El general Malet
Claude Francois Malet nació el 28 de junio de 1754 en Dole (Franco-Condado) en el seno una familia aristocrática. A los diecisiete años ingresa en un regimiento de mosqueteros que se disolvió en 1775. Tras apenas cuatro años de servicios regresa a su hogar con licencia de la Casa del rey.
En 1789, y habiéndose mostrado partidario de las ideas de la Revolución Francesa, resultó desheredado por su familia. Pasa a ser Jefe de la Guardia Nacional de Dole y participa en la Fiesta de la Federación en París (1790).
Por un decreto del Comité de Salvación Pública, todos los ex oficiales del ejército real fueron inmediatamente reenganchados. Malet se unió al ejército, sirviendo como capitán en el 50º Regimiento de Infantería del Ejército del Rhin. En 1795 se le concede licencia indefinida por superarse el número de oficiales necesarios para la unidad.
Regresa al servicio en 1797, siendo nombrado Jefe de Estado Mayor de la 6 ª División Militar y luego servirá junto al general Championnet en el Ejército de los Alpes (1799). El 19 de octubre de 1799 asciende a general de brigada y marcha en 1801 a combatir en tierras helvéticas. Championnet y Massena le citarían elogiosamente en varios informes.
Pero Malet es hostil a Napoleón Bonaparte y no ve con buenos ojos su labor al frente del Consulado.
Retirado del servicio activo, es enviado a Burdeos para hacerse cargo de su Departamento. Desde ese puesto votará contra de la concesión del consulado vitalicio a Napoleón y contra la creación del Imperio en 1804.
Fue destinado a Sables d'Olonne, donde se mostró cada vez más hostil a Napoleón, visitando incluso a los presos políticos del momento. París intentó ganarse de nuevo a Malet enviándole el título de Comendador de la Legión de Honor, pero todo fue en vano.
Tras la coronación de Napoleón como emperador, Malet presentó la renuncia a todos sus cargos y se le concedió licencia temporal el 2 de marzo de 1805.
De nuevo llamado al servicio del estado, fue nombrado gobernador de Pavía y luego supervisor de los Estados Pontificios en Roma. Acabaría siendo perseguido por el Príncipe Eugenio de Beauharnais, acusado de dedicarse a la propaganda republicana y de desfalco. Tras la investigación, se le concedió el retiro y una pensión.
Malet, de carácter leguleyo y quisquilloso, se vio sumido en la amargura por no poder desempeñar un papel relevante en una carrera política (fracasó dos veces al presentarse a la elección de diputado por el Jura) o militar.
En 1808 participó en una conspiración tramada con senadores republicanos quienes planeaban colocar 12.000 carteles en París proclamando la caída del Imperio, mientras el Emperador estaba en España. Traicionado por uno de sus cómplices, fue detenido, y 55 personas con él; pero en lugar de imponerle la pena de muerte, fue enviado a la prisión estatal de La Force.
En 1809 diseña una segunda conspiración, mientras el emperador estaba en Viena. Un informante de la prisión lo denunció a la policía y fue trasladado a la cárcel de Sainte-Pelagie. En 1810 se le traslada a la residencia del médico Dubuisson para seguir tratamiento psiquiátrico bajo arresto.
Fue allí donde desarrolló el plan para el que debería ser el golpe decisivo contra Napoleón. Con la ayuda de monárquicos como el abate Lafon, Jules de Polignac o Ferdinand Bertier; se lanza a tejer una red conspiratoria.
Dos años de intenso trabajo fructifican en un elaborado plan para dar un golpe de Estado. En ese plan habría que tomar el Senado, abolir el gobierno imperial y sustituirlo por un gobierno provisional, así como asumir el mando militar de París.
Malet prepara instrucciones para todos los hombres que van a ser sus cómplices sin saberlo. Es un trabajo preparatorio inmenso, ya que hay que dar a cada uno sus instrucciones específicas, las copias de los senadoconsultos y las proclamas.
En la noche del 22 al 23 de octubre de 1812, Malet escapa de la residencia del doctor Dubuisson y, junto al abate Lafon, anuncia públicamente la muerte de Napoleón en la Campaña de Rusia.
Napoleón en la retirada francesa de Rusia
Napoleón en la retirada francesa de Rusia
Vestido con su uniforme de brigader general, Malet se dirigió a la prisión de La Force, y, portando órdenes falsas, logró la excarcelación de los generales Lahorie y Guidal. A ambos compañeros de armas les comunicó que el Emperador había muerto el 7 de octubre en Moscú y que el Senado había aprobado una serie de medidas que había que poner en marcha. Tanto Lahorie como Guidal se ponen a las órdenes de Malet.
A continuación se dirigen al cuartel de Popincourt, sede de la Guardia de París. El comandante Soulier obedece a Malet y la 10 ª Cohorte de Guardia Nacional se une al movimiento.
Un destacamento comandado por Lahorie se dirige a la residencia de Savary, duque de Rovigo y ministro de policía, deteniéndole y trasladándole a la prisión de La Force. Otro destacamento detuvo a prefecto de la policía parisina y lo condujo a lugar seguro bajo vigilancia. Una tercera columna marchó sobre el Ayuntamiento de París y se tomaron las necesarias disposiciones para que en su interior pudiera habilitarse una sala en la que se reuniría el nuevo gobierno provisional.
Malet se dirigió a la Place Vendôme, sede del cuartel general del ejército, donde se le ofrecieron todas las facilidades para que pudiera asumir su papel como comandante en jefe. Sin embargo, el general Hulín planteó a Malet toda una serie de preguntas antes de aceptar órdenes. Al verse cuestionado, Malet disparó a quemarropa con una pistola al general Hulín, destrozándole la mandíbula. Seguidamente el conspirador se encuentra en el coronel Ducet y su adjunto Laborde en el Estado Mayor. Ninguno de los dos se cree lo que cuenta Malet, se lanzan sobre él, lo atan y lo mandan a prisión.
El 29 de octubre de 1812, los generales Malet, Guidal y Lahorie, son juzgados por alta traición ante un consejo de guerra y fusilados el mismo día en la llanura de Grenelle junto a otros doce conpiradores, entre ellos el coronel Soulier, el ingenuo comandante de la 10 º cohorte de la Guardia Nacional.
Ejecución del general Malet y del resto de los conspiradores
Ejecución del general Malet y del resto de los conspiradores
Las noticias de este golpe enfurecieron a Napoleón, quien achacó a sus ministros la debilidad de no haber gritado: "Napoleón I ha muerto. ¡Viva Napoleón II !". Para el Emperador lo que se estaba poniendo en tela de juicio era la propia legitimidad de su poder. ¿Era el Imperio Francés una verdadera monarquía hereditaria o más bien un régimen revolucionario bien organizado?.
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