencia Michele Pennisi, Arzobispo de Monreale, Gran Prior Eclesiástico de la Orden Militar y Hospitalaria de San Lázaro de Jerusalén
El Papa Francisco en la Evangelii Gaudium afirma: “Su resurrección [la de Cristo] no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable. Verdad que muchas veces parece que Dios no existiera: vemos injusticias, maldades, indiferencias y crueldades que no ceden. Pero también es cierto que en medio de la oscuridad siempre comienza a brotar algo nuevo, que tarde o temprano produce un fruto. En un campo arrasado vuelve a aparecer la vida, tozuda e invencible. Habrá muchas cosas negras, pero el bien siempre tiende a volver a brotar y a difundirse. Cada día en el mundo renace la belleza, que resucita transformada a través de las tormentas de la historia. Los valores tienden siempre a reaparecer de nuevas maneras, y de hecho el ser humano ha renacido muchas veces de lo que parecía irreversible. Ésa es la fuerza de la resurrección y cada evangelizador es un instrumento de ese dinamismo” (EG,276).
La victoria pascual de Jesucristo sobre el pecado y sobre la muerte debe suponer en cada uno de nosotros un cambio profundo: a la esclavitud del ídolo del dinero, del poder, del placer, se contrapone la libertad del Hijo de Dios; a la tristeza que nos domina por el miedo al futuro se contrapone la alegría; al egoísmo que nos hace mirarnos sólo a nosotros mismos se contrapone el amor que se expresa en gestos de solidaridad y de responsabilidad.
Jesucristo después de la resurrección se convierte en la nueva piedra de un nuevo edificio al que mirar, a pesar de todas las tribulaciones de nuestra vida, con confianza en el futuro, y que se convierte en piedra viva de una sociedad nueva fundada en la solidaridad, en la legalidad, y en la responsabilidad para ser en nuestra vida cotidiana constructores de paz, abiertos a una esperanza que no decae.
Jesucristo, igual que apartó la piedra que cerraba el sepulcro, también puede apartar la piedra que nos impide reconocer los signos de la presencia de Dios en nuestro tiempo, y transformar nuestro corazón de piedra lleno de egoísmo y de tristeza en un corazón de carne, capaz de amar con el mismo amor gratuito y misericordioso de Cristo y de acoger con un abrazo de paz a todos los hombres.
El Padre, rico en misericordia fortalezca en nosotros la atención y la responsabilidad hacia toda forma de miseria humana para que nos convirtamos en dispensadores de misericordia, nos llene de todas las bendiciones que nos otorga su Espíritu de amor para que podamos resucitar con Cristo y, animados en la esperanza cristiana, aspirar a la felicidad eterna.
Monreale 13 de Abril de 2014, Domingo de Ramos
Michele Pennisi
Arzobispo de Monreale, Gran Prior Eclesiástico de la Orden Militar y Hospitalaria de San Lázaro de Jerusalén".
---------------------------------------------------------------------------------------------------
Por su parte, S.E. Don Carlos Gereda de Borbón, Marqués de Almazán y XLIXº Gran Maestre de la Orden Militar y Hospitalaria de San Lázaro de Jerusalén, también ha hecho público su Mensaje de Pascua, que es el sigiente:
MENSAJE DE PASCUA
---------------------------------------------------------------------------------------------------
Por su parte, S.E. Don Carlos Gereda de Borbón, Marqués de Almazán y XLIXº Gran Maestre de la Orden Militar y Hospitalaria de San Lázaro de Jerusalén, también ha hecho público su Mensaje de Pascua, que es el sigiente:
MENSAJE DE PASCUA
Queridos Hermanos y Hermanas:
Una vez más conmemoramos la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Y lo que es aún más importante, tras sentir la muerte irremediable de Nuestro Señor, nos alegramos una vez más al celebrar y descubrir que al tercer día resucitó de entre los muertos. Jesús era consciente de su sacrificio por la humanidad, Él resucitó para redimirnos del pecado y llevarnos por el camino de la luz.
La caridad es nuestra más importante y sobresaliente insignia. La Orden está llamada a servir a los demás en virtud de los valores cristianos como la Fe, la Esperanza y la Caridad. Nos traicionamos a nosotros mismos cuando decepcionamos a los demás, cuando no alcanzamos nuestras propias expectativas de nobles acciones debido al miedo, la ignorancia o incluso la pereza. Cristo es todo lo que necesitamos para mantenernos en pie, para mantenernos caminando hacia adelante, juntos, y no sucumbir a la oscuridad en la niebla de la incredulidad.
Nuestro recientemente nombrado Gran Prior Eclesiástico, mons. Michele Pennisi, arzobispo y abad de Monreale, ha comparado la resurrección de Cristo con nuestro propio despertar de la hipocresía, el materialismo y la crueldad que parece gobernar nuestra sociedad hoy en día. Como se suele decir, los tiempos de crisis son también tiempos de oportunidades. Deberíamos aprovechar la oportunidad que el Señor nos ha concedido al ofrecer a su Hijo a cambio de nuestra propia salvación, para que salgamos de la ceguera morbosa y terrible en que vivimos.
En palabras del Arzobispo Pennisi: "Así como Jesús lloró por su amigo Lázaro también llora por mí: Soy Lázaro, Yo soy el amigo, el enfermo, el arrancado por Jesús de la corrupción del sepulcro. En las lágrimas de Jesús descubrimos el corazón de Dios. La razón de nuestra resurrección está en el amor que se deshace en lágrimas. Nosotros resucitamos ahora en el espíritu y vamos a resucitar después de la muerte, porque Él nos amó. El amor de Dios es más fuerte que la muerte ".
En palabras del Arzobispo Pennisi: "Así como Jesús lloró por su amigo Lázaro también llora por mí: Soy Lázaro, Yo soy el amigo, el enfermo, el arrancado por Jesús de la corrupción del sepulcro. En las lágrimas de Jesús descubrimos el corazón de Dios. La razón de nuestra resurrección está en el amor que se deshace en lágrimas. Nosotros resucitamos ahora en el espíritu y vamos a resucitar después de la muerte, porque Él nos amó. El amor de Dios es más fuerte que la muerte ".
Ciertamente, el amor de Dios es más fuerte que la muerte, y todos debemos celebrar esa declaración, como si fuera un mantra que ilumine toda nuestra vida. No hay dolor o sufrimiento insoportable cuando el que lo padece está convencido de que un día se desvanecerá en la misma oscuridad de la que salió.
Feliz Pascua a todos vosotros. Espero veros en la próxima peregrinación de junio en Walsingham. Que Cristo y San Lázaro les guíen a todos a través del camino de la luz y de la resurrección.
Atavis et Armis,
Carlos de Borbón, Marqués de Almazán, Magnus XLIX Magister.
No hay comentarios:
Publicar un comentario